lunes, 29 de abril de 2024

Borja Jiménez y Juan de Castilla, oreja en la primera semifinal de la Copa Chenel

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Crónica 

PATRICIA PRUDENCIO MUÑOZ 
La localidad madrileña de San Agustín del Guadalix ha acogido, este sábado 15 de abril, la primera semifinal de la Copa Chenel. Los diestros Borja Jiménez, Juan de Castilla y Rafael Serna se midieron a los astados de Cuadri y Baltasar Ibán. Fueron estos últimos los que dieron mayor sabor y movilidad en las faenas. Con los de Cuadri dosificaron y aguantaron las embestidas.  La tarde, marcada por el uno a uno, se planteó compleja desde el inicio, sin demasiados triunfos, con faenas en las que hubo que buscar las teclas. Los astados fueron exigentes y la insistencia, en algunos casos, no fue suficiente para darle forma a la tarde. Una tarde fría en la que Borja y Juan pasearon una oreja. Aún así, la rotundidad de las espada desvaneció las opciones de triunfo. 
“Trastero” de Cuadri abría la tarde en San Agustín del Guadalix, ovacionado en su salida. Borja Jiménez salió para meterlo en su capote y diseñar un saludo medido en el que se lució con gusto. Entró al caballo y tras recibir un único puyazo se cambió el tercio. Llegó la faena de muleta. Lo tanteó junto a tablas, tocándolo, ganándole terreno hasta sacarlo a los medios. Tomó la franela sobre el pitón derecho, dándole el pecho, dejándosela puesta tirando de la embestida. Le marcó el recorrido, intentando no cerrárselo en la cadera. Cambió la muleta de mano, cruzándose y buscándolo a pitón contrario, dejándole el engaño en el morrillo, adelantándole la muleta para llevarlo metido, hasta el final. Retomó el pitón derecho, pero el vuelo empezaba a molestar cada vez más, descubriéndolo. Tuvo que insistirlo abajo, con brusquedad para que atendiera al cite, ya que al animal le costaba atender. Fue un toro parado al que hubo que robarle las embestidas, no bajaba la cara y solo atendía muy en el sitio y al toque brusco. Borja le insistió, pero en los últimos compases ya no estaba con él, estaba más pendiente de lo que sucedía a su alrededor, que a las demandas del diestro. En la suerte suprema, fue a tirarse y el de Cudri le volvió la cara, teniendo que volver a repetir la suerte para hundir el acero. Tuvo que pasaportarlo en el golpe de descabello.
Continuó la tarde Juan de Castilla, que frenó en su capote a un astado de Baltasar Ibán, también ovacionado en su salida. El diestro no esperó para saludarlo y bregarlo hasta meterlo en el percal y ganarle terreno hasta sacarlo a los medios, logrando estirarse con el animal. Fue un astado complicado que hizo hilo y que puso en más de un apuro a los de plata durante los tercios de varas y banderillas. Tras brindar, se fue directo a su encuentro, bordeando las tablas, dejándolo en la larga distancia, recibiéndolo genuflexo en la tela, aprovechando la inercia. Siguió sobre el pitón izquierdo, abriéndolo, separándolo del cuerpo, propinándoselos de uno en uno, pero sin evitar que le buscara. Se cruzó y le citó con los vuelos, prácticamente en el morrillo, enganchando la embestida de principio a fin. Se encajó con el animal y poco a poco fue ahormando la faena a base de naturales. Sin embargo, la continuidad fue intermitente, ya que después del primer pase le costaba tragarse los siguientes. No culminó la faena sin antes mostrarlo por el pitón derecho, un pitón por el que a base de valor seco, sacó provecho a lo poco que el animal le ofreció. Cerró con unas benardinas y lo pasaportó con una estocada en la que se tiró con todo, pero que quedó defectuosa.
Rafael Serna saludó a un nuevo astado de Cuadri al que recibió genuflexo, para después sacarlo del tercio paulatinamente, templándolo con gusto y delicadeza en la seda. Se alcanzó el último tercio y el diestro se fue a los medios para brindar. Sin embargo, se iría hasta las tablas, donde Serna se puso para esperar genuflexo, pasándolo por ambos pitones, tocándolo. Las probaturas fueron breves, ya que una vez fuera del tercio, se puso con el, toreándolo con suavidad sobre el pitón derecho, dejándosela puesta, dándole continuidad a esa primera tanda.  Cambió la muleta de mano, para empezar a mostrarlo al natural, teniendo que perderle pasos, parar y recomponer hasta encontrar el sitio con el animal. En el cuarto pase logró romperse y alargar la embestida, llevándolo hasta el final. Eligió los medios, terrenos en los que configuró la faena. Uno a uno, sin lograr que el de Cuadri, completara el natural, trató de limpiarlos. Retomó el pitón derecho, encontrando una embestida tranqueante a la que intentó darle continuidad para que no parase. Decidió no alargar más la faena y cambió la ayuda por la espada, una espada con la que no encontró acierto.
