martes, 30 de abril de 2024

Entre el toreo lento y las distancias cortas

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Crónica 

PATRICIA PRUDENCIO MUÑOZ


  
La tarde en Torija estuvo marcada por la escasez de fuerza, las distancias cortas y el toreo lento y poderoso. Se lidiaron ejemplares del Marqués de Quintanar, que no derrocharon fuerza ni opciones para los espadas. Raúl Rivera, Curro de la Casa y Marcos estuvieron a la altura, con faenas en las que la distancia de seguridad quedaba al margen, mimando las embestidas. Raúl Rivera buscó el lucimiento a base de empeño y raza, intentando aprovechar la inercia y empezar a ligar los muletazos. El toreo al natural fue la mejor opción para jugar con los vuelos y trazar las series. Curro de la Casa toreó con verdad y despaciosidad, paró el tiempo, intentando que el animal no descompusiera la embestida al toparse con la tela. Marcos definió la clase, dejando  toda una declaración de intenciones, derrochando seguridad, con las ideas muy claras, a pesar de las condiciones que su lote presentaba.

Abría la tarde “Soleaillo” en las manos de Raúl Rivera, un animal buscón, al que dejó correr y rematar  para después devolverle a la tela, intentado frenarlo y encelarlo, pero se emplazó. Finalmente, se estiró y lució a la verónica entre ovaciones del respetable. Ejecutó un tercio de banderillas impecable, en la cara, presentado un declaración de intenciones. Pasó al último tercio, brindando al público, para después recibir genuflexo a un animal justo de fuerza, que requería un marcado toque fijador para meterlo en la tela. Se venía por dentro, había que abrirlo, cruzarse y dirigir su embestida. Salía con la cara alta, descomponiendo el muletazo, había que parar y volver a empezar. El de Marqués de Quintanar solo debía ver tela, algo que hizo con el toreo al natural, manejándolo con los vuelos. Rivera lo intentó templar, y lo cierto es que una vez metido en la serie, este atendía, pero con mayor empeño en la franela. Todo lo puso Raúl, buscando el lucimiento y un compás que el animal no entendió. Lo mató con acierto.

Curro de la Casa recibió al segundo de la tarde con muy buenas maneras, en un saludo capotero de clase en el que lo sacó del tercio, recogiendo su embestida. Lo recibió en la muleta pegado a tablas, esperándolo para tantearlo genuflexo por ambos pitones hasta sacarlo del tercio. Este también acusaba de poca fuerza. Lo tomó sobre el pitón derecho, ajustando los pases, acortando distancia, cruzándose y adelantándole la franela para que su respuesta fuera pronta. Con el toreo al natural, de frente, le mostró el pecho, abriéndole y corrigiendo su embestida. Le costaba romper en la tela, de nuevo, el poder lo derrochaba Curro, que muletazo a muletazo le fue sacando lo poco que tenía dentro. El diestro toreó con verdad, pero el aire lo descubría y sumaba mayor complejidad a la faena. Lo llevó con un trazo largo, arrastrando un peligro sordo en cada serie. Le dio sitio y tiempo, dejando que retomase las fuerzas después de cada seria, volviendo a las miradas y a la cara de un animal buscón y reservón, al que llevó muy despacio. La suerte suprema la culminó con media estocada caída que le llevó directo al descabello.

Marcos recibió al tercero de la tarde con una larga cambiada, frenándolo con mucha torería en la tela, mostrando su variedad con el percal. Brindó al público y decidió empezar la faena desde los mismísimos medios, sin probaturas, pasándoselo por la espalda. Lo quiso llevar en un sutil trazo largo en el que no se le podía bajar la mano en exceso ni llevar la contraria, siempre toreando a su favor. Marcos fue muy paciente, con tandas cortas, en las que las prisas no tenían ningún papel que jugar. Por abajo y jugando con la movilidad de su brazo lo llevó hasta el final, aguantándolo cuando se paraba en el inicio del muletazo. El animal humillaba e intentaba colocar la cara, encontrando el compás que el diestro le pautaba. La cadencia y la despaciosidad lo llevaron a culminar una faena con determinación. De nuevo, se coló en sus terrenos, llevándolo en redondo, tragando con los pitones en la taleguilla. Lo mató con un estoconazo en lo alto, aunque algo delantero.

Marcaba el ecuador un ejemplar de Marqués de Quintanar al que Raúl Rivera recibió con una larga cambiada, siguiendo con una habilidad muy torera en el saludo capotero, sacándolo del tercio y mostrando la embestida. El tercio de banderillas cautivó al tendido. Siguió con la emoción, iniciando la faena de rodillas, junta a las tablas, pero el animal, al que había que sostener, cayó a la arena. Raúl le dio tiempo y retomó los primeros compases de una faena que prometía. El de Marques de Quintanar tenía muchas teclas que tocar. El diestro abrió el compás, con naturales muy ajustados en los que se mimaba la fuerza del astado, cuidándolo. Sin embargo, no tenía prontitud, embestía con la cara alta, en dos tiempos y en cuanto tocaba tela, esta se endurecía. Al natural lo llevó con los vuelos, ampliando recorrido, pero el animal requería uno a uno, respetando su sitio, no había que agobiarle, había que dejarlo pasar, aguanto lo que este exigía. Pinchó en hueso, hundiendo el acero al segundo intento.

El saludo capotero de Curro de la Casa llegó después de que lo dejaran correr. Lo trató de encelar, envolviendo su embestida en la tela, con una meritoria labor de brega en la que lo frenó y fijó, aunque no en exceso. Los primeros compases de la faena se desarrollaron genuflexos, probándolo por ambos pitones, comprobando la escasa fuerza que mostraba el de su lote. Entre el silencio, empezó sobre el pitón izquierdo, muy despacio, luchando contra el viento. La muleta se la dejaba en el morrillo y así tiraba del animal para encauzarlo en un nuevo muletazo No podía tocar la tela, pues descomponía el orden de su embestida. Con los vuelos dejaba ver, con ligera sutileza, la colocación de la cara tomando la franela. El trazo era cada vez mas corto, acortando también su recorrido. Soso y sin transmisión, dibujó una faena lenta natural a natural, entregándose, pero sin ser correspondido. Cerró su actuación con un estocada más que certera.

Cerraba la tarde “Velón”, vivo y con buen tranco, que recaía en la manos de Marcos, que lo buscó y lo intentó fijar en la tela desde los medios. En el tercio, citándolo de cerca, intentando limpiar su embestida, lo probó. Con la muleta muy plana lo citaba, para después, mimando su embestida, sin brusquedad, intentar llevarlo. El viento no ayudaba, pero el toque lento y fijador sí que lo hacía. Toreó como si fuera un chotis, pero con le peligro de que se paraba en mitad del muletazo. El espada lo aguantó, con mucha torería, llevándolo cruzado, marcando su terreno y recorrido. Las mejores embestidas se vieron con la mano izquierda, cuando alargó su brazo hasta el final, marcando su salida, pero girando la muñeca para devolverlo a la franela. Cuando este se dejaba, lo toreaba en una baldosa, sin distancia de seguridad que valiese. Derrochaba seguridad, con las ideas muy claras, a pesar de las condiciones que el animal presentaba. Lo cegó de muleta, era lo único que el astado alcanzaba a ver. Lo cuadró y pinchó, la espada apagó la faena.
Plaza de toros de Torija (Guadalajara). Toros de Marqués de Quintanar para Raúl Rivera, oreja y oreja; Curro de la Casa, aplausos y dos orejas; y Marcos, dos orejas y aplausos.
FOTO: PATRICIA PRUDENCIO MUÑOZ
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