martes, 30 de abril de 2024

Isaac Fonseca se alza con la Final

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 Crónica 

PATRICIA PRUDENCIO MUÑOZ

Las opciones fueron muy limitadas en la final celebrada en Moralzarzal. Los astados de El Torreón fueron protestados en presentación, fuerza e incapacidad para la lidia. Los espadas pusieron empeño y entrega pero al ejemplar que no les faltaba una cosa, le faltaba otra. Manuel Diosleguarde buscó la despaciosidad , a base de buenas maneras, algo que pudo demostrar ante el primero de su lote, pues el segundo estaba claramente mermado y no dejó opción a la expresión. Jorge Martínez recurrió a su Tauromaquia clásica, esa que tanto lo caracteriza, teniendo que medirse al sobrero en el sexto de la tarde. Isaac Fonseca, de garra y corazón, salio a por todas, robando todas y cada una de las embestidas que los astados le proporcionaban. Un toreo a base de raza que no dejó a nadie indiferente. Manuel Perera estuvo algo más comedido ante las limitaciones que presentaron los de su lote.

“Recatadillo” abría la final que se celebraba en Moralzarzal. Manuel Diosleguarde recibió a un astado que salió corretón. Lo frenó sin dejarlo correr, sin lograr la fijeza absoluta, a base de verónicas, con un astado que salía con las manos altas. Breve e incompleto resultó el tercio de varas, al que continuó un meritorio quite de Diosleguarde. Inició la faena de rodillas, pegando a tablas, levantándose rápidamente para sacarlo al paso, tocándolo muy despacio. En los medios llevó una buena serie sobre el derecho, en línea, sin aspavientos. Lo dejó respirar para después someterlo, a cámara lenta, sin dejar que los muletazos se quedarán fuera de sitio. Buscó la colocación y a media altura, sin exigencias que lo perdieran, lo mantuvo en la muleta. El animal presentaba una embestida irregular, algo que se templó y suavizó al bajarle la mano sobre el izquierdo, doblándose con él. Había completados las series válidas para la entrega del de El Torreón, que ya solo se defendía al sentirse podido, acentuando los cabeceos, mucho más mermado. Se tiró con verdad y determinación, hundiendo el acero hasta la bola.

El segundo de la tarde salió mermado de sus patas delanteras, perdiendo las manos en el capote de Jorge Martínez. Las palmas se adueñaron de los tendidos. El animal estaba mermado de fuerza, razón por la que el presidente se negó al cambio. Paralelo a tablas, en línea, y con la mano alta empezó la faena. En los medios se decidió abriéndole el compás, primero con un cite delantero que encauzaba la embestida. Lo hizo todo muy despacio, acompasándolo. El animal salía  con la cara alta, sintiéndose podido, sin poder entregarse en los vuelos del novillero. Le fue robando embestidas muletazo a muletazo, en un tira y afloja en la que Martínez se impuso con dominio y mando. Acortó distancias, en el clasicismo de su repertorio, pero sin quenla faena llegara a romper. Falló con los aceros, dejando la espada al segundo intento.

Isaac Fonseca recibió al tercero de la tarde de rodillas con una larga cambiada, para después estirarse a la verónica hasta sacarlo más allá del tercio. Sin probaturas se fue a los medios pasándose por la espalda a un animal descoordinado que a punto estuvo de llevárselo por delante. Su embestida era incierta. A pesar de ello, el mexicano quiso adornarse, no le faltó empeño ni entrega, con cadencia, tomándolo delantero y después dejándole la muleta puesta para que el animal solo viera tela. Los terrenos jugaron un papel muy importante. Cadencia y distancias cortas, unas distancias que le pusieron en más de un aprieto. Fonseca fue volteado sin aparentes consecuencias, pues volvió a la cara del animal, para envolverse con él, sin dejarse nada por exponer ni entregar. Fue determinante en una faena de mucho temple y determinación. Culminó por bernardinas muy ceñidas. Dejó la espada ligeramente caída, pero fue suficiente para que el animal doblara.

