viernes, 3 de mayo de 2024

Juan de Castilla y Rafael Serna, doble Puerta Grande en Moralzarzal

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Crónica 

PATRICIA PRUDENCIO MUÑOZ 
Moralzarzal acogió la cuarta corrida de toros de la Copa Chenel. Filiberto, Juan de Castilla y Rafael Serna se midieron a los de José Enrique Fraile Valdefresno y Toros Mollalta. La primera mitad del festejo estuvo marcada por los de Mollalta de condiciones inciertas y que no dejaron nada para el triunfo, pedían mando para dejarse llevar y los diestros se lo facilitaron. A partir del cuarto la tarde cambió, no sería con “Pelotillo”, pero sí con el quinto y sexto, dos toros que a pesar de su querencia, si se les sujetaba en los medios permitían la expresión y el lucimiento, midiendo la altura, la distancia y los tiempos, dejándolos respirar y dosificando para que volvieran a la tela, siempre puesta y con la mano adelantada para enganchar las embestidas. Juan de Castilla y Rafael Serna desorejaron a los segundos de su lote, siendo los dos los de José Enrique Fraile Valdefresno. 
“Jazminito” de Toros de Mollalta abría la tarde en las manos de FIliberto, que trató de lucirse, pero solo pudo bregar a un animal que se plantea huidizo y que entraba recto, metiéndose por dentro, midiendo, reservado. Se alcanzó el último tercio, no sin antes pasar los complicados tercios de varas y banderillas. El murciano se fue a los medios para brindar al público, después, regresaría a las tablas para tantearlo por ambos pitones, atándolo en corto para que no se le fuera, manteniéndolo en la tela. Tomó la muleta sobre el pitón izquierdo y en el primer natural le soltó la cara. Siguió, abriéndolo, dándole salida, llevándolo con los vuelos, despacio. Era un toro al que había que mandar, sujetarlo con la tela en el morrillo, ya que no quería, rápidamente lo cantó. Volvió al tercio, donde las embestidas lo llevaron. Necesitó mucha voz y un toque firme y poderoso, que lo metiera y condujera una embestida, en ocasiones bastante incierta. Continuó con la franela sobre su mano derecha, uno a uno, parando y recomponiendo, acompañando el recorrido con todo su cuerpo. El de Mollalta cada vez se quedaba más corto. Falló con la espada.
Saltaba al ruedo “Floristo” otro toro de Mollalte al que frenó Juan de Castilla, que sin dejarlo correr, lo recibió en la seda, estirándose con el, ganándole terreno hasta sacarlo a los medios. Tras un largo castigo en el caballo llegó el quite del colombiano, en el que se lució con gusto. Hubo una sonora ovación en el tercio de banderillas para los de plata. Brindó a su padre y se fue a su encuentro, con la muleta a la espalda, bordeando las tablas. Lo citó en la larga distancia, para después aprovechar la inercia, recibiéndolo en la franela por abajo, con un tanteo genuflexo que culminaría por alto más allá del tercio. Se dejó la muleta en la mano derecha, arqueándose, acompañando la embestida, llevándolo con su brazo hasta el final. Tocó, fijó y lo metió, adelantándole los vuelos, para dejárselos en el morrillo para tirar del animal. Siguió sobre el mismo pitón, el derecho,  aguantando en el sitio, buscándolo a pitón contrario. Decidió mostrarlo al natural, con un trazo largo y abierto, llevándolo recto, limpiando el muletazo, evitando que se descompusiera. El de Mollalta exigía el sitio y la altura para parecer sus embestidas al colombiano, quien se mantuvo intentando enganchar una embestida con otra. Retomó el pitón derecho con un animal noble, que bajaba la cara y se entregaba algo más sobre ese pitón. El colombiano, que exageraba el trazo, logró robarle los pases y que los culminara, aunque ya fuera metido en tablas y entre pitones. La espada empañó su faena, lo alto con el golpe de cruceta.
Salió “Perdido”, un toro que según iba corriendo la plaza se apreció su problema de visión. El presidente sacó el pañuelo verde y en su lugar salió el sobrero de Mollalta, de nombre ” Granadino”. Rafael Serna lo frenó y rápidamente se pudo estirar con él a la verónica. Brindó desde los medios y despues fue a su encuentro, sacándolo del tercio por abajo, cambiando los terrenos. Lo dejó en los mismos medios, allí, sobre el pitón derecho le dio continuidad, ligando los muletazos, bajándole la mano. Sin embargo, la continuidad llegaba con intermitencia, así que cuando conseguía arrancarle una embestida trataba de dejársela puesta y encontrar el siguiente pase. La entrega del de Mollalta brillaba por su ausencia, se fue a tablas y no hubo manera de sacarlo de allí. Seguía soltando las caras, intentando ponerse en las tablas, dándole todas las ventajas, pasándolo,  sabiendo que las opciones de triunfo en este tercer toro se esfumaban. Embestía a base de arreones, así que tuvo que aguantarlos. Lo miraba, cada vez con más agresividad, así que aportó la calma a una faena que carecía de contenido. Le metió la mano con aseo, dejando una estocada entera y efectiva. El percance llegaría cuando Vicente Herrera se acercó a apuntillarlo, teniendo que ser trasladado a la enfermería.
