lunes, 6 de mayo de 2024

Las caricias de Emilio de Justo y Juan Ortega

Facebook
Twitter
WhatsApp

 Crónica

PATRICIA PRUDENCIO MUÑOZ


  
Leganés cerraba su feria con un cartel que prometedor, sin embargo, la tarde tomó otros vuelos. Los astados de Núñez andaban escasos de fuerza, sin interés ni transmisión en sus embestidas. Cabe destacar la precariedad de los tercios de varas, donde gobernó el desconcierto, en su mayoría, no en todos. Enrique Ponce se midió a un lote más que mermado con el que no hubo opciones, no se estiró con ellos y tampoco derrocharon juego. Emilio de Justo deslumbró era una delicia que el aficionado merecía ver. Sin embargo, también probó la otra cara del toro, tuvo un serio percance que le mandó directo al hospital y le impediría continuar la lidia. Juan Ortega se expresó ante el segundo de su lote, este sí se lo permitió. El toreo sevillano se hacía eco entre los aficionados. Se cerraba así una feria más que interesante que devolvían las tardes consecutivas de toros a la Comunidad de Madrid.

Enrique Ponce no lo dejó correr al primero de la tarde, lo frenó directamente en su capote, intentando fijar a un animal que salía suelto. El inicio de faena destacó por la escasa fuerza del de Cuvillo, Ponce no se apresuró con él, lo llevó, dejándole pasar, sin someterlo. Sosteniendo las embestidas con tandas cortas y naturales altos. Las protestas se generalizaron, el toro no reunía las condiciones más acertadas para la lidia. Ponce, abrevió la faena y acudió a por el estoque.

A “Espantoso” lo frenó Emilio de Justo, con la elegancia y delicadeza que tanto lo caracterizan. Se estiró con el capote, ganándole terrenos hasta sacarlo a los medios, todo un recital. Lo toreó desde el inicio, sometiéndolo por abajo, mientras lo probaba por ambos pitones. Se decidió por el pitón derecho, pero había que llevarlo muy cruzado. Una vez que entraba tragaba con los primeros naturales, sin embargo, Emilio no dejó que se le escaparan las embestidas del segundo de la tarde. Abrió el compás, pero atándolo en corto, dejándole la muleta en el morrillo, solo veía tela. Midiendo mucho las tandas. El tiempo del diestro y el temple con el que acarició las embestidas del animal caló en los tendidos. La elegancia no se perdió en el último tercio, se mantuvo, a pesar de que el astado acortara su recorrido, de hecho, fue volteado sin mayores consecuencias. Fue prendido en la suerte suprema. El animal dobló en el descabello.

Juan Ortega lo frenó abriéndolo y envolviéndolo con un sutil juego de brazos. En el inicio de faena lo probó muy despacio, dando sitio y tiempo, intentando cambiar los terrenos. Natural a natural quería encontrar el acople con el de Núñez. En el tercio logró pasarlo de un lado a otro, dejándolo pasar. Le llegó a desarmar. Soltaba la cara, se veía podido e intentaba defenderse. Juan Ortega hizo lo que pudo, sin mucho más que expresar con el tercero cambió la ayuda por la espada para pasaportar a un astado que no se dejaba. Mató con aseo al segundo intento.

De nuevo salía un toro inservible, al que se le pedía la vuelta a corrales. Tras varios percances en la plaza durante el tercio de varas fue devuelto. Salió el sobrero, aplaudido en su salida, con el que Enrique Ponce firmaba una declaración de intenciones. El astado tomaba la tela sin demasiado interés. Demasiado desconcierto en el tercio de varas. Genuflexo era la idea inicial para el comienzo de faena, le costó meterlo en la tela, pues al animal le faltaba fijeza, había que llevarlo muy metido. Le propinó varios muletazos sueltos, provocando su vuelta a la franela, pero el animal salía suelto, sin opciones. Mató con aseo.

Juan Ortega recibía al penúltimo de la tarde a ritmo de “Olé” tras “Olé”, ahora sí hacía apología con su saludo capotero. Se dispuso con la muleta en las tablas, sacándolo al tercio, muy metido, tanteándolo con torería. Ahora sí, encontraba opciones para expresar su Tauromaquia, con sitio o tiempo. Toreando con despaciosidad y cadencia, derrochando verdad. El animal atendía en la media distancia, se enroscaba con él una vez que atendía al primer muletazo. Había que guiarlo, que no se abstuviera. Se adornó en el toreo al natural, llevándolo con los vuelos, abriendo y al mismo tiempo recogiendo la embestida para terminar cada natural donde empezaba el siguiente. Le perdía pasos y volvía configurar los muletazos. La clase sevillana se hacía eco en los tendidos, con cites delanteros que anunciaban un final bien abrochado. Mató con determinación.

Ponce ejecutó un saludo medido, con una sutil labor de brega. Inició el último tercio genuflexo, con ritmo, por abajo, en el tercio. Quería triunfo y sacó raza. Buscándolo en corto, toreando con verdad, citándolo con el pico de la muleta, sin evitar adornarse, pero adaptándose a las embestidas pautadas del último de la tarde. Parecía volver Ponce después de varios meses. Sin forzarlo, quiso exprimirlo, buscando las teclas, que el animal sí que tenía. Se cruzó, le alargó las embestidas, llevándolo hasta el final, intentando hacerle romper. El diestro le bajó la mano, le exigió, toreando a placer. Había sacado provecho de las condiciones del de Núñez.

Leganés. Toros de Núñez del Cuvillo para Enrique Ponce, palmas y silencio; Emilio de Justo, dos orejas; Juan Ortega, silencio y oreja.

FOTOS: SERGIO LOZANO 

PUBLICIDAD

Entradas Relacionadas

Scroll al inicio