domingo, 5 de mayo de 2024

Cadencia y entrega

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Crónica 

PATRICIA PRUDENCIO MUÑOZ

Las Ventas celebraba un nuevo festejo, una corrida de toros, la Corrida de Resurrección. Los diestros Curro Díaz, Sergio Serrano y Tomás Campos se midieron a los astados de El Montecillo. Los astados, muy parejos, dejaron un juego fue variado, aunque derrochado mayores opciones sobre el pitón derecho, pitón por el que los diestros desarrollaron sus faenas en la primera mitad del festejo. Curro Díaz toreó con la cadencia y verticalidad que tanto lo caracterizan, muy despacio, a base de mano baja. Se rompió con el segundo de su lote, sin discriminar pitones, alternando, encontrando al compás al que bailar con el astado. Sergio Serrano deslució su faena con los aceros, dejando un buen sabor de boca, sin dejarse nada atrás, arrancando las embestidas al primero de su lote. Lo mismo ocurrió con el quinto, al que sí llevó por ambas manos, la espada volvió a deslucir la entrega, despaciosidad y suavidad con la que intentó depurar las embestidas. Tomás Campos se midió a un astado sin opciones, tratando de alargar el último tercio ante el comportamiento insípido del tercero. No pudo hacer mucho más ante el sexto, que no le prestó opciones, llevándose el peor lote.

Abría la tarde “Romano” de El Montecillo, al que saludó Curro Díaz, acompasando y ahormando las embestidas, en las que no dijo demasiado. Los tercios de varas y banderillas dieron paso a la faena de muleta, que Curro Díaz inició por abajo, probándolo por ambos pitones, tratando de sacarlo más allá del tercio. Siguió sobre la mano derecha, todo por abajo, llevándolo muy despacio. Necesitaba sitio, pero el diestro supo llevarlo a buen ritmo, sin que le tocara la tela, dejando el paso atrás, el pico de la muleta y la mano baja y cadenciosa. Tocando y llamando daba continuidad. Lo probó al natural con una tanda breve en la que lo desarmó y recobró el pitón con mayor expresión, el derecho. Cambió la ayuda por la espada, pero el tiempo transcurría, afortunadamente, el diestro se tiró a matar dejando una estocada certera.

Sergio Serrano se fue directo a la puerta de chiqueros para recibir a “Cabrero”. Se hizo esperar, pues el astado no se había fijado en el percal de Sergio Serrano, que lo esperó paciente hasta saludarlo. Los quites y los remates marcaron la salida del segundo de la tarde. Sin probaturas previas, Serrano lo tomó sobre el pitón derecho, en largo, aprovechando la inercia para ligarlo. Sin embargo, era reservón, le costaba atender al cite, algo que se acentuaba por el pitón izquierdo. No había una armonía en su embestida, arremetía con fuerza soltando la cara. Salía por alto, buscando, sin terminar de humillar, pero Sergio se mantuvo firme, marcando los tiempos, tratando de ralentizar unas embestidas desbocadas. Se cruzó y se metió en su terreno, uno a uno, tirando de un animal al que había que provocarlo para arrancarle las embestidas. No se olvidó del pitón izquierdo, pero buscaba, sabiendo lo que dejaba atrás. Volvió al derecho, aguantando en el sitio, acortando distancias. La espada quedó  ligeramente caída, pasaportándolo en el descabello.

Tomás Campos guio el saludo capotero sobre “Fandonguero”, un astado que se quedaba algo corto y con el que tampoco se estiró el espada. Se llevaron con aseo los tercios de varas y banderillas. Campos lo esperó cercano a tablas, iniciando el último tercio, dejándolo pasar por ambos pitones, respirando. Siguió sobre el pitón derecho dejándole la mano baja, con la muleta puesta en el morrillo. El animal estaba en faena, que sin trazarla de una forma muy depurada, lo llevó metido. Al natural abrió la embestida con los vuelos, para después recogerla. Volvió al derecho, dando ritmo, continuidad y ligazón a la serie. El diestro le hizo las cosas muy despacio, encontrando mayor acople y transmisión por esa mano derecha. Un animal medio rajado y descastado al que no había nada más que añadir. Se tiró en la suerte suprema logrando dejar una espada certera.

“Alcachofa” marcaba el ecuador del festejo en las manos de Curro Díaz, que lo saludó en su percal con mucha torería y elegancia, estirándose con él hasta sacarlo a los medios. Genuflexo, por ambos pitones, andándole, arrancó en el público venteño los aplausos al inicio de su faena. Mano baja, firme, en el sitio, se lo envolvió alrededor de la cintura, con una mano cadenciosa que marcaba un compás lento y uniforme. Toreó al natural, alargando la embestida, llevándolo hasta el final, bailando a un mismo compás. Toreó con gusto sobre la mano derecha, aunque sin evitar alguna que otra salida desmedida por alto. Fue alternando pitones, con profundidad y determinación. Tuvo que dejarlo, tiempo y sitio, para que el animal recuperara las fuerzas y se volviera emplear, pero tras su caída fue a menos. El de El Montecillo perdió motor, sintiéndose podido, tratando de defenderse, quedándose corto y sin salida. En la suerte suprema el animal dobló sin puntilla y la plaza le pidió la oreja.

“Chaparrito” salió suelto. Sergio Serrano no logró fijarlo en la seda. El animal pasaba en largo. Brindó desde los medios y tomó la muleta sobre la mano derecha, esperándolo de rodillas. No se demoró, pues el astado entró a la franela nada más verla. Un inicio de faena con chispa, en el que Serrano aprovechó la inercia la ligarlo.  Continuó con seguridad, haciéndole muy bien las cosas al de El Montecillo. Soltaba algo más la cara, algo que el diestro trató de pulir, ralentizando el natural, dejándosela con mucha suavidad. Se le llegó a meter por dentro, quizá en la muerte del natural le faltó mostrarle más descaradamente la salida, para que no se le quedara encima. Por el pitón derecho lo fue llevando uno a uno,  tratando de dominar una embestida desgastada e irregular a la que decidió no forzar más. Cambió la ayuda por la espada.

Tomás Campos saludaba al último de la tarde, un astado de nombre “Cafetero” al que bregó sin poder lucirse. En el último tercio, mientras el público venteño pedía el cambio, Campos pedía paciencia. El animal no tenía prontitud, le costaba atender a los cites que el matador de toros le pautaba. Tenía poca fuerza, quería pero no podía, metía la cara pero sin uniformidad ni pulcritud en las embestidas. A pesar de que era consciente de lo que tenía entre manos, quiso insistir con una nueva tanda,  conocía ese peligro sordo al que se medía. Tomó la espada, pero no tuvo acierto.

Toros de El Montecillo para Curro Díaz, ovación y vueltaal ruedo; Sergio Serrano, ovación y ovación; Tomás Campos, aplausos.

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