domingo, 5 de mayo de 2024

Oreja y clarines

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Crónica 

PATRICIA PRUDENCIO MUÑOZ 
La plaza de toros de Madrid vivía su tercera jornada taurina, una corrida de toros de El Pilar, muy interesante, que se encargarían de estoquear los diestros Javier Cortés, Tomás Campos y Francisco José Espada. La tercera de San Isidro vino marcada por la oreja de Javier Cortés, las espadas y los avisos, una corrida en la que se vieron pinceladas y de la que se podría haber sacado algo mas. La tarde empezó fuerte, Cortés cortaba la primera oreja, una oreja de peso con la que la plaza estaba de acuerdo, en una primera faena de movilidad y mucha entrega en la que no se dejó pasar por alto ni una sola embestida. Aunque no tuvo tanto acierto con la espada, empañando así su faena al cuarto de la tarde. Tomás Campos se excedió en los tiempo, aunque no estuvo mal, la petición no llegó a generalizarse. Eso sí, dejó una faena de fijar, encauzar y recoger, en los medios. Con el segundo de su lote, que no mostró demasiada uniformidad en las embestidas, no paró de intentarlo, a pesar de que le costara encontrar el compás. Sin embargo, la espada volvía a marcar la faena. Francisco José Espada también alargó la faena, pero se centró con el astado a base de mano baja, en redondo y en los medios. Con el último de la tarde mostró una gran determinación, atemperando las embestidas y metiéndolo en la tela, ahogando las embestidas, insistiendo en las distancias cortas, muy cortas.
El primero de El Pilar, un toro de nombre “Bastardero”, se frenó en el capote Javier Cortés, que recetó una meritoria labor de brega hasta sacarlo del tercio, donde se estiró por verónicas. Tras un emotivo brindis, Cortés definió por abajo la faena, tanteándolo, mientras lo sacaba hacia los medios. Tomó la muleta sobre la mano derecha, mostrándose con rectitud, se ancló en la arena y trazó la embestida a su alrededor. El de El Pilar acometía con prontitud y obediencia en la tela. Algo cambió sobre el izquierdo, que a pesar de la forma en la que lo aguantó y el otro atendía al engaño, no mostraba la misma uniformidad. Siguió al natural, dejándole los vuelos puestos, tirando de sus embestidas. Cortés se puso y parecía tener una muñeca infinita, encajandose de riñones y llevándolo hasta el final, siguiendo la embestida con todo su cuerpo. Denotó firmeza y determinación. Con la estocada culminó una buena faena, fue el toro el que prolongó su muerte, haciendo sonar el primer aviso.
“Mirilla” salió mirón, pero no tardó en adentrarse en los vuelos de Tomás Campos, que lo fue sacando a base de suavidad. El animal se mostró en las salidas por alto, sin terminar de bajar la cara y entregarse en los compases del saludo. Tras unos cumplidos pero insípido tercios de varas y banderillas, el de Llerena inició la faena de muleta. No lo dejó pensar y rápidamente lo sacó del tercio, entre probaturas por ambos pitones. Eligió el pitón derecho, encontrándose una embestida crizada y metida por dentro que a punto estuvo de llevárselo por delante, tuvo que rectificar y cambiarse la franela de mano. Le llevó al natural, por abajo, cercano a los medios, alejado de toda referencia. Fue entonces cuando encontró la entrega del animal, con una respuesta levemente continuidad, en la que los cabeceos eran parte de su embestida. Siguió por abajo, con un trazo infinitamente mucho más largo, dejándole los vuelos, dándole continuidad, pero uno a uno. No hubo pausas, solo la faena de un torero que trataba de darle salida y recoger, metiéndolo en la tela, atemperando las embestidas. Volvió al pitón derecho, ahora ya mucho más templado, arrancando los aplausos del respetable. No tenía mucho más que dar, pero el extremeño quiso exprimirlo alargando su faena. Mató con aseo y acierto.
