domingo, 28 de abril de 2024

Puerta Grande para las faenas artesanales y toreras de Ortega

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Crónica

PATRICIA PRUDENCIO MUÑOZ

Valdemorillo celebraba la segunda corrida de toros de su Feria. Un mano a mano entre Diego Urdiales y Juan Ortega, en el que se midieron a los astados de José Vázquez. Los astados dieron un juego limitado, las opciones de triunfo fueron escasas para Diego Urdiales. En los saludos capoteros no hubo lucimiento y en las faenas de muleta hubo que medir muy bien el tiempo y el sitio. Brilló por encima del resto el cuarto de la tarde, un toro que le tocó en suerte a Juan Ortega, con el que se gustó y gustó al respetable, tanto que lo levantó. Algo parecido ocurrió con el sexto, que fue de menos a más hasta exprimirlo, lo que le valió la segunda oreja de la tarde y, con ella, la Puerta Grande. El riojano Urdiales se llevó el peor lote de la tarde, no tuvo faenas que diseñar, a pesar de su dedicación, sus astados se mostraron desinteresados en la tela y en las demandas de este. Tuvo que afrontar un toro devuelto a corrales y medirse al sobrero, con el que acortó y pasaportó, ya que no le brindaba ninguna opción. 

Diego Urdiales recibió al primero de la tarde junto a tablas, recogiendo la embestida, trabajando con ella. Le costó meterlo en los vuelos, había que sujetarlo, ya que salía suelto. El de José Vázquez demandaba una cosa y le ofrecieron otra durante el tercio de varas, se empeñaron en llevarle la contraria. Se apuró en exceso en banderillas. Llegó la faena de muleta, la inició junto a las tablas, por abajo, genuflexo, enseñándole el camino, al tiempo que le ganaba terreno y lo sacaba a los medios. Siguió sobre el pitón derecho, logrando, entre la intermitencia de su entrega, robarle pases largos alrededor de su cintura. El astado era incierto y bastante brusco, por ello, ante la dificultad de la faena la música cesó. Cambió al pitón derecho, alargando el brazo y dándole salida, pero se le acaba viniendo por dentro, soltándole la cara. Recuperó la mano derecha, dejando una faena brusca en la que quedaron pinceladas de su toreo en dos o tres muletazos. Cambió la ayuda por la espada y falló en la suerte suprema, culminó con el descabello.

“Decisivo” saltó al ruedo y Juan Ortega, a base de intentarlo, logró meterlo y fijarlo en su capote, llevándolo por abajo, separándolo de las tablas, muy despacio. El segundo de la tarde puso empeño en el caballo. Salió a los medios y brindó al público. Para comenzar el último tercio se fue a los terrenos del siete y lo esperó genuflexo, pasándolo por ambos pitones, pero sin fijarlo. Cambió los terrenos y se fue a los medios, tratando de que no se le fuera. Continuó el tanteo, buscando el sitio. Tomó la muleta con la mano izquierda, bajándole el engaño, dejándole los vuelos en el morrillo, sin quitárselos hasta el final. Le adelantó el pico y le fue guiando, llevándolo muy tapado. Había alguna que otra mirada. Cambió de mano y siguió sobre el pitón derecho, dejándosela muy plana, limpiando el muletazo y calando en los tendidos. El de José Vázquez, en cuanto tocaba la tela, se descomponía y soltaba la cara, por eso Juan Ortega optó por el toreo lento y pausado, dosificando, parando y recuperando, estando en el sitio para citar y llevar. Le metió la mano y la espada quedó baja.

