martes, 7 de mayo de 2024

Más allá del surrealismo

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En Directo 

PATRICIA PRUDENCIO MUÑOZ 
Las Ventas albergaba la segunda encerrona de la temporada, en este caso la de Paco Ureña con toros de La Ventana del Puerto, Domingo Hernández, Adolfo Martín, José Vázquez, Juan Pedro Domecq y Victoriano del Río. La tarde fue evolucionando de ovación en ovación hasta que llegó una oreja surrealista con el sobrero de Conde de Mayalde, una oreja ante un toro que no pasaba, que no tenía un pase. Una tarde sin contenido en la que no hubo expresión, aunque sí disposición. Al toro de Domingo Hernández, el segundo de la tarde se le podría haber sacado más, sin embargo, se fue convirtiendo en una faena monótona en la que no se pudo romper. El de Adolfo fue un toro complicado en el que la espada tampoco ayudó. Con el de José Vázquez lo intentó, recuperando los “olé” en los tendidos, pero yéndose a menos, a pesar de los intentos del murciano. Incluso llegó a haber un toro devuelto, el de Juan Pedro Domecq. Una tarde sin contenido en la que no hubo expresión, aunque sí disposición. El de Victoriano del Río, sencillamente, no quiso. Más allá del surrealismo, no se le niega a Paco Ureña la entrega.
“Barbaclara” abría la tarde, un toro de La Ventana del Puerto, que buscaba algo más por el izquierdo que por el derecho en el capote de Paco Ureña. Lo fue sacando muy torero hacia los medios, tirando por bajo. Siguió sobre la mano derecha, dosificando y templando, haciendo las cosas muy despacio. El animal se metía ligeramente por dentro, no terminaba de humillar, así que Ureña le mantuvo la mano sin excederse. No era un toro armónico y Ureña lo sabía, lo pasaba y volvía a pasar sin que se viera nada con argumento. Falló con la espada.
El segundo de la tarde fue un toro que acudió a tablas, que se lo pensaba, pasaba muy despacio, había que acariciarlo, justo lo que hizo el diestro, saliéndose a los medios para recibirlo. Inició la faena también en los medios, esperándolo por estatutarios, para después pasárselos por abajo, cerca de la cadera, con una mano cadenciosa que se lo envolvió. El toro mostraba que había cosas para mostrar en la faena. Había que estar muy metido, citarlo muy cruzado, provocándole casi la embestida para que pasara, pues se quedaba. Atendía una vez metido y tratado el primer muletazo, pues ya seguía su propia inercia, acompañada de la muleta en la cara para que siguiera. Sin embargo, a base de medias arrancadas, distancias cortas e insistencia, Ureña le robó las embestidas. Metió la mano con acierto.
El de Adolfo Martín salió algo suelto en el saludo capotero, así que Ureña trató de recoger la embestida y fijarla. La anarquía fue aquello que llegó al tercio de banderillas para quedarse. En el inicio de la faena de muleta, lo tanteó por abajo por ambos pitones hasta sacarlo del tercio. Siguió buscando los terrenos, tirando del animal para tomarlo sobre el pitón derecho, en una primera toma de contacto. Lo paró, preparado para citar, el viento le dejaba descubierto. Solo pudo pasarlo. El animal que también sabía donde estaba el cuerpo, no ayudó a que fuera una faena para la expresión. Era un toro pegajoso que se quedaba encima que no quería tela. Lo pasaportó sin demasiado acierto.
Marcaba el ecuador de la tarde un toro de José Vázquez, al que Paco Ureña recibió sin poder estirarse, sólo pudo bregar a un animal que lo apretó contra las tablas. El tercio de varas se compensó en banderillas… La faena de muleta se iniciaba con un tanteo ligero por abajo, templando la embestida al compás de los “olé”, que regresaban tras dos toros a los tendidos. Ureña tiró del animal, amortiguando las embestidas, encontrando el punto de encuentro, llevándoselo atrás, con un sutil giro para envolvérselo y darle continuidad. La faena parecía frenarse, pero el animal atendía, aunque con menos prontitud. Era una vez dentro, donde podían enganchar varios muletazos y darle continuidad. Ureña lo apretó en las distancias cortas, tratando de dar lo que al otro le faltaba. Volvía a fallar con la espada.
El saludo a “Soldador”, un toro de Juan Pedro Domecq, resultó escaso, sin lucimiento. Finalmente, sería devuelto a corrales, en su lugar saldría un toro disperso y huidizo. El último tercio llegaba en los terrenos del siete, bajo un viento huracanado y tormentoso en el que Ureña lo fue llevando, sin poder bajarle la mano en exceso. No terminaba de pasar, quedándose a medias. El diestro cambió los terrenos y se lo llevó al seis, pero solo sabía arremeter soltando la cara, perdiendo las manos, cayendo sobre el albero. A pesar de las circunstancias, y de que el público estuviera más pendiente de lo que diluviaba en Ventas, Ureña mientras tanto se parecía romper el coso venteño ante un astado que no se dejaba, quería pero no podía. El animal dobló rápidamente.
Ureña recibió en su capote al último de la tarde, un ejemplar de Victoriano del Río que se dejó llevar. El diestro fue al encuentro de un toro parado metido en tablas. Salía suelto y cuando entraba se quedaba encima, sin completar el pase. Era complicado de llevar, así que le cambió los terrenos, pero seguía siendo el murciano el que completara los muletazos. Lo llevó sobre el pitón derecho, muy despacio, dejándole los vuelos delanteros para adentrarlo en la franela, tirando de un animal que no quería y que le dejaba en más de un compromiso. Un toro manso al que costó pasaportar.
Toros de La Ventana del Puerto, Domingo Hernández, Adolfo Martín, José Vázquez, Juan Pedro Domecq y Victoriano del Río para Paco Ureña, ovación, ovación, silencio, ovación, oreja.

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