viernes, 3 de mayo de 2024

Doble Puerta Grande de valor y pellizco

Facebook
Twitter
WhatsApp

Crónica 

PATRICIA PRUDENCIO MUÑOZ 
Torres de la Alameda acogió la segunda tarde la Copa Chenel, en la que los matadores de toros Rafael González, Isaac Fonseca y Calerito se midieron a los de Concha y Sierra y Antonio López Gibaja. El encierro no dejó las opciones que se esperaban, les faltó ese punto de transmisión que calara en el público. Fueron complicados, en los que los tiempos jugaron un papel fundamental, dominando la incertidumbre en la tela. Destacaron el quinto y el sexto, dos toros de Concha y Sierra que tuvieron fondo y fijeza. Sin embargo, si hay que hablar de uno, sería del sexto, un toro de nombre “Sorprendedor”, premiado con la vuelta al ruedo. Isaac Fonseca fue, quizá, el nombre de la tarde, paró el tiempo y privó la respiración en los tendidos. Sufrió un serio percance del que se esperaba lo peor. Logró recomponerse y cortarle una oreja al de López Gibaja. Obtuvo la Puerta Grande con el segundo de su lote, con el mejor toro de la tarde, al que le cortó una oreja. Calerito no se quedó atrás, por su parte, con el corte del toreo clásico, de gusto y pellizco que pudo expresar con el sexto de la tarde. Este fue un astado extraordinario. Rafael González se quedó sin opciones con el cuarto, aunque en el primero de la tarde recibió una sonora ovación, no terminó de calar.
“Granadino” de Concha y Sierra abrió el festejo en las manos de Rafael González, que lo frenó y envolvió, intentando que no se le fuera. Logró meterlo y sacarlo a los medios a base de verónicas, hasta rematarlo. Culminados los tercios de varas y banderillas, Rafael González salió a los medios para brindar al público. Inició la faena a pies juntos, pasándolo por ambos pitones, ayudándolo por alto, andándolo, para terminar de sacarlo del tercio. Se dispuso con la muleta sobre su mano derecha, tirando del animal hacia adelante, a media altura, ayudándolo a embestir, dándole mucho tiempo entre muletazo y muletazo, dosificando las fuerzas del astado. Siguió, con ritmo, en el sitio, llevándolo metido en tandas cortas, de dominio pero muy a favor de las condiciones del de Concha y Sierra. Cambió al natural, dejándole la muleta en la cara, tratando de alargar el trazo, bajándole más la mano. Sin embargo, no tardaría en recuperar el pitón derecho, ya en el tercio, adelantándole la mano y metiéndole los vuelos en la cara para que atendiera al cite, ya que cada vez perdía más prontitud y le costaba seguir el engaño. Cerró por manoletinas, buscando abajo. Mató con aseo.
“Arrestado” de la ganadería de Antonio López Gibaja, aplaudido en su salida, le tocó en suertes a Isaac Fonseca. El mexicano lo saludó de rodillas con una larga afarolada junto a los burladeros. Después, se levantó y siguió, estirándose con el, pero el astado se lo pensaba, miraba y no dejó que Fonseca rematara el saludo. Con un buen tercio de banderillas, en el que Juan Carlos Rey, Tito y Cachorro recibieron una sonada ovación, se daba paso a la faena. Fonseca se fue a los medios para recibirlo en la muleta, pero en el intento de cambiárselo por la espalda, se lo llevó por delante, prendiéndolo feamente y quedando sobre el albero. Se vivían momentos de angustia en los tendidos, se esperaban noticias desde la enfermería. Fonseca volvió a salir, para recibirlo en su muleta, ayudándolo en todo momento. El animal era incierto y buscaba, sabía dónde estaba el cuerpo, sabía lo que dejaba atrás. Intentó sacarlo poco a poco más allá del tercio, alejado de referencias para el de López Gibaja.  Lo toreó en las distancias cortas, metiéndose entre pitones, entre la incertidumbre. Sobre el pitón derecho, en aquellos terrenos en los que el dominio y mando fueron para el mexicano. El de López Gibaja estaba a todo y a nada, por lo que la complejidad de la faena iba en aumento después de cada muletazo. Siguió, pero ahora sobre el pitón izquierdo, mostrándolo al natural, marcando su recorrido con la ayuda, tratando de abrirlo y darle salida, aunque sin dejar de apurar en las distancias cortas, ganándole la partida al de López Gibaja, con el que tuvo que tragar y aguantar. Cerró por ayudados, con un paso adelantado, ganándolo. El animal dobló con el golpe de cruceta.
