Quienes conocen íntimamente a Rafael de Paula se hacen lenguas de su reposada filosofía de la vida, de su tono sentencioso y de su añejo sentido del humor. En cierta ocasión, y tras un estrepitoso batacazo en la Maestranza de Sevilla, los amigos trataban de consolarle. Unos atribuían el fracaso a los toros, otros al publico y otros al azar injusto e imprevisible. Hubo incluso quien afirmó que Rafael no necesitaba cortar orejas. Ayer mismamente concluyó, ensalzando la elocuencia del jerezano en la radio cortó dos orejas y rabo. A lo cual, el gitano, triste y hasta cierto punto divertido por el elogio, respondió:

Pues no me vendría mal cortarlas alguna vez en las plazas. Tocar pelo reconforta la vida.