Manuel Perera frenó al de El Torreón a base de mucho juego de brazos, abriéndolo, al tiempo que lo envolvía en el percal. Genuflexo y a base de darle sitio ligó las probaturas por ambos pitones. Tiró del animal hacia fuera para después seguir sobre el pitón derecho, muy encajado, con mucha voz, aprovechando cada embestida. Se colocaba y citaba, llevándolo en largo, dando longitud a los muletazos que le recetaba. El astado no terminaba de humillar en la tela, no había pulcritud en su embestida, la cual iba acortando cada vez más, quedándose a mitad del pase. Perera no paró de provocarlo, buscándolo a pitón contrario. Le faltó despaciosidad a la faena. Cerró por manoletinas para después, en la suerte suprema fallar con la espada.

Estuvo comedido en el saludo capotero Manuel Diosleguarde. Que lo fue encauzando hasta sacarlo a los medios, entre las protestas del respetable ante la presentación del  astado. Inició la faena con mucho mimo, entre caricias, llevándolo en línea mientras lo sacaba al paso. Lo llevó ligado, siempre que pudo, pues el animal esta muy mermado en fuerzas. Le perdió pasos y trató de echarle, con algo más de distancia, los vuelos al morrillo, tratando de alargar algo más la embestida. Le faltó motor y entrega, hubo muchas limitaciones como para que la faena rompiera. Uno a uno, sujetándolo, sin poder expresar su Tauromaquia. Perdía las manos con facilidad, a pesar de los intentos de Diosleguarde por preservar la embestida a media altura y muchos vuelos. 

El de El Torreón buscaba en el saludo capotero de Jorge Martínez, que repitió a buen ritmo ante el lanceo del espada. El animal, descoordinado y sin condiciones óptimas para la lidia. Dn su lugar salió un sobrero que entraba con codicia y repetía en el percal de Jorge. Hubo repetición y un inicio de faena de mucha repercusión. Era un astado que se brindaba al triunfo, entraba con fijeza en la tela, atendiendo en la larga distancia, dejando que se aprovechara su inercia para encauzar el resto de muletazos. Jorge Martínez estuvo muy firme, aprovechando la fuerza, movilidad y ligazón que este sobrero presentaba. Algo peor atendía sobre el pitón izquierdo, siendo más reservado, pero tomando la tela con entrega. Volvió sobre el derecho, después de que fuera volteado por el astado, pitón por el que el animal parecía no tener fin. Cerró por manoletinas, poniendo un gran broche de oro a su faena.

Fonseca fue a por todas, se fue directo a la puerta de toriles para recibirlo a portagayola con una larga cambiada, para después seguir de rodillas en los medios con una larga afarolada. Finalmente, el presidente escuchó las demandas de un público que exigía el cambio. Fonseca recibió al sobrero a portagayola. Se echó el capote a la espalda y ejecutó el quite. Inició la faena desde los medios, de rodillas, calando en los tendidos de Moralzarzal. Tandas cortas y bien definidas para estructurar el último tercio. Aprovechó la inercia de la larga distancia del.primer muletazo para ligar las series y completarlas. El animal respondía con prontitud, garbo y movilidad a las exigencias del mexicano. Le dio sitio, dejándole la muleta muy plana, tratando de que no se la tocara en la muerte de cada pase. Cautivó en el toreo a natural, dejándole los vuelos en el morrillo y ligando uno tras otros, con una pulcritud absoluta. Culminó de rodillas para después seguir con la muleta a la espalda, sin la ayuda, siendo prendido y dejando a la plaza sin aliento.

Manuel Perera se fue a chiqueros para recibir al segundo de su lote con el capote en la espalda, alternando. El espada inició la faena de rodillas, de nuevo entre las quejas del respetable ante la falta de fuerza del de El Torreón. Perera tuvo que llevarlo con extrema suavidad para que no volviera a perder las manos y se quedara sin novillo. Pases abiertos, bien abrochados para devolverlo a la franela. Lo llevó a media altura, dándole mucho sitio y tiempo, manteniendo la embestida, una embestida que se volvía algo más violenta al sentirse podido. El extremeño no dejó de entregarse, con un tira y afloja continuado en el que trató de dar mayor longitud a los muletazos. Culminó de rodillas para después dejar un pinchazo hondo.

Novillos de El Torreón para Manuel Diosleguarde, oreja y palmas; Jorge Martínez, ovación y silencio; Isaac Fonseca, oreja y dos orejas; Manuel Perera, silencio.

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