jueves, 9 de mayo de 2024

Giovanni Aloi: “Lo único que les pedí es que lo hicieran de manera profesional, porque es una profesión hermosísima, pero también muy exigente”

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PATRICIA PRUDENCIO MUÑOZ

Giovanni Aloi, padre del rejoneador Fauro y del novillero Bruno, es el protagonista del Día del Padre en Guarismo el ocho. El rejoneador ha repasado sus inicios, la trayectoria de sus hijos y  el momento por el que atraviesa el mundo del toro. Un ex piloto de coche y reconocido rejoneador mexicano que se ha hecho a sí mismo y que siempre ha llevado los valores y el respeto a la profesión por bandera, unos valores que ha sabido transmitir a sus hijos. Como padre sufre con ellos, sabe por lo que están pasando y las dificultades que deberán atravesar, porque la vida de un torero no es fácil. De hecho, trató de alejar a sus hijos del toro y de los autos, pero el destino fue caprichoso y los hizo rejoneador y torero, aun así, una vez tomada la decisión nunca se ha negado a que siguieran sus pasos. Es un padre dispuesto a todo por sus hijos y que siempre les brinda su apoyo, siempre que las cosas estén bien hechas. Incluso después de haberse retirado de los ruedos, reapareció para poder dar la alternativa a Fauro.

 

¿Qué es lo que te llevó a vincularse al toro y dedicar su vida a el?

Es una casualidad mi vida, porque mis padres vivían en África y vinieron a México porque a mi padre le cambiaron el sitio del trabajo.  Él vivía en Ghana y su plan era que yo naciera ahí, pero a los pocos meses nací en México. Entonces, mi madre, habiendo sido una mujer muy culta y sobre todo una mujer que quiso siempre adaptarse a los países en los que vivió, lo primero que buscó en México fue encontrarle el sentido a las tradiciones mexicanas  y una de ellas fueron los toros.

Ella fue a su primera corrida de toros al poco tiempo de llegar a México y se enamoró del colorido y entendió perfectamente de qué se trataba. De hecho, recuerdo que la primera vez que fui a ver una plaza de toros fue de la mano de mi madre, que no era ni siquiera mexicana. A partir de ahí empecé a frecuentar los toros hasta que un día, estando en la casa, me encendió el televisor y estaban pasando una película de la vida de Palomo Linares. Cuando yo vi eso, me quedé impactado. Después, en la escuela, casualmente, mis mejores amigos siempre fueron gente vinculada al toro.

Entre unas cosas y otras, mi vida se ligó al toro y hasta la fecha. Sin embargo, mi padre, que no era antagónico al toro, siempre me empujó para correr coches. Entonces, me fui a Europa como corredor de coches a muy temprana edad. Corrí varios años allá, incluso en la Fórmula 1 en el año 90 y aunque tenía que haber corrido la temporada 91, ya no se dio. Fui un piloto bastante bueno, pero mentalmente siempre estuve ligado al toro, porque lo de ser piloto fue una voluntad de mi padre, más que mía. Yo quería ser torero y nunca tuve la oportunidad, porque mi padre era un fanático del mundo automovilístico, pero por un quebranto con los patrocinadores, me regreso a México.

Una vez allí, a los 26 años empiezo a querer ser aficionado práctico, porque ya tenía demasiada edad para aprender a torear. Aprendí a torear a pie y toreé algunos festivales, pensando en haber dejado de lado la posibilidad de ser profesional. Sin embargo, en ese momento, conozco a un matador de toros, que en aquel momento era rejoneador y empecé a entender un poco de lo que se trataba, de subirme a caballo.  Así que, yo que iba todos los días a montar con don Pedro Luceiro, Enrique Fraga y Eduardo Fontanet, que en paz descanse, pues empecé un poco como de broma. Al final, terminé siendo matador de toros en el 95 y toreé unas 30 novilladas y unas 300 corridas de toros, aproximadamente.

 

Llega el momento en el que se convierte en papá y tanto Fauro como Bruno deciden seguir sus pasos, ¿cómo lo afronta? 

En aquella época trabajaba mucho con Eloy Cavazos. A él lo patrocinaba una firma de cigarrillos que se llamaba Raleigh, así que yo le abrí plaza en alrededor de 117 corridas de toros. Un año, incluso, toreé un total de 52 o 54 corridas en un año en México. Eso es muy muy difícil y muy duro, porque las distancias son enormes, pero es cierto que aunque los sueldos eran buenos por Raleigh, no me daba para vivir ya con mis hijos recién nacidos. Así que, en esa época, en la que trabajé mucho con Cavazos y me dio tantas oportunidades, decido retirarme.

