miércoles, 8 de mayo de 2024

Uno de seis

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Crónica 

PATRICIA PRUDENCIO MUÑOZ 
Madrid se dividía, había que elegir entre un cartel joven, fresco y mucha responsabilidad y la final de la Champions. El público venteño lo tuvo claro, querían ver a Román, Gonzalo Caballero y David de Miranda frente a los toros de Luis Algarra. Resultó una tarde accidentada, muy complicada de llevar, los de Luis Algarra se vendieron caros en el ruedo, había que tomarles muy bien la altura, llevando los muletazos contados. Román cortó la primera y única oreja de la tarde al primero de su lote, el mejor toro de la tarde con diferencia, entregado y siguiendo los engaños con celo. Con el cuarto estuvo digno y firme, pero no era para triunfo, desarrollaba en cada muletazo, hasta que terminó por prenderlo. Caballero estaba mermado tras su percance en el saludo capotero, arremetió contra las tablas. Se mantuvo en la cara y no abrevió en la faena. Con el quinto de la tarde, buscó las teclas y también el límite del animal, comprometiéndose en las distancias. David de Miranda no caló, no había expresión en el último tercio. Las espadas también volvían a jugar su propia partida, no se acertaba con ellas. Con el último mostró firmeza y poder, imponiéndose.
“Retozón” abrió la tarde en manos de Román que le costó fijarlo y encauzar el saludo capotero. Finalmente, lo metió y se estiró con el hasta sacarlo más allá del tercio. Empezó la faena acercándose a los medios, citándolo en la larga distancia, ante una respuesta lenta y comedida, pero obediente a la franela. Cambió los terrenos y trabajó sobre la inercia, dejando una primera tanda ligada, enganchándolo delante, tocándolo y llevándolo cosido a la muleta. El de Luis Algarra mostró movilidad y disposición, metiendo la cara abajo, pidiendo tela. El valenciano estaba muy metido, ambos lo estaban, pero llegó la última tanda y ya el animal había perdido motor, quería rajarse, así que Román se fue a por la espada. Culminó por bernardinas abrochadas con un pase de pecho. Le pegó un gran espadazo en lo alto, aunque algo trasero, acertó al primer descabello.
Gonzalo Caballero se fue encerrando con el animal en tablas, este le apretó lo acabó volteando feamente contra la madera. Resultó aparatosa, de hecho el matador de toros se dolía, pero volvió al ruedo y pidió el cambio de tercio. Lo tanteó genuflexo, sacándolo al paso de aquellos terrenos tan comprometidos. Siguió por el pitón derecho, alargando y abriendo, aproximándoselo al final del muletazo, donde tiraba de él para llevárselo a la cadera. Paró sus embestidas, dejándolo pensar. Se arqueó con un animal que tenía la entrega medida, pasando por alto sin emplearse en la tela. Obligó al madrileño a rectificar y buscar el sitio, pero el de Luis Algarra no se lo puso fácil. Se tiró a matar, pero sin acierto.
David de Miranda, que decidió saludar a “Zarandongo” a pies juntos, terminó estirándose con el astado ya fuera del tercio. En banderillas, Jesús Arruga perdió los pies tras poner los palos, afortunadamente, el animal no lo siguió y todo quedó en eso. David de Miranda empezó la faena de muleta desde los medios, por estatutarios, mientras él animal pasaba y volvía, con ligereza. Llegó el momento de templarlo y el de Huelva eligió el pitón derecho para tocar y arrastrar, aguantando la embestida, sosteniéndola y encauzándola. Seguía los engaños sin más que decir o expresar, estaba justo, acometiendo a base de arreones, sin uniformidad. El diestro lo ralentizó, bajándole la mano, pero sin excederse. Lo mostró al natural, a pies juntos, fijo en la arena, pero sin transmisión. Culminó por bernardinas, intermitentes y ceñidas, ajustando cuando sabía que no debía.
Román salió a recibir al cuarto de la tarde, recibiéndolo de rodillas, pero el astado se lo arrebató de las manos. El resto del saludo se basó en la brega. Lo tanteó por abajo buscándolo genuflexo, le faltó firmeza a la muñeca para terminar de fijar al astado. Tocó y rectificó en los momentos previos al pase. Román aprovechó la movilidad, que no era uniforme, para seguir metiéndolo  y ligar, dándole continuidad. Trató de llevarlo hasta el final, alargando el recorrido dejándole el brazo atrás y tirar con los vuelos. El de Luis Algarra no paró de soltarle la cara, a pesar de que tratara de pulir esas imperfecciones. Se la dejó muy puesta, para que no perdiera de vista la tela. Sin embargo, no había mucho más que mostrar, cada tanda que alargaba, alimentaba el peligro sordo de un animal que terminó por prenderlo, el pitón había calado.
El saludo de Caballero resultó breve, bregado, sin opciones para poder estirarse demasiado con el. Caballero se acercó al de Luis Algarra, probándolo por abajo, sacándolo de las tablas hasta tenerlo fuera del tercio. Lo abrió para ir cerrándolo poco a poco, acercándoselo a la cintura y envolvérselo. Se echó la muleta a la espalda, para cruzarse, y volver a mostrársela para tocar y citar, obligándolo a tragar en una tanda completa y bien rematada con el pase de pecho. El animal se metía por dentro buscando. Al natural, dejó que fueran los vuelos los que dieran continuidad, cruzándose y provocando a pitón contrario. Retomó la mano derecha, pero el de Lusi Algarra volvía a buscar, ya no bajaba la cara, pero Gonzalo apuró buscando el límite.
David de Miranda recibió al último de la tarde, un toro que por el pitón derecho acometía por alto, mientras que por el izquierdo hacía todo lo contrario. El de Huelva repetía inicio, esperando por estatutarios en los medios a un toro que media, a pesar de que pasara. Se ancló la arena y con trazo cadencioso se lo envolvió a la cadera, siempre mirando el sitio y la colocación. Pasaba a base de sosería. Al natural le insistió, pasándolo, pero el animal acometía sin culminar un pase. Empezaba por abajo y después ya lo seguía por alto. No tenía nada dentro, pero la firmeza y poder de David de Miranda se impuso. Falló con los aceros.
Toros de Luis Algarra para Román, oreja y vuelta al ruedo; Gonzalo Caballero, silencio; David de Miranda, silencio.

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