PATRICIA PRUDENCIO MUÑOZ/FOTOS EMILIO MÉNDEZ
Morante saludó al cuarto de rodillas, luciéndose, sacándolo del tercio con variedad y lucimiento. Sin embargo, se disponía a rematarlo en los medios cuando se lo llevó por delante, cayendo femaente contra el firme y quedando inmóvil. Se lo llevaban en brazos, pero les hizo parar para probarse, a pesar de parecer mareado. Pidió que se avanzara y que saliera el caballo, a su salida lo probó y pasó el de La Puebla. Se alcanzó la faena de muleta y el diestro brindó a Santiago Abascal. Inició su labor enroscándoselo a cámara lenta, siguió en el tercio bajándole la mano para volver a parar el tiempo. Sin embargo, lo desarmó, pero volvió a la cara del animal después de haberle dado tiempo. Cuajó una serie en la que levantó a los tendidos, pasándolo de uno en uno, ordenando y dosificando, sin que aquella embestida desluciera. No permitía margen de error, pero el diestro, a pesar del peligro sordo se impuso con el toreo bonito, pero también a base de valor y raza. Retomó el pitón derecho, encontrando la continuidad en un toro que embestía a media altura, sin clase ni entrega, que se paraba y medía, pero que también lo hizo pasar y tragarse los muletazos.