Cuando llego a casa, después de haber tomado esa decisión en la Feria de San Marcos, lo primero que hice fue vender mi finca, mis caballos… hago desaparecer mi historia como torero y como piloto. Lo único que quería es que mis hijos no fueran ni pilotos ni toreros, así que me fui a vivir a un club de golf y metí a mis hijos a jugar desde muy pequeños. También les metí a velear, algo a lo que era muy aficionado, y tanto Fauro como Bruno y Ana María fueron a varios campeonatos, por lo que traté de empujarlos para que voltearan la cara lejos del toro. Sin embargo, se me olvidó un detalle, su madre, abuelo y bisabuelo son ganaderos… y se acabaron por hacer toreros. Lo único que les pedí cuando vi que empezaban a tomarlo en serio es que lo hicieran de manera profesional, porque es una profesión hermosísima, pero también muy exigente que merece todo el respeto del mundo.

La historia de Bruno es muy simpática, cuando tenía 13 años, en una fiesta campera en el rancho de su abuelo, echaron un semental con 550 kilos y ,por aquel entonces su hermano ya empezaba a torear, pues Bruno me preguntó si podía pegarlo un muletazo al toro, a lo que yo me negué. Sin embargo, me distraje un momento y cuando volteé estaba toreando, le pegó tres derechazos y el de pecho y vino directo a abrazarme. Sentía que el corazón se le iba a salir del pecho, yo no le pude reprochar nada, su arrojo fue tan brutal… Me quedé callado.

Un año después me dijo que quería ser torero y que habían tenido una idea Fauro y él. Quería vestirse de torero y hacer un quite en la novillada que toreaba su hermano, pero rápidamente le dije que esa idea no encajaba en nuestra casa y que si quería ser torero platicaríamos seriamente, pero no iba a consentir chuflerías. Cuando acabó el bachillerato, me invitó a comer y sacó una carpeta en la que me mostraba que se había apuntado a la Escuela Taurina de Madrid y a la Universidad allí. Solo me dijo que le apoyara para hacerse torero, así que yo le apoyé, pero como condición le puse que si iba mal en la universidad, lo iba a regresas a México. Va cumpliendo.

 

Incluso decide reaparecer ¿Cómo llevó ese regreso? ¿Cómo fue dar la alternativa a su hijo?

Creo que ha sido uno de los días más hermosos que he podido vivir, desde la preparación, desde la ilusión, la angustia y la preocupación porque salieran bien las cosas. Ese vaivén de sentimientos que tiene un torero antes de torear, multiplicado por dos. Nunca me imaginé compartir un paseo con mi hijo y estaba más preocupado por que le rodaran bien las cosas a él que a mí. Además, era una situación apretada porque, en el cartel éramos nosotros, Jorge Hernández y Juan Rivero Telles, así que era una tarde comprometedora, pero gracias a Dios, las cosas las hicimos bien y digo hicimos porque quien hizo empresa fue el Pollo Torres Landa en Juriquilla.

Por otra parte, volverme a poner en la cara del toro fue uno de los retos más grandes que he logrado hacer en mi vida, porque una cosa era empezar a entrenar y torear becerras y novillos, pero el toro es una dimensión diferente, un volumen diferente. Eso fue lo que más trabajo me costó, porque entrenar no me costó mucho trabajo, tenía voluntad e ilusión. De hecho el día del festejo, en el sorteo, querían que escogiera al toro por ser el más viejito y yo me negué, no iba a deshonrar la profesión, así que sorteamos y les dije que me iba a tocar el toro que quería. Así fue.

 

Nota mucha diferencia entre el mundo taurino en el que se formó, en el que creció, frente al que están ahora desarrollándose sus hijos

En el mundo taurino creo que se han mejorado muchísimas cosas. Ahora hay redes sociales, hay publicidades distintas, cuando yo me retiré, lo máximo que podías lograr era salir en un periódico de papel.
No había ni siquiera móviles, solo teléfonos móviles de los que podías llamar y se acabó. Ahora creo que tienes mucho más acceso a este mundo para estudiar a los toreros, llamar la atención del público o para darle más promoción a las plazas de toros.

