Crónica
PATRICIA PRUDENCIO MUÑOZ
Vistalegre albergaba este sábado 25 de febrero la segunda novillada del Certamen Kilómetro Cero. Luis Rivero, Adrián Centenera, Alberto Donaire, Curro Muñoz, Moli de Ronda y López Ortega se midieron a los astados de Cerro Longo y Hnas. Ortega. El encierro resultó tremendamente complicado, siendo los de Cerro Longo los que dejaran a los espadas sin opciones. Intermitentes, descompuestos, desarrollando a lo largo del último tercio, complicando la labor de Donaire y Curro Muñoz, que a pesar de las condiciones de los animales culminaron sus respectivas faenas, con un valor seco. Destacaron el primer y último novillo de Hnas. Ortega, siendo el último el que brindó las opciones de triunfo a López Ortega, que logró desorejarlo. La mañana la marcó el querer y no poder, aunque el percance de Luis Rivero en el quite del último eral terminó de enfriar la mañana, que tuvo que ser trasladado a la enfermería.
Luis Rivero se fue a los medios para recibir al primero de la mañana. Lo saludó de rodillas con una larga cambiada, después lo bregó hasta templario y meterlo en su capote. En ese momento empezó a ganarle terreno mientras se estiraba a la verónica. Fue el propio Rivero el encargado de banderillear al animal. Brindó al cielo y en los medios, de rodillas, citó al astado, que acudió con ligereza y suavidad, adentrándose en la franela del espada, que lo siguió llevando de rodillas. Después eligió el pitón derecho, encajándose, pasándolo por abajo. Tan suave lo quiso hacer con las yemas de los dedos, que lo desarmó. Retomó la faena, con algún que otro intermedio, siendo un tanto atropellada. Se lo pasó cerca, pero sería con el natural cuando más lo abriera y se lo llevara hacia los vuelos. Los naturales fueron cortos y sin llegar a limpiarlos en la salida. Lo pasó por ayudados y volvió a tomar la muleta con la derecha, ahormando más la serie, ciñéndoselo. La música cesó, pero el quiso dejar alguna tanda más, hasta cerrar por manoletinas y dejar una estocada efectiva tras varios intentos.
Al segundo de la mañana lo dejaron correr antes de entrar en el percal de Adrián Centenera. El espada fue a por todas, con un saludo en el que sacó garra. Lo recibió con una larga afarolada de rodillas junto a las tablas, para que después aprovechara la inercia y la movilidad metiéndolo en los vuelos. Genuflexo, sin tiempo de poder prepararse, lo recibió en la franela, sacándolo poco a poco de las tablas, exprimiendo el pitón derecho por abajo. Le adelantó la mano y se la dejó puesta, aguantó la embestida con quietud. Dosificaba las tandas, sacando el máximo provecho a los pases que ligaba, dando continuidad y mucha ligazón a las series. Centenera se cruzaba, adelantándole los vuelos al morrillo para tirar del astado y adentrarle en el trazo que dibujaba con su muñeca. Se lo llevaba hacia la cadera, marcando los principios y finales. Algo más pautados fueron los naturales, en los que trató de marcar muy bien el recorrido, evitando que se le viniera por dentro. No tardó en volver sobre el pitón derecho, reestructurando al final del muletazo, colocándose para volver a empezar. Culminó por manoletinas. Se tiró con todo y dejó media estocada con la que el animal no terminaba de doblar.
Alberto Donaire salió al ruedo para saludar a un eral que le costó meterse en el percal, lo bregó con habilidad, pero sin poder lucirse. Brindó al público desde los medios y volvió a tablas para empezar la faena genuflexo, por abajo, tanteándolo por ambos pitones, buscando el sitio y la altura. Se decidió por el pitón derecho en una primera tanda corta, pero ovacionada por el respetable. Se lo acabó llevando hacia los medios, evitando querencia. El animal se metía por dentro, soltaba la cara, era bastante irregular, con una embestida descompuesta e intermitente con la que el novillero tuvo que trabajar con mucha técnica. Le marcó con el pitón en varias ocasiones, metiéndole la cara y levantándolo. A pesar de todo, Donaire volvió, desde los medios, pero el animal había desarrollado y sabía perfectamente donde estaba el cuerpo. Intentó llevarlo al natural, marcando y guiando con la ayuda, tratando de abrir, dejando un paso hacia adelante, y dando salida. Le metió la mano con aseo.