Marcaba el ecuador del festejo un toro de Baltasar Ibán al que Borja Jiménez saludó con gusto, alternando lances por alto y por bajo, tirando del animal hacia adelante, hasta sacarlo a los medios. El de Baltasar Ibán cada vez gustaba más y Borja quiso aprovechar para hacer el quite por chicuelinas. La faena de muleta, el sevillano la empezó después de brindar al público. Se pegó a tablas, recibiéndolo genuflexo, buscándolo por abajo, pasándolo por ambos pitones, luciéndose con aquellas primeras embestidas en las que el animal metió bien la cara. Continuó con la mano derecha, tirando hacia adelante, luchando contra el hándicap del viento. Se empezó a encajar con el astado, toreando a placer, encontrando acople en aquellas embestidas repetitivas y pulcras. Cambió al natural iniciando el cite a media altura para después bajarle la mano paulatinamente. El de Baltasar Ibán dibujaba el muletazo con el morrillo en el albero. A pesar de la entrega, Borja dosificó y cuidó las embestidas, dándole tiempo y sitio antes de retomar las series. Había que ir despacio, así se entregaba y vaciaba la embestida, ya que al tocar la tela era cuando se descomponía. Cada vez se quedaba más corto, a pesar del empeño del matador en guiarlo y llevarlo hasta el final, por ello, en los inicios de cada serie lo citó con los extremos de la muleta, alargando el recorrido, ya que cada vez que se la ponía plana no culminaba el pase. Culminó por abajo, altura en la que más se lució el de Baltasar Ibán. Se tiró con todo y dejó un estoconazo con el dobló.
Saltó al ruedo un astado de Cuadri, acalambrado, descompuesto y tocado de las manos. A pesar de que Juan de Castilla lo recogió y bregó cuidadosamente, no tardó en caer sobre el firme. Sería entonces cuando el presidente decidiera devolverlo a corrales, sacando el pañuelo verde. En su lugar salió Jabatero, también de la ganadería de Cuadri. Salió rematando en tablas, mostrando cierta incertidumbre. El colombiano simplemente pudo bregarlo, sin excederse, recogiendo la embestida y guiándolo. Aquella incertidumbre la mostró en los tercios de varas y banderillas, complicando la labor de los de plata. Cambió el tercio y Juan de Castilla lo recibió genuflexo, entre probaturas. No tardó en tirar del animal y cambiar los terrenos, sacándolo tercio, para empezar a llevarlo sobre el pitón derecho. Tiempo y sitio, abriendo y recogiendo, marcando los pases a un animal que no le dio facilidades, reservón y con salidas secas. Cambió de mano, mostrándolo al natural, uno a uno, en una faena laboriosa. Retomó el pitón derecho, pitón por el que más se “dejó”. Le costaba atender al cite, pero el colombiano siguió en su empeño, acortando las distancias para arrancarle las embestidas, unas embestidas que entregaba del tercio hacia tablas. Volvió al pitón izquierdo, para dejar una tanda que daría paso de nuevo al derecho. Cambió la ayuda por la espada y lo cuadró, pasaportándolo.
Cerraba la tarde un ejemplar de Baltasar Ibán al que Rafael Serna saludó con la rodilla en tierra junto a las tablas. Se levantó y le fue ganando terreno hasta sacarlo a los medios, al tiempo que se estiraba y lucía con el. Reinó el caos en el tercio de banderillas, que acabaron de poner los palos uno a uno. Serna lo recibió en la franela, tratando de sacarlo de tablas, donde el animal apretó, soltándole la cara, quedándose el animal encima. Tomó la franela sobre el pitón izquierdo, al natural, tratando de darle mayor amplitud a la embestida, abriéndola sin quitarle la muleta del morrillo. Dejó que el pico de la muleta marcara el recorrido, curvándola y dejándole preparado para el siguiente natural, dándole continuidad, a una faena intermitente. Cambió y lo mostró por el pitón derecho pase a pase, rectificando, perdiéndole pasos sin encontrar acople con el de Baltasar Ibán, que colocaba la cara sin bajarla. Encontró la armonía al recuperar el pitón izquierdo. No dejó de soltarle cara alta en más salidas y Rafa dejó pinceladas en el uno a uno. Lo cuadró en la suerte suprema, pero el acero quedó defectuoso. Dobló con el verduguillo.
Plaza de toros de San Agustín del Guadalix. Toros de Cuadri y Baltasar Ibán para Borja Jiménez, ovación; Juan de Castilla, oreja tras aviso y vuelta al ruedo; Rafael Serna, silencio y palmas.

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