Francisco José Espada recibió en su capote a “Resistente”, al que fue guiando poco a poco hasta centrar en el percal, bregándolo hasta rematarlo más allá del tercio. El tercio de banderillas fue merecidamente ovacionado, con unos pares en los que se arriesgó y unos quites que salvaron a más de uno. El astado entraba con rectitud en los engaños durante las probaturas del diestro. Algo más de duda mostró cuando tomó la franela sobre la mano derecha y se lo pensaba al entrar. Una vez metido, permitía una continuidad limitada, de dos a tres pases. Sin embargo, rápidamente se decantó, saliendo disperso y ajeno a la tela de los muletazos, acudiendo sin miramientos a las tablas. Cuajó una muy buena tanda sobre el pitón derecho, fijándolo abajo, sin permitir que se le fuera, emborrachándolo de muleta,  eso sí aguantando el compás que el animal marcaba. En los medios y con la izquierdo alcanzó la ligazón por abajo. Empezaron las miradas, quedándose corto, impregnando los últimos compases de un peligro sordo que estaba dispuesto a asumir. Empezó a llevarlo con los vuelos, alargando una faena que ya no podía decir nada más. Insisitó en las distancias cortas, metiéndose en su terreno. La estacada pasaportó al tercero de la tarde.
El ecuador lo marcó “Sospetillo”, al que se encargó de saludar el madrileño Javier Cortés. Lo esperó a pies juntos, esperándolo en la larga distancia, algo que pudo repetir posteriormente, pues el animal seguía respondiendo con prontitud, alegría y buen tranco al cite. Después, el madrileño aprovechó la inercia. Se lo acabó envolviendo a la cintura. Cortés parecía estar en un momento pleno, de trazo infinito en el que sus manoletinas se habían atornillado en la arena. El se mantenía fijo, mientras era su cintura la que acompañaba las embestidas. El de El Pilar obedecía abajo, sin embargo, llegó el momento de rectificar, sus embestidas se empezaron a apagar, soltando ligeramente la cara y quedándose algo más corto. Cambió el pitón y al natural siguió ampliando su recorrido con los vuelos, llevándolo lejos. Decidió no alargar más y cambiar la ayuda por la espada. No tuvo acierto y empeñó su labor con la franela.
A “Burreñito” lo saludó Tomás Campos, que lo bregó mientras veía como le comía terreno. En el tercio de varas, más que cuestionable, las protestas le llegaron a El Juca. Banderillas a banderillas transcurría el tercio de banderillas, hasta completar el número de palos. El de Llerena se fue a los medios para, posteriormente, apaciguar la embestida, bajándole poco a poco la mano, esperándolo de rodillas. Sin embargo, el animal soltaba algún que otro tornillazo en su salida. Entraba recto sobre el pitón derecho, sin una embestida pautada. El diestro se cruzaba e insistía, pero la pulcritud no llegaba a la franela, así que empezó a ganarle distancia, provocar a pitón contrario y curvar más los muletazos. No se le pudo recriminar la insistencia, sin embargo, el animal solo pasaba, con sosería sin llegar a decir gran cosa. No encontró acierto en la suerte suprema.
Francisco José Espada ejecutó un buen saludo capotero en el que se pudo estirar con el de El Pilar, de nombre “Guajiro”. Empezó el último tercio junto a las tablas, cambiando los terrenos, avanzando con el astado. El diestro necesitaba templar las embestidas, las cuales ofrecía algo desiguales. Acabó metiéndolo en los vuelos, aprovechando la inercia que dejaba los cites en la larga distancia. Logró darle continuidad a la faena, buscando muy bien en el sitio, metiéndose,  dejándosela muy puesta y tirando de el, arrastrándole hacia la franela. Al natural, dejó que el paso atrás, la muleta muerta en el morrillo y los vuelos se impusieran. Lo tenía con él. Acabó por ceñirse al astado, acortando las distancias, envolviéndoselo al límite. Le fallaron los aceros.
Toros de El Pilar para Javier Cortés, oreja tras aviso y silencio tras aviso; Tomás Campos, aplausos y silencio tras aviso; Francisco José Espada, ovación y silencio tras dos avisos.

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