viernes, 3 de mayo de 2024

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Crónica 

PATRICIA PRUDENCIO MUÑOZ
La plaza de toros de Las Ventas alcanzaba una nueva tarde de “No hay billetes”. Una tarde a la que el público venteño llegaba entregado, se lidiaban los ejemplares de Fuente Ymbro, que dieron una gran dimensión en la novillada del pasado lunes. Además, Ginés Marín, acompañado por Diego Urdiales y Andrés Roca Rey, se reencontraba con Madrid tras el percance sufrido días atrás en la Feria. Sin embargo, faltó el toro, los animales no embestían, no se entregaban, les costaba una barbaridad atender a las demandas de los matadores. Se apreciaron pinceladas de acople en las faenas del riojano y el peruano, pues el extremeño tuvo que pasaportarlo sin opciones. Roca Rey se lució con el quinto al que exprimió, un manso de Fuente Ymbro que se iba a tablas.
A “Histérico” le costó adentrarse en el percal de Urdiales, que se pudo estirar momentáneamente, para después dar paso a la brega y guía baja. El toro, reservado y parado, llegó a la faena de muleta en un tanteo genuflexo en el que el diestro lo fue sacando hacia el tercio. Lo fue templando poco a poco, llevándolo sobre el pitón derecho, acoplándose al final de la tanda. En las siguientes, también con la mano derecha lo fue metiendo, a pesar de las asperezas de su embestida y el escaso recorrido de esta. Empezó al natural, pensándoselo mucho, obligando al diestro a cruzarse y a tirar de lo poco que le ofrecía. La espada entró y salió, pero el animal dobló.
Andrés Roca Rey recibió al segundo de la tarde, en un saludo bregado en el que no lo meció, simplemente llevó. El de Fuente Ymbro recibió el segundo puyazo entre ovaciones. Le siguió un gran quite desde los medios, diseñado por el diestro peruano. Lo mismo ocurrió con el tercio de banderillas, en el que fueron ovacionados Ambel y Algaba. Salió a los medios para brindar, pero él ya tenía al público entregado. Empezó por estatutarios sin rectificar ni un solo centímetro. Tiró del animal, lo sacó del tercio, llevándolo hacia los medios. Una vez dentro, deslizaba la franela, acompasando la embestida, muy despacio, aunque teniendo que insistirle para que entrara al cite. Abrió, mostró la salida y lo recogió, llevándolo de arriba hacia abajo. Sin toque no entraba. Mató con el acierto al que acostumbra el peruano.
Ginés Marín escuchó cómo se cambiaba el tercio sin que pudiera recetarle ni una sola verónica. El toro no dio pie a que el lucimiento llegara. Ni siquiera puso empeño en el caballo. Marín fue a su encuentro para iniciar el último tercio, pegado a más tablas, muy despacio, probándolo mientras lo sacaba de aquellos terrenos del nueve. Lo llevó a media altura, muy escaso de fuerza. No le gustaba sentirse podido. Cambió la ayuda por la espada y el animal rodó sin demora.
En el saludo capotero de Diego Urdiales, “Tamboril”, por el pitón derecho salía por alto, mientras que por el izquierdo con desdén y sin continuidad. Llegaba el último tercio y Urdiales lo probó por abajo, pero no podía bajarle la mano en exceso pues echaba el morrillo por el suelo y si se la levantaba le soltaba la cara. Sobre el pitón derecho, a media altura, con un descenso paulatino, logró pulir asperezas. Por el izquierdo entraba a la defensiva, con arreones discontinuos y de nulo lucimiento. El animal pasaba por pasar, siendo Urdiales quien lo completara sin convencer. No había una faena posible para triunfar con “Tamboril”. Falló con la espada.
Roca Rey recogió y envolvió, sin poder estirarse, bregando al segundo de su lote. Según entró en la franela del peruano salió, no se detuvo en el tanteo. Se fue a los medios, alejándolo de las tablas, pero lo desarmó y hubo que volver a empezar, ahora ya algo más cercano al tercio, pero el animal solo sabía defenderse. Le bajó la mano sobre el pitón izquierdo y el público enloqueció con él, logró meterlo la cara abajo, dejándosela puesta, sin darle a elegir. Se ancló en el suelo y llevándoselo hacia la cadera logró robarle las embestidas. Cambió al pitón derecho, pero primero se lo pegó por la espalda, sujetando a un manso al que se lo pasó muy ceñido. Buscó la emoción en una faena que parecía imposible, de hecho, el animal seguía saliendo hacia las tablas en cuanto tenía oportunidad. Al natural trató de sujetarlo, dejándole los vuelos, tirando de él. Cerró por bernardinas, pegado a las tablas, pero le falló la espada, hundiendo el acero al tercer intento.
Ginés Marín logró estirarse con el último de la tarde, un toro algo parado, que se lo pensaba y que no llegó a romper en el saludo capotero del extremeño. Lo tanteó dosificando más embestidas desmedidas con las que entraba en los inicios de la faena de muleta. Lo tomó sobre el pitón derecho un toro con viveza y que pasaba en largo. El diestro lo llevó a base de tandas cortas, aunque aquello de entrar al cite se lo pensaba bastante. Pasaba, simplemente pasaba, arremetiendo con más brusquedad si se le quería someter. Marín le dio vuelos mientras él se anclaba al firme y trataba de darle continuidad a la intermitencia. Se metió en terrenos comprometidos, insistiendo aún sabiendo que no iba a tragar.
Toros de Fuente Ymbro para Diego Urdiales, silencio; Andrés Roca Rey, ovación y ovación;  Ginés Marín.

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