jueves, 2 de mayo de 2024

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Crónica 

PATRICIA PRUDENCIO MUÑOZ


  
Leganés acogía el segundo festejo de abono de su feria, una corrida de toros más que interesante y variada en la que la que el verbo volver tomó forma para la terna, Madrid los esperaba con los brazos abiertos. Javier Cortés volvía para reencontrarse con el traje de luces, con el público… era un reencuentro digno de triunfo, sin embargo, no cortó trofeos. Su lote tampoco se lo permitió. Cortés sacó raza y se impuso a sendos toros, exprimiéndolos, toreando en las distancias cortas, toreando como siempre. Román mostró variedad, guiando las embestidas, muy torero de inicio a fin, sin dejarse nada que mostrar, toreando con mucha verdad. Ginés Marín cortó dos orejas al primero de su lote, pues con  elegancia, temple y despaciosidad caló en el respetable. Trazando una faena merecedora de triunfo. Hubo categoría y poder. Lo mismo ocurrió con el segundo de su lote, con el que impregnó de clase el último tercio.
Javier Cortés regresaba con “Infortunado”, al que recibió a portagoyola, para seguir cegándolo de tela en los medios, en corto y luciéndose. Tras un emotivo brindis, Javier Cortés regresaba. Empezaba la faena, despacio, sin prisas, esperándolo, calculando distancias, probándolo por ambos pitones, sin someterlo por abajo. En los medios, se decidió por la mano derecha, abriéndolo, sin continuidad , pero sin perder el ritmo que estaba marcando la faena. Fue amigo del tiempo y el sitio, sin agobios, dejando que tomara el primer natural, para después, más cruzado, meterlo en una nuevo muletazo. Uno a uno, sin alterar los tiempos del animal. En el toreo al natural quiso tirar del astado con los vuelos, muy cruzado, ciñéndose. Retomó el toreo lento y cadencioso de su mano derecha, en el que mostraba su verdad y poder, arriesgando, sin evitar las miradas.
Román lo toreó con temple y buenas maneras en el recibo capotero, en el que lo sacó rápidamente hacia los medios, sin dejarle ver otra cosa que no fuera la tela. Brindó al público y por estatuarios ejecutó un inicio, por alto, frente al segundo de la tarde. La mano baja sobre el pitón derecho, lo hacía repetir hasta el cuarto natural, después ya le empezaba a costar aquello de la prontitud. Román lo aguantó, sin forzarlo. Midió las tandas, respetando los tiempo, citándolo de frente, marcándole la embestida, guiándola, entrando en la franela, llevándolo muy tocado, sin mostrarle otra cosa. Fue prendido violentamente, pero sin aparentes consecuencias. Se repuso y volvió a la cara del animal, para seguir en las distancias cortas, sin evitar que lo mirara, se metiera por dentro y le buscara. Trazó una faena compleja, la cual cerró por ceñidas manoletinas, muy torero.
Salió el tercero, ligeramente rematador y se emplazó en el tercio, había que ir a buscarlo. Ginés Marín lo saludó, suavemente, llevándolo a los medios. Empezó de rodillas en el recios, obligándole por abajo, ganando terrenos, creando una tanda inicial que caló en los tendidos. Lo dejó respirar y en los medios, le exigió, siempre calculando la distancia. El animal presentaba fijeza y prontitud, se dejaba levar al ritmo que Ginés le pautaba. Ejecutó un toreo en redondo infinito. Había que buscar la media y corta distancia, dejársela muerta y jugar con los vuelos de la muleta para dejárselos puestos y tirar del animal para ligar un natural con otro. Embestida y muleta se acompañaban a un mismo compás, dotado de temple y despaciosidad. Culminó su faena con bernardinas. Mató con determinación, el animal dobló.
Marcaba el ecuador un ejemplar de El Parralejo al que Javier Cortés frenó en el capote con una buena labor de brega, en la que dirigió su embestida. Lo citó de lejos, para envolverse con él aprovechando la inercia, había que obligarlo a volver. Un ejemplar buscón al que había que contar los pasos, por abajo se le sometía y respondía, pero con los naturales contados. Lo llevaba hasta el final, primero mostrando el pecho, para después, con los vuelos de la muleta y el recorrido de su brazo, darle continuidad. Sin embargo, era un toro para series cortas, naturales de uno a uno y llevarlo muy tapado. Corregía y volvía sobre el toreo al natural, desarrollando el grueso de la faena. Cada vez le costaba más pasar al animal, pero Cortés tenía claro que él iba exprimirlo, y así fue. En la suerte suprema mató con aseo.
Román recibió al quinta de la tarde, encelándolo, obligándolo a volver para estirarse con él. El animal seguía saliendo suelto, había que fijarlo, por ello el inicio se basó en pases largos, en los que lo tanteó y dejó pasar, sin forzarlo, pero sí ganándole terrenos. Había que buscarlo en la corta y media distancia y obligarlo, porque el astado sabía tomar la tela. Un punto y aparte tras cada tanda lo dejaba respirar y recobrar fuerzas. Román lo citaba delantero, acompasando la embestida, dejando el paso atrás y ligando natural tras natural. Le daba el pecho, se mostraba con verdad, metiéndolo a base de técnica y empeño en la faena. Una faena de pausas en las que mimó las condiciones del de El Parralejo, esperándolo, coordinando embestida y natural. Lo supo llevar, desarrollando la faena alejado del tercio, toreándolo a placer. El animal tardó en morir.
Ginés Marín no lo dejó correr, ejecutó un saludo capotero temprano con el que trató de fijar al astado, que salí ligeramente suelto. Se estiró sacándolo a los medios, con la clase que tanto lo caracteriza. Inició el último tercio templando, genuflexo, obligándolo por abajo, rompiendo en los primeros compases. El animal presentaba movilidad, ritmo y buen tranco, algo que el extremeño supo aprovechar para torear con la profundidad y determinación que tanto lo caracterizan. Muy despacio, con un toreo curvilíneo que hizo resonar la palabra “olé” en toda la plaza. Cite templado, bajo y delantero, con el pico de la franela, que después se encargaba de recoger la embestida con el giro de muñeca. Alargó con clase los muletazos hasta el final. Paró el tiempo, con cadencia, despaciosidad y clase, lo tenía hecho. Mató con el mismo acierto lo hizo con el primero de su lote, aunque tuvo que recurrir al golpe de cruceta.
Plaza de toros de Leganés. Toros de El Parralejo. Javier Cortés, ovación y ovación; Román, ovación y ovación tras aviso; Ginés Marín, dos orejas.
FOTO: TAUROEMOCIÓN
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