jueves, 9 de mayo de 2024

Los matices de Patricia Prudencio en la Corrida del Aniversario de La México

La México
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PATRICIA PRUDENCIO MUÑOZ

El rugido del “olé” templado arrancaba el paseillo en La México. Era día de presumir y de orgullo en la plaza, se desplegó la bandera mexicana y se entonó el himno nacional, 42.000 personas a una sola voz. La plaza de toros de La México celebraba su Aniversario con una corrida de toros en la que Pablo Hermoso de Mendoza, Ernesto Javier “Calita” y Arturo Gilio, que confirmaba alternativa, se midieron a los ejemplares de la ganadería de El Encierro.

Iniciaba la tarde Arturo Gilio, de rodillas, algo que a la gente le gustó y celebró, dejando un “olé” en cada pase. El desarrollo de la faena fue una montaña rusa en el ruedo y en los tendidos. Era curioso como el respetable conectaba y desconectaba con el torero en función de la serie, si esta se ligaba o no.

Parecía que La México invitaba a crear, a inspirarse, algo parecido ocurrió en el saludo capotero de Calita. También le recriminaban que no pusiera las banderillas, pitándolo mientras se desarrollaba el tercio. Empezaba la faena y cierto sector del público parecía tener su propio grito de guerra, siendo increpados por los demás. Continuaba el trasiego de vendedores y el servicio de bebida, comida, juguetes, etc. Sin embargo, Calita logró llevar de vuelta a los aficionados allí presentes. El toro terminó por rajarse, a pesar de la insistencia del diestro, que no desistió y en tablas se impuso contándole la oreja.

Pablo Hermoso cumplía con su palabra, se despedía de La México y ningún antitaurino lo iba a impedir. El navarro contaba con el apoyo de la plaza y es que se lo había ganado. Total conocedor de los terrenos que pisaba, templando las embestidas y apaciguando las medias arrancadas. El feedback entre Hermoso de Mendoza y los tendidos era absoluto. Deleitó en banderillas y cumplió con un rejón de muerte certero. No fue rotunda su actuación y el público no pidió las orejas.

Le siguió Calita con un toro al que abucheaban por su debilidad. Los aficionados aprobaban sus comentarios entre ellos. A pesar de las complicaciones que presentaba, lo llevó suave y con ritmo, atrayendo los “olé” del respetable, reconociendo la complejidad a la que se media. Sin moverse del sitio le robó las embestidas, exprimiéndolas una a una, ante la atenta mirada de La México. Los tendidos eran una mezcla de pitos, protestas, comentarios varios, desaprobando todo lo que no fuera torear, pasarlo en redondo. Calita lo hizo, sabiendo meterse al toro y al público en el bolsillo.

Arturo Gilio uno a uno se los fue robando, pareciendo buscar la aprobación de mis tendidos, pero sabiendo lo que se hacía con el toreo en redondo, el que gusta y se demanda. Después de las peleas y movimientos en masa en los tendidos, ahora parecían haber apaciguado, atentos a las directrices del diestro con la muleta. Empezaba a anochecer y como ya hicieron el día anterior, los aficionados prendieron sus celulares. Gilio, que continuaba en la cara del animal, se perfiló y hundió el acero. Acto seguido, los de servicio de comida, bebida y objetos varios resurgía entre el público para reanudar su venta.

Cerraba la tarde el rejoneador, al contrario que en España, que sería el primero en actuar, acá lo hace en último lugar. Salió con chispa el sexto, al que Pablo Hermoso de Mendoza llevó, eso sí no le dejó de apretar, resultó un toro exigente. Al compás de una marcha de “Las Golondrinas” y al de los “olé” y los aplausos del público, La México se rindió a Hermoso de Mendoza. Ofreció variedad y emoción, dejando una faena que seguro recordará en su carrera. La plaza lo arropó y apoyó, viéndolo salir en hombros.

 

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