lunes, 29 de abril de 2024

Orden y mando

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 Crónica 

PATRICIA PRUDENCIO MUÑOZ

Madrid acogía la primera corrida mixta de la temporada y del serial Sanisidril. El rejoneador Diego Ventura y los matadores de toros Paco Ureña y Ginés Marín. Se lidiaron toros de Cortés de Moura para rejones y Montalvo para la lidia a pie. Los primeros de ellos dejaron movilidad, teniendo ritmo y obediencia. Los de Montalvo se vinieron abajo rápidamente, limitando el último tercio. El rejoneador encontró a un gran primero con el que se pudo expresar, el animal tuvo movilidad y obediencia, siguiendo a Ventura. El cuarto resultó ser un toro bueno, algo más parado, al que Ventura enceló, apurando las distancias. Paco Ureña, con el primero de su lote estuvo digno, no pasaba, se quedaba parado, le faltaba movilidad y empuje. Con el quinto, encontró pinceladas, a pesar de ser un toro parado de embestida informal con el que alargó a pesar de ver las opciones. Algo más le pudo sacar por el izquierdo, pero nada destacable. No había contenido. Ginés Marín insistió por ambos pitones, algo más por el izquierdo, ante un toro de pocas y nulas opciones. Con el segundo de su lote, dejó una faena importante en la que las alturas y los tiempos marcaron la diferencia. Fue una Faena de orden y mando de Ginés Marín ante un toro noble y muy escaso con el que encontró expresión, calando en los tendidos, con cadencia, suavidad y despaciosidad. Culminando con una gran estocada.

Abría la tarde “Giraldino” un toro de Cortés Moura al que Diego Ventura enceló y fijó en los medios, llevándolo en la grupa. Dejó el rejón de castigo con habilidad y acierto, para después continuar con el astado pegado a la grupa, que no dejó de seguirla. Ventura enceló, manteniéndolo metido en todo momento, recorriendo toda la plaza. En las banderillas, lo puso en largo y cautivó al quiebro. Tenía movilidad, prontitud y obediencia el animal, en cuanto Ventura arrancaba el astado hacia lo propio, teniendo que dejar los palos al encuentro. Se lo ciñó, mostrándolo y corriéndolo, luciéndose en cada palo. Tomó las rosas, para las cuales lo cerró en el medio, envolviéndolo. Tras acercarse a tablas y coger un par de banderillas, se dirigió a los terrenos del cuatro, se apoyó en el estribo y dejó el par en el sitio. Culminó con el rejón de muerte.

Salió el segundo de la tarde, al que Paco Ureña saludó entre verónicas. Madrid degustó el tercio de quites, en el que Ureña y Ginés Marín se lucieron por chicuelinas y gaoneras. El diestro, antes de empezar a pasarlo por la muleta, brindó a Pepín Jiménez. Después, bordeando las tablas se fue al encuentro con el animal, al que citó en la media y larga distancia, pasándolo por estatuarios, mientras se mantenía anclado en la arena, un inicio que remató por abajo, arrastrando el morrillo. Siguió sobre el pitón derecho, bajándole la mano, barriendo el albero, arrastrando la embestida, llevándola humillada. Lo que no tenía era prontitud, por lo que había que insistirle y citarlo con firmeza para que entrara en el muletazo. Al natural, esperándolo, de uno en uno, alargando el trazo y bajándole la mano, echando riñones, diseñó las tandas. Mucha voz y mano firme fueron algunos de los recursos a los que Ureña recurrió. El animal cada vez se paraba más y aunque terminaba entrando, lo hacía sin ritmo. La espada quedó baja, pero fue suficiente para que el animal doblara.

