lunes, 6 de octubre de 2025

Ignacio Garibay abre la Puerta Grande tras imponerse a base de seguridad y firmeza en Torres de la Alameda

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PATRICIA PRUDENCIO MUÑOZ/FOTOS EMILIO MÉNDEZ

Torres de la Alameda ha celebrado una novillada sin caballos con motivo de sus Fiestas Patronales, en la que se dispuestaron el Certamen de Nuestra Señora del Rosario entre Alejandro Rubio e Ignacio Garibay se midieron, en mano a mano, a los erales de la ganadería de Hros. Felipe Bartolomé. Los animales mostraron calidad y aunque tuvieron sus teclas y sus exigencias, dieron opciones, siguiendo con clase y celo los engaños. Destacó el segundo, premiado con la vuelta el ruedo, el tercero por su empuje y el quinto por clase. Alejandro Rubio se midió con firmeza a un flojo e incierto primero que no tenía chispa ni emoción en sus embestidas. Mostró calidad y clase en la faena el tercero de la tarde, un gran novillo con el que cuajó muletazos por ambos pitones. No terminó de acoplarse con el quinto, otro buen novillo que le brindó opciones, pero con el que no logró redondear su labor. Garibay desarrolló una faena completa y variada en la que lo llevó por ambos pitones con gusto y armonía. Faena de poder y firmeza en la que aguantó ante el cuarto, un novillo de teclas que miraba y se paraba. El sexto no fue el más lucido de la tarde, pero el mexicano a base de entrega, firmeza, verdad y mucha seguridad le arrancó la faena a su oponente.

Salió el primero de la tarde, al que Alejandro Rubio llevó a la verónica, ganándole terreno poco a poco, tratando de estirarse con el hasta rematarlo. Se lució Garibay, envolviéndoselo en el capote en un lucido quite. Brindó y comenzó la faena con un tanteo por abajo. Siguió sobre el derecho, bajándole la mano, buscando el acople en el uno a uno, pasándolo en largo en series cortas y medidas. Sin embargo, la labor no terminaba de tomar vuelo y el eral terminó por echarse. Cambió al natural después de darle tiempo y sitio, volviendo a dosificar para desarrollar una serie de parones, pero en la que buscó la pulcritud y el trazo largo, aunque sin terminar de bajarle la mano. Recuperó el pitón derecho de un animal incierto y a dos tiempos. Alternó pitones, manteniéndose firme. Falló con los aceros.

Salió el segundo, al que saludó con gusto Ignacio Garibay, volviendo a envolvérselo con gusto, variedad y calado mientras le ganaba terreno. Se alcanzó la faena de muleta, la cual inició después de brindar al respetable. Con un molinete lo saludó en el engaño y después toreando con gusto y despaciosidad lo fue llevando. Lo movió y continuó al natural, ordenando la embestida y su faena pasándolo de uno en uno. Continuó sobre el pitón derecho, bajándole la mano y envolviéndoselo con ritmo y ligazón, aprovechando la movilidad y repetición de su oponente. Garibay alternó pitones, deleitando sobre ambos, corriéndole la mano con cierto sabor mientras se encajaba y se la dejaba puesta para tirar de la embestida. Se afianzó con el, pero el animal no permitía el más mínimo margen de error y le pegó una voltereta sin aparentes consecuencias. Volvió a la cara del animal, con la misma intensidad y dimensión. Falló con el acero, logrando meterlo al segundo intento con rotundidad y acierto.

Alejandro Rubio logró encelar en su capote a un novillo suelto de salida que después le permitió estirarse con gusto. Leo Pallatier salió para hacer el quite, en el que pudo llevarlo y lucirse. Se cambió el tercio de banderillas y Rubio comenzó su faena de muleta sin probaturas. Continuó sobre el derecho, encajándose y corriéndole la mano con gusto, bajándole el engaño y tirando del animal hacia adelante. Encontró una muy buena embestida, repetidora y con clase, aunque también exigente. El novillo tomaba con celo y humillando el engaño, permitiendo la longitud en los naturales, manteniéndose fijo en la tela. Cambió al pitón derecho, tocando, obteniendo una embestida pronta para meterlo en el trazo, desarrollando una buena serie en la que el animal seguía metiendo la cara y repitiendo. Pudo alargar, pero deslució con el acero.

Salió el cuarto, al que Garibay metió en su capote para pasarlo con gusto, estirándose con el mientras lo iba sacando. Inció la faena con unos pases por alto para después bajarle la mano y mostrarlo por ambos pitones. Hubo que tocarlo e insistirlo para que pasara en aquella primera tanda sobre el derecho, siempre ayudándolo y sin bajarle la mano. Mayor acople y armonía hubo al natural, pudiendo alargar más el trazo, aunque con insistencia, cruzándose y echándole los vuelos a la cara para que se adentrara. Volvió a alternar pitones, bajándole la mano, en un tira y afloja en el que se impuso el mexicano con firmeza y recursos. Lo metió y llevó, a pesar de que no era nada sencillo, presentando muchas teclas. Lució incluso con un toreo al natural sobre el pitón derecho, aguantando las miradas y parones de su oponente. Metió el acero al segundo intento.

Rubio saludó con gusto al quinto. Inició su faena de muleta con la montera calada, disponiéndose a torear desde los medios, pasando por alto a un ejemplar de clase y calidad. Se lo envolvió sobre el derecho, siguiendo el engaño con codicia. Sin embargo, la faena se frenó en aquel uno a uno al natural. El animal seguía la tela repitiendo y Rubio parecía empezar a entenderse con el sobre el derecho, tocándolo con suavidad y deslizando, envolviéndoselo. Lo pasaba una y otra vez sin decir demasiado, sin exprimir la totalidad de las opciones que le brindaba aquel eral de Felipe Bartolomé. Hubo calado al culminar su labor, alternando pitones, desarrollando tandas con muletazos de cierta largura, tirando del animal hacia adelante, aunque buscándolo también en las distancias cortas. Falló con el acero.

Garibay saludó en su capote al sexto, al que lanceó por abajo con una verónicas de gusto que remató con torería y seguridad. Lo pasó a pies juntos en el inicio de faena para después envolvérselo sobre el pitón derecho con ritmo, sin quitarle el engaño de la cara, tirando de la embestida. Cambió al natural, mostrándolo en un trazo largo en el que no había principios ni finales. Recuperó el pitón derecho, para tocar y correrle la mano, siempre buscando la armonía y el acople con firmeza y verdad, sin descomponer la figura, echándoselo a la cadera, dejándosela puesta. El novillo siguió por abajo la tela y aunque tenía sus teclas se volvió a imponer con aquel toreo de clase y asentado. Culminó con unos ayudados por bajo y una estocada al primer intento.

Torres de la Alameda. Novillos de Hros. Felipe Bartolomé (2°vuelta). Los animales mostraron calidad y aunque tuvieron sus teclas y sus exigencias, dieron opciones, siguiendo con clase y celo los engaños. Alejandro Rubio, saludos tras aviso, ovación tras aviso y oreja; Ignacio Garibay, dos orejas, oreja y oreja

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