lunes, 20 de mayo de 2024

Un capote sevillano en una tarde de querer y no poder

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PATRICIA PRUDENCIO MUÑOZ / FOTO EMILIO MÉNDEZ
La plaza de toros de Las Ventas celebraba una corrida de toros en la que Damián Castaño, que sustituía a Daniel Luque, Juan Ortega y Pablo Aguado, que se midieron a los de El Pilar. El encierro fue de los peores que se han visto en la Feria, solo el primero tuvo posibilidades, el resto fueron mansos y no tenían fuerza. No aguantaron las faenas, apagándose todas ellas en una tarde sin materia prima en el ámbito ganadero. Damián Castaño no le tomó el tiempo ni el compás al primero, que necesitaba que le llevaran despacio, con el segundo de su lote nada pudo hacer. Los lotes de Ortega y Aguado, en líneas generales, no tuvieron nada que mostrar ni exprimir. Se alargaron los últimos tercios, en ocasiones, aun sabiendo que no podrían sacar nada. Lo más templado que se vio en toda la tarde fue el quite de Juan Ortega al primero de la tarde, deleitando con la seda.
“Potrillo” abría la tarde en las manos de Damián Castaño. El diestro logró meterlo en la seda a base de verónicas, encelándolo. El quite de Juan Ortega a cámara lenta enloqueció a los tendidos. Después del brindis se inició la faena con temple y despaciosidad, teniendo que abrirlo para que no se le metiera por el pitón izquierdo en el trasteo. Tocó y llevó en tandas cortas, al natural, dándole mayor amplitud al pase, dejándosela buscando la cadencia, bajándole la mano. Cambió al derecho, pero sin terminar de acoplarse al compas de la embestida. Le dio tiempo y sitio, citándolo en la larga distancia para después aprovechar la inercia. No alargó mucho más, cambió la ayuda por la espada y lo pasaportó.
Juan Ortega bregó al protestado segundo y primero de su lote. Algo más se complicó el tercio de varas, echando la cara arriba y saliendo ajeno del caballo. Alcanzado el último tercio se fue a su encuentro y lo probó por ambos pitones, por alto, despacio ganándole terreno al tiempo que le iba bajando la mano. Se decidió por el pitón derecho, sin perder la torería lo fue pasando uno a uno, ahormando las embestidas, unas embestidas incompletas y poco armoniosas. Se quedaba a la mitad, le soltaba la cara tocando la tela, por lo que no le permitía limpiar el muletazo. Dejó algún que otro trincherazo por abajo, lo colocó en suertes y le metió la mano con aseo.
Después de varios intentos, Aguado, en los medios, logró lucirse con la seda, con un toro justo de fuerza. Acortó las distancias e inició el tanteo con el astado un animal al que le mantuvo la media altura, muy despacio, sacándolo al paso. Continuó sobre el pitón derecho, tratando de asentarse, pero sin encontrar el motor en un toro que pasaba y cumplía sin decir nada. Le buscó las vueltas y por el derecho, el pase lento tuvo el alma de Aguado pero sin el contenido del de El Pilar. Se echó la muleta a la mano izquierda, llevándolo con los vuelos en la cara. No había nada que mostrar, aun así alargó, lo que generó protestas en los tendidos. Lo tocó con fuerza y le intentó arrancar las últimas embestidas. Pinchó en la suerte suprema y lo pasaportó con el golpe de cruceta.
Damián Castaño dejó una declaración de intenciones saludando al segundo de su lote. Un toro de nombre “Guantero” marcaba el ecuador del festejo. Lo saludó con una larga de rodillas, para después mantenerlo en la seda. Volvería a salir Ortega para hacer el quite, pero el toro andaba más que justo y no le permitió el lucimiento. Se alcanzó la faena de muleta y la inició a pies juntos, sacándolo poco a poco del tercio. Se dejó la montera calada y continuó la faena, sin embargo, no terminaba de tomar vuelo. Pedía paciencia, citándolo trataba de robarle las embestidas. Cambió de pitón y al natural quiso ligar a un manso y escaso de fuerza que sólo podía dejar algún que otro arreón a modo de embestida. Mató con una estocada delantera.
Ortega bregó al quinto, un toro que se frenaba y se defendía en la seda. Sin nada que añadir de los tercios de varas y banderillas, Ortega se dispuso con la muleta, intentando tantear a un toro agarrado al piso y que no le ayudaba en nada. Se la echó a la mano derecha, le adelantó el engaño a la cara y tiró de una embestida que entraba pero qué rápido se paraba. Quiso limpiar unas salidas bruscas y deslucidas. Una vez mostrado el pitón derecho, lo intentó con el izquierdo, echándole los vuelos con suavidad y llevándolo muy tapadito pero sin continuidad, a su salida se paraba y cuando retomaba la tela lo hacía a base de arreones, soltando la cara. Lo miraba, teniendo que recomponer el cite. A pesar de que el público pedía que lo pasaportara, él quiso insistir. Falló con la espada.
Al grito de toro salía el sexto de la tarde, al que Aguado frenó en su capote. Le costó encelarlo, pero terminó pasándolo hasta completar el saludo capotero. Llegó el último tercio y Aguado lo pasó despacio, buscando el pitón, tirando del animal para sacarlo de la raya. Se decidió por el derecho, pasándolo en largo pero sin continuidad ni ritmo en sus embestidas. Se quedaba corto y tenía que estar recomponiendo en cada pase. Cambió al natural, abriendo, pero de uno en uno, dándole salida, perdiéndole pasos, buscando las distancias en la que pasarlo y que acometerá. El animal no bajaba la cara, pasaba a media altura sin entrega alguna. Recuperó el pitón derecho, insistiendo y buscando las opciones aún sabiendo que no las tenía. Mató con acierto.
Madrid. Toros de El Pilar. El encierro fue de los peores que se han visto en la Feria, solo el primero tuvo posibilidades, el resto fueron mansos y no tenían fuerza. No aguantaron las faenas, apagándose todas ellas en una tarde sin materia prima en el ámbito ganadero.  Damián Castaño, silencio y silencio; Juan Ortega, palmas y silencio; Pablo Aguado, silencio tras aviso y silencio.

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