miércoles, 1 de mayo de 2024

Ortega, luz en las sombras de Juan Pedro

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Crónica 

PATRICIA PRUDENCIO MUÑOZ 
La expectación de este jueves 26 de mayo la levantaba la terna, compuesta por Morante de la Puebla, Juan Ortega y Pablo Aguado. El encierro era de Juan Pedro Domecq, que bajo todas las previsiones en mano, mostraron lo que venían dejando ver tiempo atrás. Toros de pocos pases, de poca entrega, agarrados, sin terminar de pasar, teniendo que provocarlos y tener que completar los muletazos. No hubo uniformidad ni armonía. No es que tomarán el camino más fácil los matadores, simplemente abreviaron antes las opciones que se les brindaban. Algo más rebuscó Aguado, con una faena de mucha paciencia, en la que puso más de lo que pudiera poner el de Juan Pedro, pero le falló la espada. También hubo destellos en la faena de Juan Ortega, ajustándose a las distancias cortas y dejándosela muy puesta, imponiéndose.
“Faccioso” abría la tarde en el percal de Morante de la Puebla, que lo bregó hasta fijarlo y medio estirarse con el astado sacándolo al tercio. El animal miraba abajo, pero no terminaba de humillar en el quite del diestro. Se fue a las tablas, donde lo tanteó por ambos pitones en el inicio se faena, buscándolo por abajo, obligándolo. Escogió el pitón izquierdo, llegando a soltar la muleta tras un derrote arriba. El viento huracanado que había en el ruedo tampoco colaboraba en la faena de Morante. Volvió sobre el mismo pitón, sin terminar de dominarlo, solo pasaba. El de Juan Pedro no mostró entrega ni interés en querer hacerlo. No siguió toreando, lo pasaportó. Metió la mano con cuidado y aseo.
Juan Ortega se midió con el percal a “Tendencioso”, mientras el público se volcaba en las verónicas del sevillano. Las probaturas fueron por abajo, cadenciosas y a cámara lenta, sacándolo del tercio. Las opciones que ofrecía eran más bien limitadas, metiéndose por dentro, en una búsqueda defensiva y a base de arreones que no facilitaba nada el lucimiento. Intentó llevarlo cosido, siendo la tela lo único que viera. Se cruzó y siguió provocándolo sin extraer nada aprovechable.
“Malhechoro” se abrió camino en las manos de Pablo Aguado que lo meció, sacándolo poco a poco, estirándose con el. Le echó la cara arriba en el tercio de varas, aunque el picador lo cogió bien. Los mismo currió con los palos, siendo uno de los más lucidos de lo que iba de tarde. Se fue a tablas para iniciar la faena de muleta, probándolo por abajo, genuflexo. Una vez fuera, lo tomó sobre la mano derecha, dejándolo respirar. El de Juan Pedro le tragaba la entrada al muletazo, pero no la salida, donde le soltaba más la cara. Empezó a templarlo, a pasárselo cadencioso alrededor de su cintura, mientras él le bajaba la cabeza y miraba pasar la embestida. Tocó y arrastró ligando con una continuidad pausada. Había que adelantarse a su embestida.
Morante saludó a “Pontífice” un astado suelto, que cuando se adentraba en la tela, soltaba la cara arriba, con las manos por delante, con el pitón derecho. En los tercios de varas y banderillas reinó el caos, no fueron los más certeros. A pesar de lo que el animal apretaba, Morante inició la faena pegado a tablas, mostrando los defectos de su adversario. No pasaba y directamente ejecutó la suerte suprema. Tuvo que repetir la suerte en varias ocasiones.
Juna Ortega se quiso estirar con un abstraído toro de Juan Pedro, al que le pudo recetar alguna que otra verónica en el tercio. Ortega no le bajó la mano lo llevó por ayudados por alto en el inicio del último tercio. El diestro lo dejaba pasar, agotando la embestida. Sin embargo, eso le valía mientras trazaba los primeros muletazos de cada serie, después acortaba distancias, así que Ortega no le llevó la contraria. El espada se lo ajustó algo más, forzándole abajo, muy despacio, ralentizando y sosteniendo las embestidas. Hubo destellos encajado por abajo, sujetándolo en el sitio, dejándosela muerta en el suelo y tirando del animal uno a uno. El de Juan Pedro había agotado los pases. Falló acierto con la espada.
Aguado cerraba la tarde con “Loquillo” un toro que permitió un breve saludo capotero. El diestro se fue a buscarlo, a los terrenos del cuatro, para iniciar la faena, sacándolo genuflexo, por abajo, con repetición y obediencia, atendiendo al cite del diestro. Había que llevarlo muy metido, cuando quería retomar la serie, la embestida ya no era la misma, descompuesta. El de Juan Pedro volvía a obedecer al uno a uno, com un toque firme y fijador que lo metiera, sin parar de perderle pasos y reestructurando en cada pase. Insisitó, alargando una faena en la que estaba todo mostrado.
Toros de Juan Pedro Domecq para Morante de la Puebla, pitos y pitos; Juan Ortega, silencio y ovación;  Pablo Aguado, silencio

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