domingo, 5 de octubre de 2025

Daniel Luque y Ginés Marín, doble Puerta Grande en Zamora

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PATRICIA PRUDENCIO MUÑOZ/FOTOS EMILIO MÉNDEZ

Zamora celebró, este domingo 30 de junio, una corrida de toros en la que los matadores de toros Cayetano Rivera, Daniel Luque y Ginés Marín se midieron a los ejemplares de la ganadería Núñez del Cuvillo. Los animales dejaron un juego variado, nobles, pero brindando las opciones para el triunfo de los diestros. El quinto fue el más deslucido, muy rajado, marcado su querencia a tablas. Quizá destacaron más el tercero y el cuarto. Cayetano mostró una buena disposición y desarrolló una faena al natural bien llevada pero sin premio. Gustó y se gustó con el cuarto en una buena faena que remató con una buena estocada. Luque mostró determinación y torería con el primero de su lote, al que le cortó una oreja. Con el quinto se inventó una faena en la que no había opciones ni materia prima, imponiéndose a el. Ginés Marín cuajó una buena faena con el tercero, desde su saludo capotero, muy encajado, llevándolo en largo. Algo parecido sucedió con el segundo de su lote, con el que diseñó una faena de dos orejas, pero que empañó con la espada.

Cayetano saludó al abreplaza, bregándolo, tratando de buscar el lucimiento. Se alcanzó la faena de muleta y el diestro lo tanteó y cambió los terrenos a un toro al que había que mimar y llevar. Sin embargo, encontró la suavidad por el pitón izquierdo, desarrollando aquel inicio de faena al natural. Al toro había que insistirle, forzando el cite para que entrara en la tela, echándosela a la cara un par de veces por pase para que atendiera. Cambió al derecho, dejando una serie con la que volvería a dar paso al pitón izquierdo. Uno a uno fue desarrollando su faena, midiendo mucho, sin apretarlo en exceso, cuidándolo. Decidió no alargar más y se fue a por la espada. Mató con acierto.

Daniel Luque saludó al segundo de la tarde en una brega llevada con el que le fue ganando terreno y hubo momentos de lucimiento en los que se pudo estirar. Inició la faena de muleta con clase, torería, elegancia, cadencia y mucha despaciosidad, llevándolo muy toreado para sacarlo más allá del tercio. Continuó sobre el derecho, pero el toro, al tercer muletazo se le vino recto, metiéndose por dentro. Encontró el lucimiento en la curvatura del muletazo, echándoselo a la cadera. El de Núñez se le volvió a ir a tablas y tuvo que sacarlo de aquellos terrenos en varias ocasiones. Cambió al natural, despertando las ovaciones en los tendidos. No le bajó la mano, se la mantuvo alta, aguantando aquella embestida lenta y a veces poco agradecida, toreándolo en los terrenos que el animal pautaba, en la querencia. Culminó por el derecho, manteniéndolo fijo, aprovechando su nobleza para el desplante. Hundió con acierto la espada.

Ginés Marín saludó al primero de su lote, con soltura y lucimiento, estando muy cuajado con el capote. Lo pasó por ambos pitones, ganándole terreno, iniciando la faena de muleta a pies juntos. Le siguió muy encajado, totalmente asentado por el pitón derecho, envolviéndoselo a su cintura. El toro acometía con prontitud y obediencia, metiendo la cara abajo, permitiendo la expresión a Ginés Marín. Decidió echarse la muleta a la izquierda, llevándolo con los extremos de la franela tras un cite firme y fijador con el que meterlo al natural. No le bajó la mano lo llevó a media altura y de uno en uno, asegurando el pase, dosificando las embestida. Mató con acierto y determinación.

Salió suelto el cuarto de la tarde, con el que no se pudo estirar Cayetano. El diestro brindó al doctor Crespo e inició la faena de muleta por abajo, doblándose con el, obligandolo, incluso clavando la rodilla en la tierra para seguir pasándolo por ambos pitones. Se decidió por el derecho, en una primera tanda en la que fue templando al animal. Tuvo que cruzarse y buscar muy bien el sitio, pero el de Núñez del Cuvillo atendía con prontitud y fijeza al cite, al toque de Cayetano. Cambió al natural, reservándose un poco más, pero siguiendo el engaño en aquel trazo con el que el diestro se lo llevó a la cadera, envolviéndoselo. No tardó en retomar el pitón derecho. Aunque alternó pitones e incluso lo pasó por ayudados para culminar su faena. Lo cuadró y hundió la espada con acierto.

Saludó Daniel Luque al segundo de su lote, al que le fue andando y sacando a los medios a base de verónicas. Luque también brindó al doctor Crespo, después recibió al quinto en la muleta, pasándolo a pies juntos por ambos pitones. Entre probaturas, lo fue sacando, bajándole también la mano a un toro que salía suelto de la muleta. El diestro optó por tirar del animal y cambiar los terrenos. Lo ligó de dos en dos, después debía volver a reengancharlo en la serie y retomar aquella continuidad de dos en dos. El toro, con el que ya llevaba media plaza recorrida, era manso y Luque terminó por torearlo en tablas, logrando el lucimiento, no en la ligazón, sino en la profundidad de los muletazos. Se lució, con muchas tablas, ante un animal noble, pero poco entregado. Ya en la puerta de chiqueros, se la dejó pegadita al hocico, sin dejarle ver otra cosa que no fuera la tela. Uno a uno le fue arrancando las embestida, toreándolo con el paso atrás, en unos terrenos comprometidos. Metió la mano con aseo, pero la estocada no fue suficiente y tuvo que descabellar.

Saludó entre pinceladas Ginés Marín al cierraplaza. Con la montera puesta inició la faena de muleta, sacándolo de las tablas y llevarlo más allá del tercio. Allí, continuó por el pitón derecho, en una primera tanda bien llevada y ligada. No se lo pensó y lo mostró al natural, teniendo que insistirle algo más en el cite para que entrara, pero permitiéndole llevarlo en largo. Siguió sobre aquel pitón, sin terminar de bajarle la mano, sin exigirle, pero sí imponiéndose a unas embestidas nobles. Le obedeció y siguió el engaño con calidad y buenas condiciones. Ginés, que recuperó el pitón derecho, encontró profundidad y determinación en unos muletazos que llevó muy asentado, con cadencia y despaciosidad. Cada vez le costaba más pasar, así que lo cuadró y falló con los aceros.

Zamora. Toros de Núñez del Cuvillo. Los animales dejaron un juego variado, nobles, pero brindando las opciones para el triunfo de los diestros. El quinto fue el más deslucido, muy rajado, marcado su querencia a tablas. Quizá destacaron más el tercero y el cuarto. Cayetano, saludos y oreja; Daniel Luque, oreja y oreja tras aviso; Ginés Marín, dos orejas y ovación.

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