“Sosegado” saltó al ruedo y Ginés Marín primero recogió la embestida en la brega, envolviéndola para después estirarse con ella brevemente. El extreneño tomó la ayuda, la espada y la montera, pidió permiso y se dispuso bajo los terrenos del 10, pasándolo genuflexo en el tanteo, pero al mismo tiempo ganándole terreno. Lo sacó del tercio y siguió tirando del animal hasta aproximarnos a los medios. Sería allí, donde tomaría la muleta con la mano derecha, citándolo en la media distancia, aprovechando la inercia para envolvérselo. Las salidas por alto afeaban, en una de ellas, en el pase de pecho, se le quedó encima. Siguió, ahora bajo los terrenos del cinco, abriendo el compás, estirando el muletazo abajo, pero sin limpiarlo ni que el animal vaciara la embestida. Cambió al natural, dando mayor amplitud con los vuelos, dejándole el pico en el morrillo, echándoselo con suavidad, y encauzando la embestida, pero cada vez se lo pensaba más, costándole entrar al cite. El animal tardó en doblar, amorcillándose en tablas.

A “Giraldito”, el segundo de rejones, Ventura lo enceló hasta pararlo, dejándole el rejón de castigo. Parecía haber cantado pero Ventura recogió al animal encelándolo en la grupa, moviéndolo, sin apartarle los cuartos traseros de la cara. Intentó que lo siguiera en todo momento, pero era algo más parado y no colaboró tanto con el rejoneador. Cambió la cabalgadura y dio paso a las banderillas, para las que lo dejó en largo para después lucirse al quiebro. Logró la ligazón y fijeza del animal, llegando a los tendidos. Para lograrlo tuvo que apurar las distancias, dándole movilidad y transmisión a su labor en el ruedo. Lo corrió de lado, bordeando el anillo, para después sacarlo a los medios, pararlo y bailarle al compás de las palmas. Falló con la banderillas, pero tenía al público entregado. Compensó con el resto de palos, para los que volvió a dejar en largo y buscar el encuentro en el quiebro. Se lució también con las banderillas cortas, que dejó a toro parado mientras lo envolvía. Fue certero con el rejón de muerte.

Ureña se fue encerrando en tablas en el saludo capotero con “Tomatino”, con el que no logró lucirse, aunque sí meter en el capote. El tercio de banderillas reinó el caos. Lo esperó con quietud, pasándolo genuflexo, todo por abajo, al tiemponque le fue sacando de tablas y lleva do al tercio. Una vez fuera del mismo, lo pasó lo colocó y eligió el pitón derecho. Dejó pases aireados que después acompañó con el toreo por abajo, buscando el sitio, pero sin terminar de encontrar el acople. Cambió al natural, estirándose a su paso, tratando de alargar el natural. Le dio una continuidad intermitente con el uno a uno esperándole en la salida con la franela puesta abajo. Cada vez le costaba más atender al cite, a pesar de que Ureña le insistiera en el morrillo, pasaba, pero sin clase, con una embestida informal. Retomó el pitón derecho, insistiendo con la tela en la cara, pero antes de abrochar la tanda se fue directo a por la espada.

Ginés Marín cerraba la tarde saludando al sexto, un toro que salió ligeramente suelto, pero con el que se pudo estirar a la verónica, al tiempo que le ganaba terreno y lo fue sacando a los medios. En el tercio de banderillas, Fernando Pérez tropezó, pero el astado, un toro noble, no hizo por él. Salió a los medios, brindó al público e inició la faena de muleta. Tomó la franela y lo trasteó por abajo, llevándolo genuflexo, para después seguir pasándolo fuera del tercio en un inicio ovacionado. El animal se arrancaba en la larga distancia y se empleaba en las demandas del diestro que aprovechó la inercia para darle continuidad. No podía bajarle la mano en exceso, ya que el animal caía sobre el albero. Cambió al natural, dejándole el vuelo de la salida algo más alto, manteniendo la altura. Le dio tiempo y sitio, dejando que  el animal recuperara antes de someterlo en la tela. Volvió al pitón derecho, dejando que la cadencia se impusiera, llevandoselo a la cadera con suavidad y despaciosidad. Buscándolo a pitón contrario y dejando el brazo hasta el final, logró alargar la embestida, dejándosela puesta, para después echarle los vuelos al morrillo y terminar de hacerse con el, un toro escaso que no se lo puso fácil y que tuvo que hacer la faena. Se tiró con todo y la espada quedó en el sitio, siendo efectiva.

Madrid. Toros de Guiomar Cortés Moura y Montalvo para Diego Ventura, ovación y oreja; Paco Ureña, tímida ovación y tímida ovación; Ginés Marín, silencio y oreja  tras aviso

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