miércoles, 8 de mayo de 2024

Miguel Ángel Perera abre la Puerta Grande en Valdemorillo

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Crónica

PATRICIA PRUDENCIO MUÑOZ

Valdemorillo abre la Temporada por la Puerta Grande. La plaza de toros de la localidad madrileña celebraba este sábado 4 de febrero la primera corrida de toros de su Feria Taurina. Miguel Ángel Perera, Cayetano Rivera y Ginés se midieron a los astados de Montalvo. El encierro soltó el componente explosivo en el ecuador del festejo, con un cuarto de nombre “Trabuquero”, que no tuvo final. El resto de astados estuvieron marcados por la escasez de fuerza, acometían, pero sin mayor repercusión. Tuvieron que ponerlo todo los matadores de toros, que buscaron la faena y el lucimiento a base de despaciosidad y mucho mimo, cuidando muy bien las alturas, los tiempos y las distancias. Perera cortó tres orejas y abrió la Puerta Grande de La Candelaria, con dos faenas de gusto, pero destacando la segunda de ellas en las que las embestidas del cuarto y su trazo bajo, llevándoselo a la cadera, cautivaron y convencieron.

Abría la tarde “Tanteador”, al que Miguel Ángel Perera frenó con su capote, envolviéndolo a base de verónicas hasta sacarlo del tercio y llevarlo hacia los medios. El de Montalvo quedó mermado tras pasar por el caballo, notándose la falta de fuerza en las manos. Perera lo probó en los medios y el animal acometió, prestándose a la plasticidad del extremeño. Se completó el tercio de banderillas con una merecida ovación. El diestro tomó la muleta e inició la faena pasándolo por ambos pitones, hasta abrirlo y llevarlo más allá del tercio. No faltaron las asperezas por parte del de Montalvo. Siguió, prácticamente en los medios, midiendo las distancias, dándole tiempo, para después tomarlo en la tela y abrirle el compás. El animal atendía a las demandas del matador. Se encajaba y le adelantaba la mano, llevándolo toreado de principio a final, calando en los tendidos.  se arqueó con el animal, al que fue depurando la embestida, insistiéndolo con un toreo por bajo, lento y corto. La faena fue un tira y afloja en el que el animal quería entrar y Perera tenía que evitar que perdiera las manos y desluciera, arremetiendo con el querer y no poder. Alargó la faena, recuperando el pitón derecho, pitón que más le había prestado. Terminó apurando las distancias, metiéndose entre pitones, aguantándolo. Culminó con una estocada en todo lo alto con la que el animal dobló.

Cayetano saludó al segundo de la tarde, con lucimiento y despaciosidad, primero por abajo, dejando su rodilla sobre el albero, y después por verónicas, con un astado que le soltaba la cara. Las protestas volvieron a los tendidos con el tercio de varas. Cayetano inició el último tercio de rodillas, apurando mucho las distancias, pasándolo por ambos pitones, sin probaturas. Ya en el tercio, lo esperó en la larga distancia, para después aprovechar la inercia y envolvérselo al cuerpo. Tenía al público entregado. Siguió sobre el pitón derecho, ofreciendo un trazo largo de arriba abajo, citándolo por alto para después bajarle la mano poco a poco. Se terminó por echar. El diestro tuvo que poner el contenido a unas embestidas cansinas y de poco aguante. Tuvo que dosificar los muletazos, dándole mucho tiempo, dejándolo recuperar el aliento para que se pudiera volver a entregar en la franela. Su recorrido cada vez se acortaba más, por lo que el toreo al natural no tuvo demasiado lucimiento, pues tuvo que pasarlo, ya que el animal acometía sin ganas. Retomó la mano derecha, adornándose con gusto, pero sin dejar de insistir para que entrara al cite. Culminó por ayudados junto al tercio, para después fallar con la espada.

El tercero de la tarde salió con muchos pies, muy rápido, entrando en el capote de Ginés Marín, que poco a poco lo fue frenando. En una de las ocasiones se le cruzó y generó un momento de mucha tensión. Sin embargo, todo quedó en un “uy” y su saludo capotero continuó. Los tercio de varas y banderillas se ejecutaron con aseo, dando paso a la faena de muleta. Ginés Marín brindó desde los medios para después acudir a su encuentro, probándolo por ambos pitones, ganando terreno, pero sin poder forzarle, El de Montalvo estaba justo de fuerza. El diestro se lo llevó a los medios, donde, mostrándose de frente, le adelantó la mano y lo citó, llevándolo metido en la tanda. Siguió sobre el pitón derecho, perdiéndole algún que otro paso y con alguna que otra rectificación, pero obligándolo a atender. Cambió de pitón, toreando al natural, abriéndolo, pero dejando los vuelos en el morrillo para que este se quedara en la tela, ya que si no salía perdido. Le costaba mucho atender a ese primer pase, después, los demás llegaban, más o menos, seguidos. Ginés Marín lo estaba llevando a cámara lenta, aguantando el compás que el animal marcaba, sin excesos. Llegaban los últimos compases de la faena y el extremeño eligió el pitón derecho para terminar lo que había empezado. Le costó ejecutar la suerte suprema, pero finalmente hundió el estoque.

