domingo, 5 de mayo de 2024

Doble Puerta Grande en Colmenar Viejo

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 En Directo 

PATRICIA PRUDENCIO MUÑOZ 

Colmenar Viejo cerebró la corrida de toros más esperada de toda su Feria. Morante de la Puebla, Roca Rey y la alternativa de Francisco de Manuel tenía todos los ingredientes para ser una buena tarde de toros. Sin embargo, los de Núñez de Cuvillo no terminaron de acoplarse a los compases que se les exigía, con lo que las faenas no tomaron vuelo, no rompieron, a pesar de la insistencia y entrega que se mostró. Francisco de Manuel tomaba la alternativa, con un cartel de lujo, con un ejemplar de Núñez de Cuvillo de nombre “Rescolaito” al que llevó con gusto entre muletazos cadenciosos, acompasando la embestida.  La clase y el gusto,  acompañados por el desmayo y el trazo largo, marcaron la segunda faena del que se estrenaba en el escalafón de matadores. La terna estuvo por encima de los de su lote, robándoles las embestidas, una a una. Morante con una faena de cuidados intensivos, paralelo a tablas, trazó una faena más que meritoria. Roca Rey se pudo lucir, mucho más cómodo  acompañando la embestida con todo su cuerpo. El astado le dio el juego que necesitaba, un astado que resultó el más vivo y con más fijeza de la tarde.

Francisco de Manuel saludó al primero de la tarde, al toro de su alternativa  estirándose con el a base de temple hasta rematarlo por una media. Tras la ceremonia en la que Morante le entregaba los tratos a Francisco de Manuel, inició la faena de rodillas en el tercio, sin probaturas  pasándoselo por la espalda, ajustando las distancias entre pitones. El diestro arrastraba la tela al compás que acompañaba la embestida, todo a un mismo ritmo. El de Núñez era templado, con obediencia sostenida, sin raza para entregarse en la tela. El espada estuvo entregado de principio a fin, pero la embestida no terminó de romper, pasando y acortando su recorrido, había que empezar a obligarlo y provocarlo para poder continuar las tandas. Ajustó la faena, terminando de rodillas entre desplantes.  Le alcanzó uno de pitones, sin consecuencias, entrando a matar, dejando en la suerte suprema una estocada defectuosa. Le fallaron los aceros.

Morante de la Puebla lo lanceó por alto en el saludo capotero, sacándolo más allá de los tercios. Tras haber cumplimentado el tercio de varas y banderillas, la presidenta, a ritmo de palmas de tango, decidió devolver al de Núñez de Cuvillo a los corrales. En su lugar salió “Fisgón” de Domingo Hernández, al que Morante lanceó por alto. El tercio de varas fue igual o peor que el anterior, con un puyazo trasero que no se rectificó. Lo tanteó junto a las tablas, pasando verdaderos apuros con un astado que se metía por dentro. Lo miró y entre gestos de negación lo macheteó. Lo tomó y trazó un par de muletazos, cogiéndolo delantero pero sin continuidad, a pesar de que le dejara los vuelos en el morrillo. Había que cruzarse. Morante lo exigió hasta el final, obligándo a pasar a un astado que se quedaba corto y que buscaba, pues entraba recto en el cite, pero rápidamente volvía la cara. Falló en la suerte suprema.

Al tercero de la tarde lo recibió Andrés Roca Rey, con un saludo lucido y de sello personal. El peruano comenzó la faena con quietud y mucha serenidad, exigiéndole  por abajo, mientras lo andaba cambiándolo de terrenos. Sobre el pitón derecho lo citaba con el pico de la muleta, tirando del animal para después abrirlo y volverle a cerrar envolviéndolo en la tela. El de Núñez de Cuvillo pasaba de un lado a otro, sin la rotundidad esperada ante las exigencias del diestro, que sin cruzarse quiso aprovechar la media distancia y después ligar de uno en uno a base de pico y brusquedad en el cite. El toreo de riñones, encajado y mano baja desembocó en las distancias cortas, poniendo a prueba la fijeza del animal, buscándolo por la espalda, aguantando. El respetable se debatía entre el valor y lo taurinamente correcto. En la suerte suprema, pinchó en hueso, resbalando sobre el acero. Logró hundir el acero al segundo intento.

Morante de la Puebla marcaba el ecuador del festejo con un ramillete de verónicas con las que cautivó al público. Empezó la faena de muleta con doblones por abajo, entre cuidados para mantener la embestida del animal. Morante buscaba continuamente las distancias y la altura. El animal entraba con garbo y fuerza en cada cite, después la continuidad dependía de Morante, que debía guiar e insistir a un astado que se desentendía, se mantenía dentro y cabeceaba en exceso sobre el pitón izquierdo. El matador de toros avivó la plaza de toros de Colmenar Viejo, que llevándolo en paralelo y en favor del animal, le robó algún que otro muletazo, toreándolo con los extremos de la muleta, con una entrega más que cuestionable por parte del astado. El silencio se adueñó de La Corredera, se quebró cuando Morante lograba meterlo mano al segundo de su lote con una estocada fulminante, aunque no del todo acertada.

El temple y la despaciosidad marcaron el saludo capotero de Roca Rey ante el quinto, estirándose con el astado. Se decidió por un inicio de rodillas, sin probaturas previas, citándolo por la espalda en la larga distancia para después aprovechar la inercia y ligar el inicio. El animal entraba con fuerza y movilidad en la muleta del peruano, permitiendo que este alargara los muletazos. A pesar de la embestida en dos tiempos, y algún que otro cabeceo en la muerte del natural, la inercia le sirvió para ligar pase tras pase. Tenía fijeza y entrega, siendo el más vivo del encierro de Núñez de Cuvillo. En cuanto tocaba los vuelos que el diestro dejaba atrás se descomponía y había que volver a empezar. Roca Rey le mostraba la salida para después tirar de él y devolverlo a la franela, llevándolo totalmente metido en el engaño, acompañando la embestida con todo su cuerpo. Cerró por bernardinas y procedió con la suerte suprema, en la que hundió el acero con determinación.

Francisco de Manuel ejecutó toda una declaración de intenciones con el sexto, en un saludo capotero de rodillas para después andarle y sacarle, al tiempo que se estiraba, más allá de los medios. Se lució con un ceñido quite por saltilleras. Brindó desde los medios al público para después iniciar el último tercio por estatutarios, un inicio por alto en el que reinó la quietud. Probó las distancias largas, donde el animal atendía con prontitud, ligando, seguidamente, cada mulerazo aprovechando la inercia del primer muletazo y la movilidad que este traía de serie. Roto con él, muy encajado, desbordaba cadencia, ante un animal pronto que humillaba, pero que también buscaba y se volvía con habilidad. Francisco de Manuel le perdía los pasos necesarios que le llevaban a reconstruir la  serie y seguir ligando uno tras otro. Mostró solvencia y madurez frente al de Núñez de Cuvillo que, a pesar de su movilidad, no ponía las cosas fáciles, también exigía. La clase y el gusto,  acompañados por el desmayo y el trazo largo, marcaron la faena del que se estrenaba en el escalafón de matadores de toros. Alargó el último tercio, que cerró por manoletinas para, sonando el primer aviso, se tirara a matar sin acierto, lográndolo al segundo intento.

Toros de Núñez de Cuvillo para Morante de la Puebla, silencio tras aviso y oreja; Roca Rey, ovación y dos orejas tras aviso; Francisco de Manuel, ovación tras aviso y dos orejas.

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