Marcaba el ecuador del festejo un toro de José Enrique Fraile Valdefresno al que saludó Filiberto, con gusto, templando esas primeras embestidas en el capote. Lo recibió por alto en la franela, templando los primero compases mientras le ganaba terreno. Filiberto quiso aprovechar la inercia de las distancias largas, para envolvérselo a su alrededor y ligar los muletazos. Sin embargo necesitaba la tela puesta en el morrillo, ya que a la mínima oportunidad se desligaba y se iba a tablas. El murciano, exprimió la movilidad inicial y trató de mantenerlo en los medios, pero había vuelto a cantar su querencia a tablas. Lo toreó donde se dejó, cerca de la puerta toriles, allí logró desarrollar su faena. Por el pitón derecho, le exigió por abajo dejándosela puesta, siguiendo aquella embestida protestona a la que no le gustaba sentirse podida. Filiberto volvió a intentar tirar del astado, pero marcó sus terrenos y, ahora, sobre el pitón izquierdo, uno a uno, con mucho vuelo en la cara le sacó lo que pudo, estando por encima del animal. Retomó el pitón derecho, aguantando con la mano abajo, en el sitio, con mucha voz, guiando las embestidas para que se adentrará en el trazo. Falló con la espada.
Juan de Castilla saludó a “Cigarro”, un animal que salió rematando en tablas. Lo saludó con quietud, esperándolo a que volviera a la seda, muy en torero. El colombiano despertó los tendidos, con su inicio de faena. Lo esperó de rodillas desde los medios, citándolo de lejos, para ligarlo allí, sin levantarse aprovechando la inercia, dándole continuidad sin probaturas. Juan de Castilla siguió sobre el pitón derecho, intentando que no parase, manteniéndolo metido en la franela. Le dejó los vuelos en el morrillo, con la tela siempre puesta, evitando que se le rajara y se le fuera a tablas. Fue un tira y afloja de poder a querencia. Le bajó la mano, toreando de riñones al de José Enrique Fraile Valdefresno, sin dejar de acompañar la embestida. Logró a base de tirar y recomponer el último tercio, mantenerlo en los medios. Cada vez se descomponía más y le costaba atender al cite, pero lo obligó a tragar y pasar, marcando los inicios y finales de cada pase. Juan de Castilla se puso con rectitud, tirando de la misma manera de las embestidas del astado, metiéndose entre pitones, pasándolo, viendo que se metía por dentro y se quedaba cada vez más corto. Culminó de la misma manera que empezó, de rodillas, solo que ahora con la muleta a la espalda.
“Mariposito” y Rafael Serna cerraban la tarde. El diestro lo saludó genuflexo, pero el animal salía suelto y tuvo que ser Rafael quien dominara la situación, yéndose a su encuentro, pudiendo estirarse en los medios con él, ya metido en la seda. En el inicio del último tercio lo probó por ambos pitones y rápidamente empezó a torearlo sobre la mano derecha. Le tomó la distancia, dejándosela muy plana en la cara, perdiéndole pasos. No lo quiso asfixiar, así que le dio tiempo y sitio, dosificando sus fuerzas. El animal entraba, pero sin fuerza. No le bajó la mano, le llevó a media altura, adelantándole la mano para enganchar la embestida. La continuidad se medía uno a uno, tirando del animal hacia adelante, ya que quería más que podía. A pesar de que no tenía una embestida armoniosa, uniforme, no le deslució la faena, simplemente pedía un acople entre ambos. El espada encontró el compás al que pedía y podía bailar el de José Enrique Fraile Valdefresno. Seguía arrancándose en la media y larga distancia, así que la inercia hicieron el resto en las manos de Serna, que con temple, despaciosidad y una faena de muchos cuidados, logró exprimirlo, calando hondo en los tendidos, gustando y gustándose. Le dio las oportunidades y el diestro encontró las teclas, manteniéndole la altura, las distancias y dejándole recuperar entre tandas. Por poncinas y una estocada que, prácticamente, entró sola.
Moralzarzal. Toros de José Enrique Fraile Valdefresno y Toros Mollalta para Filiberto, ovación; Juan de Castilla, ovación tras aviso y dos orejas; Rafael Serna, ovación y dos orejas.

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