Además, se torea muy diferente, hablo del toreo a caballo, es totalmente otra cosa. Nosotros salíamos casi a defendernos y ahora salen a torear. Por eso, la evolución del rejoneo ha sido brutal. Pienso que las empresas se han profesionalizado mucho.

La parte negativa que veo a la fiesta es que quien controla prácticamente a los toreros son las empresas, cuando yo toreaba, quien mandaba, prácticamente, eran los toreros. Los empresarios eran empresarios de una, dos o tres empresas como máximo. Ahora eso ha cambiado y el torero se convierte un poco en una necesidad y no en la parte principal. Eso es lo que me tiene contrariado, pero también es verdad que las empresas grandes aportan otros beneficios, hay más constancia y oportunidades para los toreros.

 

Desde su perspectiva de profesional taurino, ¿cómo está viendo su evolución?

Ellos acuden mucho a una escuela que yo les traté de imponer como base, que es un respeto profundo a esa profesión. Lo llevan al pie de la letra.  La segunda cosa que yo siempre les he transmitido es la educación taurina, que hasta la fecha no la han perdido, refiriéndose de usted a un torero más antiguo que ellos, a no cruzarte por delante de otro en el callejón, el vestirse bien, el no tomar ni fumar cuando hay compromisos, etc.

Creo que ha sido para ellos importantísimo, porque escalaron ciertos peldaños más rápido de lo que muchos toreros pueden pasar. El tenerme a mí mismo ha sido muy importante, ahora, ya lo que viene después, pues ya no es cosa mía. Queda que respeten esta profesión y que le den la importancia a la preparación que esta profesión exige, porque pones por medio tu integridad, tu integridad física y tu popularidad. Entiendo que son exigencias muy fuertes y sufro porque cuando los veo porque entiendo por lo que están pasando.

 

¿Qué tardes guarda en el recuerdo con especial cariño?

La primera vez que me impactó Fauro fue cuando sustituyó a Andy Cartagena en un cartel para la Plaza México hace tres años, de hecho él no tenía la alternativa. Había toreado muchísimo en los pueblos y le dieron esa oportunidad. Una semana antes de México, diez días, me dijeron que sí estaba puesto, que si necesitaban de él, que él estaba disponible, pero también les di otras opciones. No me imaginaba que una responsabilidad así la fuera a enfrentar con tanta solvencia. Fue el día que mejor lo vi toreando y la gente y la empresa quedaron encantados con él. También recuerdo la tarde de la alternativa con especial cariño y destaco su tarde en León, que fue otra corrida muy importante, con un llenazo y con dos figuras al lado.

 

¿Y en el caso de Bruno?

En el caso de Bruno, me impactó mucho cuando lo vi vestido de torero la primera vez en Colmenar de Oreja para su debut sin picadores. Cuando lo vi salir a la furgoneta, casi me da un infarto, pensando en que ocho años atrás me había dicho que quería torear y mirar dónde estaba ahora. También me impactó verlo en Guadalajara, en su presentación con caballos. Sin embargo, Bruno siempre me sorprende porque es una evolución constante, es un torero que no me esperaba, muy joven, pero con una capacidad de evolución brutal. A veces me asusta ese desinterés por cualquier cosa que no sea su carrera, cuando voy a España y duermo con él, trato de quitarme y no encontrármelo en el piso, asusta. Si sale a entrenar y estás por el medio, te pasa por encima. Hasta mala leche tiene. En el fondo hay que ser así, es más importante el trabajo que la virtud.

 

¿Cómo les ve en el largo plazo? 

Quisiera verlos realizados, pero en cómo los veo es complicado, porque la vida de un torero depende de muchas cosas.  Esto es una carrera de fondo, entonces hay toreros que duran muy poco porque también tragan mucho, y digo tragar en el sentido taurino, tragando lo que nadie quiere matar. Otros son más longevos porque a lo mejor han llevado su carrera con más calma.

Pienso que si ellos siguieran trabajando de esta manera los siguientes 10 o 15 años, creo que tienen un futuro muy importante y muy bonito, con el amparo de Dios y el cuidado. Porque aquí también hay accidentes que sin querer te quitan de esto.

 

¿Qué mensaje les mandarías?

El mensaje sería muy concreto, que nunca vayan a pisar un ruedo no estando preparados. Si pudiera darles otro mensaje, el segundo sería que sean respetuosos con la gente que los ayuda y con los más veteranos.

 

 

 

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