Salió el tercero de la tarde, un ejemplar de Antonio López Gibaja, al que saludó Rafael González en un recibo bregado, en el que pudo alternar con algún que otro lance lucido. Sin embargo, las protestas se adueñaron de la plaza a ritmo de tango. Se pedía el cambio de animal, pero el presidente no accedería a ello hasta el tercio de banderillas. En su lugar, salió “Coscorrón”, sobrero de Concha y Sierra al que Calerito logró saludar después de que se recorriera la plaza. Una vez dentro, andándolo hacia atrás, recibiendo la embestida, logró envolverla y meterlo en los medios. Llegó el último tercio y Calerito lo recibió, por alto, buscando el pitón derecho, tirando del animal hacia adelante. El animal bajaba la cara al inicio del muletazo, después la levantaba y seguía la tela sin demasiada entrega. Atendía en la larga distancia, por lo que el espada lo aprovechó para después, con la inercia ligar una serie completa. Aunque soltaba la cara, Calerito trató de limpiar el muletazo en todo momento para evitar que desluciera la faena. Fue noble y pronto en los primeros cites, en los siguientes ya había que adelantarle la franela y metérsela en el morrillo para enganchar su embestida y meterla. A pesar de que se quedara corto, el diestro no dejó a media el último tercio, siguió insistiendo y gustándose con el toreo en redondo. La espada quedó tendida.
“Obleo” de Antonio López Gibaja marcó el ecuador del festejo en las manos de Rafael González, que sólo pudo bregarlo en el saludó capotero. Se metió por dentro, soltando las manos arriba. Se inició la faena de muleta entre tanteos, muy suaves, ligeros, ya que el animal perdió las manos en el primer pase. González reestructuró el inicio, le bajó la mano, le dio tiempo y uno a uno, muy despacio, lo fue metiendo en la faena. Sin embargo, seguía metiéndose por dentro, entrando al cite muy recto, sin seguir los vuelos. Constantemente tuvo marcar y fijar, abriendo para evitar que se le echara al cuerpo y se le quedara encima. No había opciones para el triunfo con el cuarto de López Gibaja. Lo pasaportó.
Isaac Fonseca salió para saludar al quinto de la tarde, un astado de Concha y Sierra que se metía por dentro y se volvía con prontitud. El mexicano lo bregó ganándole terreno hasta sacarlo a los medios. Salió a los medios para brindar al público, seguidamente, se fue al tercio para tantearlo por ambos pitones, primero por abajo y después llevándolo al paso. Una vez en los medios, empezó a torearlo, envolviéndolo a su alrededor. Continuó con la muleta en su mano derecha, con firmeza y poder, guiando la embestida. Encontró la ligazón y prontitud con un astado de Concha y Sierra que empezaba mejor que acababa, sin terminar de humillar al completo, pero que no dejaba de pasar bajo las órdenes del mexicano. El animal se arrancaba, ya en los últimos compases, en largo, después solo tuvo que seguir la inercia y aguantarle en el sitio. Dosificó las tandas y marcó los tiempos, dándole sitio, dejando que se recuperara antes de empezar una nueva tanda. El de Concha y Sierra, fijo en la tela y con aguante para varias tandas más, se dejó con buenas condiciones, dejando que Fonseca se expresara y pudiera mostrarse y mostrarlo. El animal tardó en cuadrarme, no paraba, pero Fonseca logró meterle mano y pasaportarlo.
“Sorprendedor” de Concha y Sierra cerraba la tarde en las manos de Calerito que trazó un saludo capotero de gusto por verónicas. Con mucha voz lo mantuvo dentro de la seda, que le ganó los terrenos hasta sacarlo a los medios, donde lo remató con una media. Calerito se fue hasta los mismos medios para iniciar la faena de muleta, esperándolo de rodillas y recibiéndolo con un pase cambiado de rodillas. Aprovechó la inercia de las distancias largas para mantenerlo con el en esos primeros compases. Siguió sobre el pitón derecho, con gusto, con el toreo de pellizco que tanto disfruta, gustándose y gustando al respetable. Midió los tiempos y los muletazos, mimando a un toro que se variaba por el pitón izquierdo. Cruzadito y en el sitio, se rompió con el, formándola en la plaza. Cada vez pedía el cite más en corto, pero siempre con prontitud, para después dar paso a la cadencia de Calerito y la clase del de Concha y Sierra. El astado metía la cara abajo, siguiendo con celo los vuelos, humillando, vaciando las embestidas. Culminó su faena y lo cuadró para dejar media estocada en el sitio.
Torres de la Alameda. Toros de Concha y Sierra y Antonio López Gibaja para Rafael González, ovación y palmas; Isaac Fonseca, oreja y oreja; Calerito, vuelta al ruedo y dos orejas.

Entradas Relacionadas

Scroll al inicio