Curro Muñoz, después de que el animal corriera la plaza, lo recibió con una larga afarolada de rodillas junto a las tablas. Tras unos momentos de incertidumbre, con un eral que apretaba, se pudo estirar a la verónica. En los primeros compases del último tercio, lo tanteó genuflexo, llevándolo por abajo. El animal entraba con fuerza, moviéndose, pero descompuesto, volviéndose y quedándose corto. Al principio parecía solo hacerlo por el pitón derecho. Sin embargo, tomó la franela con la mano izquierda y su comportamiento era agresivo e intoreable. Embestía en dos tiempos, acortando recorrido, pasando con la cara por encima del estaquillador. A pesar de las condiciones, poco aprovechables del eral, le fue robando embestidas con el toreo al natural. Lo fijaba con un toque firme y citaba con la voz, natural a natural, pasándolo pero sin permitirle la expresión. Tiró de valor seco y culminó con una estocada, que llegó después de varios intentos, en la que se tiró.
A El Moli de Ronda le costó adentrarlo en el saludó capotero, pero logró estirarse con el animal. Un saludo del que pudo resarcirse en la réplica. Tras el tercio de banderillas comenzó la faena de muleta y El Moli de Ronda lo buscó por abajo, iniciando el tanteo junto a las tablas, para ir ganándole terreno y acabar, prácticamente, en los medios. Tuvo que darle sitio en la primera tanda sobre el pitón derecho, tratando de dosificar con la fuerza con la que arremetía en la tela. Siguió sobre el mismo pitón, alargando el muletazo, dándole salida, limpiando el muletazo. Todo ello entre las protestas incesantes del animal. Cambió al natural, mostrándolo por el pitón izquierdo, sin terminar de bajarle la mano al inicio del pase. Fue diseñando la faena pase a pase, despacio, intentando dominar. Sin embargo, era un eral que exigía, tenías que estar en el sitio, citándolo con suavidad, si no arremetía descompuesto contra la tela. Retomó el pitón derecho, cada vez más corto y más irregular. El novillero se mantuvo firme, buscando las teclas necesarias, aprovechando el pitón izquierdo, reestructurando después de cada natural, intentando aguantarlo en el sitio y retomar, buscando la continuidad. Culminó con el golpe de cruceta.
Cerraba la mañana López Ortega, quien se fue a recibirlo a portagayola con una larga cambiada de rodillas. El de Hermanas Ortega salió arrollando, rematando en tablas, entrando muy recto, pero con el que se mantuvo muy firme. Luis Rivero salió para hacer el quite, pero el eral se lo llevó por delante, volteándolo feamente. Tuvo que ser trasladado a la enfermería. Lo pasó por alto en el inicio del último tercio, ganándole terreno rápidamente, sin entretenerse, tanteándolo por ambos pitones. Tocó y llevó sobre el pitón derecho, con ligereza y continuidad, aprovechando la movilidad del animal. También jugó con las distintas largas, para después envolvérselo, sacando partido a la inercia. El animal atendía con prontitud, bajando la cara, exprimiendo las condiciones que este le prestaba. Cambió de mano y con el toreo al natural pudo alargar el trazo, llevándolo lejos, manteniendo el temple y calando hondo en los tendidos. Uno a uno con quietud y mucha verticalidad lo fue llevando, cada vez más cerca de las tablas. No alargó la faena, ajustó los tiempos, así que cambió la ayuda por la espada y, antes de pasaportarlo, cerró de rodillas. Se tiró y la espada fue efectiva.
Plaza de toros de Vistalegre. Novillos de Cerro Longo y Hnas. Ortega para Luis Rivero, ovación; Adrián Centenera, ovación tras aviso; Alberto Donaire, ovación tras aviso; Curro Muñoz, vuelta al ruedo; Moli de Ronda, ovación; López Ortega, dos orejas.