“Trabuquero” marcaba el ecuador del festejo en las manos de Miguel Ángel Perera, quien primero lo paró, para después meterlo en el capote y encauzarlo, estirándose por verónicas. Perera optó por el lucimiento en el quite, devolviendo a la plaza los aplausos. Lo mismo que ocurrió durante el tercio de banderillas, que suscitó una sonora ovación. Brindó al público desde los medios e inició su faena de muleta. Lo esperó en los medios, esperando a que el astado se fijara en él. Se lo pasó por la espalda, una y otra vez, sin probaturas, aprovechando la inercia del cite en largo para ligar un pase tras otro. Continuó sobre el pitón derecho, llevando el brazo hasta donde pudo, alargando la embestida, sin deslucir, logrando que el astado se quedara fijo en ella. Le bajó la mano, arqueándose, dando profundidad a la faena, toreando con raza y poder, domeñando. Le dio tiempo y sitio, para después seguir a base de mano y un toreo cadencioso a la cadera, que cautivó a los tendidos. Algo más metido por dentro venía sobre el pitón izquierdo, pitón que también mostró, alargando poco a poco, pero sin alcanzar la humillación total del animal, ni las salidas limpias. El de Montalvo acometía con prontitud y fijeza en la tela. Perera, en el toreo al natural, desplegó los vuelos en el morrillo para tirar del animal y llevarlo metido desde el principio. Volvió al extraordinario pitón derecho del animal, pitón por el que se entregaba con pulcritud y armonía, bajando la cara. El diestro se permitió el toreo en redondo, exprimiendo a un astado que había mostrado y con el que se había mostrado, sin dejarse nada en el tintero. Parecía no tener fin la faena del extremeño, pasándolo una y otra vez. Llegó a la suerte suprema y le costó cuadrarlo, pero le metió la espada hasta la bola.

El saludo capotero de Cayetano ante el quinto de la tarde resultó corto. Lo frenó para después estirarse con el animal, sin terminar de sacarlo del tercio. Cayetano se agarró a las tablas para iniciar la faena, después se decidió por un tanteo por bajo, genuflexo, con el que lo llevó al tercio. Le dio tiempo y sitio antes de continuar. Se dejó la muleta en la ano derecha y tiró del animal con firmeza en una tanda corta y medida. Siguió sobre el pitón derecho, con clase y despaciosidad, aguantando en el sitio a e se decidiera entrar, pero sin perder la continuidad. El paso atrás, la mano delantera y el giro de muñeca marcaron sus series sobre el pitón derecho. Cambió la franela de mano y empezó a llevarlo al natural, dejando lo vuelos por delante, arrastrándolo, para que le sirvieran de engaño y guía. El de Montalvo levantaba ligeramente la cara en mitad del natural, por lo que la pulcritud no fue absoluta, a pesar del empeño de Cayetano. Recuperó el pitón derecho, tratando de dar forma a una embestida rectilínea, llevándolo hacia la cadera, siempre dándole la muleta en el morrillo y no perder la ligazón. Cada vez le comía más terreno, acabando en el tercio. Cayetano, que ya había mostrado todo lo que el animal tenía, terminó la faena y cambió la ayuda por la espada. La estocada no fue todo lo efectiva que se esperaba y sonó el primer aviso.

“Palomo” y Ginés Marín cerraban la tarde en la primera de Valdemorillo. El extremeño lo recibió con gusto, ganando terreno al tiempo que se estiraba a la verónica con el de Montalvo. Llegó el último tercio y Ginés Marín decidió iniciarlo de rodillas, sin un tanteo previo, pasándolo por ambos pitones, para después levantarse y culminar ese primer contacto del animal con la franela. Tomó la muleta sobre el pitón derecho para dejar una primera tanda templada, con la que trató mantener la tensión del respetable. Tuvo que recurrir a la voz y al toque firme para fijarlo en la tela. Una vez dentro, le costaba mantener el ritmo de la embestida. En el toreo al natural, se mostraba algo más descompuesto, soltando la cara, por lo que el diestro trató de recoger y envolver la embestida, llevándolo más tapadito, para que solo viera la tela. Ginés Marín dejó que el animal se recuperase antes de trazar una nueva serie. Las asperezas fueron complicadas de limar, a pesar del empeño en corregir y tapar. El de Montalvo entraba y seguía el engaño, exigiéndole también al matador de toros. En la suerte suprema falló con la espada.

Valdemorillo. Toros de José Vázquez para Miguel Ángel Perera, oreja y dos orejas; Cayetano Rivera silencio y ovación; Ginés Marín, silencio y silencio.

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