Diego Urdiales bregó al segundo de su lote con dificultades, el animal perdía las manos y caía al suelo. En el tercio de varas las protestas se intensificaron pidiendo su cambio. Finalmente la presidencia accedió al cambio. El diestro decidió correr turno y salió el que se iba a lidiar en quinto lugar. El saludo capotero fue escaso, salió suelto y sin interés alguno en el percal. El riojano se fue a su encuentro para empezar la faena, con un tanteo con el que lo pasó por ambos pitones. Ya llevaba la muleta en la izquierda, pero las embestidas eran intermitentes e inciertas. Urdiales continuó en su intento de darle forma a la faena, abriendo el natural, alargando el recorrido, llevándolo hasta el final y dejámdosela en la cara. Le arrojó los vuelos a la cara, enganchándolo así en el natural y llevarlo toreado, algo que empezaba a dar sentido y contenido al último tercio. Siguió sobre el pitón izquierdo, repitiendo la fórmula. Lo quiso también mostrar con la derecha, pero era más brusco, totalmente descompuesto, soltando la cara. Sin embargo, el empeño del riojano se fue imponiendo a base de paciencia, limpiando el muletazo. No tardó en volver al natural con un toro al que hubo que buscarle el sitio y el tiempo. Alargó en exceso y las protestas cada vez eran más notables. Mató y recibió una ovación.

Juan Ortega saludó al segundo de su lote con una ligera brega en la que no hubo lucimiento. Juan Ortega no esperó para comenzar el último tercio, lo fue a buscar y lo metió en la muleta evitando las distancias largas y la referencia a tablas. Lo sacó mas allá del tercio y logró despertár al respetable. Ahora ya con la franela entraba por el pitón derecho, dio paso a la cadencia, quietud y verticalidad. Los tendidos se levantaron para aplaudir esta primera tanda en la que torero y animal encontraron el compás y supieron bailar. El de José Vázquez rompió en la muleta, bajando la cara. Sin embargo, el diestro sevillano no quiso agotarlo y lo dejó reponer para volver a exigirle, esta vez al natural, cruzándose, tendiéndole la muleta en el morrillo y tirando del animal. Apostó por las tandas cortas, muy cortas, introduciendo algún que otro adorno. Tomó la muleta sobre la mano derecha y, con la cabeza baja y el paso atrás, lo vio pasar alrededor de su cadera. Siguió de rodillas, culminando una faena que estaba hecha. La espada deslució su labor.

Diego Urdiales recibió al quinto, un sobrero de la ganadería de José Vázquez, con el que tampoco hubo lucimiento, sino una labor de brega con la que fue ganando terreno poco a poco. Inició la faena entre probaturas, sacándolo a los medios. Allí eligió el pitón derecho, envolviéndoselo con ligazón. Lo tocó con firmeza y le adelantó la franela, con el uno a uno, dándole paso, pero sin terminar de calar en los tendidos. No había armonía en la embestida del sobrero, soltaba la cara, totalmente descompuesto en la muleta del diestro riojano, que lo intentó sin éxito. No había faena estaba totalmente fuera de ella el astado, solo quedaba pasaportarle. 

“Fusilero” y Juan Ortega cerraban la tarde en Valdemorillo con un saludo capotero con el que logró estirarse por abajo, recibiendolo genuflexo, por el pitón derecho se le metió por dentro. Inició la faena por ayudados por alto, pasándolo por ambos pitones, andándole y ganándole terreno. Culminado el inicio lo dejó respirar, dándole tiempo y sitio. Tomó la muleta con la mano derecha, curvando ma embestida, echándoselo a la cadera. La embestida era desigual, a base de arreones, aunque el sevillano logró evitar que le tocara la tela. Cada vez era más brusco y los naturales perdían pulcritud y armonía. A pesar del desinterés del astado, Ortega siempre le mantuvo la franela en la cara, por lo que a base de empeño y de no asfixiarlo,  logró que el animal entrara en la tela. Fue depurando las impurezas del astado, un astado al que decidió no llevarlo la contraria y exprimirlo. Terminó en el tercio de los terrenos de cuatro, lugar que eligió para ejecutar la suerte suprema. Entró con todo, dejando que los pitones viajaran por zonas comprometidas. La espada entró, pero lo pasaportó con el descabello.

Valdemorillo. Toros de José Vázquez para Diego Urdiales, silencio, ovación y silencio; Juan Ortega, ovación, oreja y oreja.

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