viernes, 3 de mayo de 2024

Emilio de Justo está y El Cordobés volvió a ser

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Crónica 

PATRICIA PRUDENCIO MUÑOZ


  
La tarde en Sanlúcar de Barrameda se cerraba con tres orejas, mucho empeño y una reaparición, la de Manuel Díaz. El Cordobés volvió a ser, se reencontró ante sus segundo toro, un sobrero de Juan Pedro Domecq, que le permitió sentirse cómodo, sentirse como hace un tiempo atrás. El toque sutil lo encaraba al natural, alargando la embestida, para después girarle la muñeca y devolverlo a la muleta, muy despacio, con series más que medidas. Logró lo que tanto buscaba, el salto de la rana. Emilio de Justo volvió a ser la clase y el temple en persona, con un toreo de gusto y determinación, entregándose, sin dejarse absolutamente nada, lo que le valió dos importantes orejas. Enrique Ponce fue el único diestro que no cortó oreja, pero tuvo el peor lote de la tarde, sin excesivas opciones, aunque sí con muchos matices. Los de Juan Pedro Domecq mantuvieron despiertos a los aficionados, con juego variado e interesante.
Abría el festejo “Intruso”, un ejemplar de Juan Pedro Domecq bien presentado y buscón, al que Enrique Ponce recibió en su capote, llevándolo en largo, al tiempo que se estiraba por verónicas. Ponce brindó la muerte del primero de su lote a El Cordobés. Empezó la faena genuflexo, probándole por abajo y por ambos pitones. Se decidió por el pitón derecho, tirando de él con mucha suavidad, a cámara lenta. Se adornaba, las condiciones de “Intruso” se lo permitían. El animal requería tiempo y mucho temple, volvió para dejarle, con su toreo al natural, la franela en el morrillo, recreando la continuidad, fijeza y ligazón. Le faltó pulcritud a la faena, pues la embestida no terminaba de depurarse, aunque Ponce le enseñó e intentó ralentizar, aprovechando la bravura de “Intruso”, que no paró de embestir. Falló con los aceros y culminó con el descabello.
El Cordobés reaparecía con “Remendón”, al que ejecutó un saludo capotero muy medido, con embestidas en las que le costaba pasar, frenándose en la tela. El último tercio se iniciaba en tablas, dejándolo pasar para sacarlo a los medios, tocando y llevando. El animal metía la cara, continuando la tela con ritmo y movilidad. El diestro lo toreó en redondo, citando, encelando, dejando el paso atrás para después continuar. La faena se desarrollaba en el tercio, pero había que cambiar los terrenos e intentar parar los tiempos, suavizando la embestida, marcando los tiempos. Necesitaba sitio y tiempo, trató de aguantar los parones del astado, pero la faena seguía alargándose, intentando desprender seguridad, acortando y trazando la faena en las tablas. Mató con acierto.
Emilio de Justo lo recibió con gusto, con el toreo que tanto le caracteriza, jugando con sus brazos, recogiendo la embestida. Empezó con probaturas livianas, en las que acompañó la embestida, enseñándole el trazo. El toreo sutil, refinado y muy De Justo, empezaba a cautivar a los tendidos. Con la tela muy plana, cruzándose, mostrándole el pecho le citaba y abría el compás. El diestro desprendía torería, dándole mucho sitio, bajándole la mano, pero sin excederse, llevándole de uno en uno, pero la querencia primaba. Empezó a tirar de él con el pico de la muleta, ajustando las distancias, evitando que este se rajara, lo mantuvo muy metido, sin dejarse nada en el tintero. Emilio de Justo estuvo muy por encima del primero de su lote. Cerró la faena por manoletinas a pies juntos, de nuevo, muy torero. Dejó una estocada entera con la que el animal dobló.
“Tortero” y Enrique Ponce marcaban el ecuador del festejo. El saludo capotero se desarrolló por abajo, intentando encelarlo a la verónica, pero sin lucimiento. El valenciano lo paseó genuflexo por ambos pitones, sin dejarlo esperar. Le buscó por abajo, obligándole a humillar, mostrándose, enroscándose en la embestida de “Tortero”, aprovechando la fijeza, inercia y movilidad. Toreó con determinación, dejándole la tela en la cara. El animal poseía una embestida explosiva, muy variable, que cuando se veía podido empeoraba, no le podía llevar la contraria. El de Juan Pedro Domecq, totalmente abstraído del empeño y colocación de Enrique Ponce, se vio obligado a seguir lo único que el diestro le mostraba. No paró de buscarle opciones, con un peligro más que añadido. Ponce cerró en la querencia, muy despacio, exprimiendo los último coletazos del segundo de su lote. Pinchó la faena.
El cuarto de la tarde tuvo que ser devuelto a corrales tras partirse el pitón. En su lugar salió “Revistero”, al que El Cordobés dejó correr, para después recibirlo en el percal, dándole sitio, pues se venía por dentro. Lo abrió y sacó del tercio, dejándosela puesta, tocando, mimando la embestida, pero sin terminar de romper en la tela. Había que fijarlo para después encauzar una embestida que podía dar mucho más. El Cordobés se la dejaba muerta, toreando sobre el pitón derecho, tirando de él, cruzándose para después ligarlo en su muleta. Lo tenía, estaba cómodo, le dio su sitio y tiempo al animal, toreando con determinación, sosteniéndolo, para acortar distancias, pero sin dejar de cruzarse. Lo llevó en redondo, pero sin excederse, El Cordobés conocía los límites y respetaba los tiempos que el toro le marcaba, a pesar de que este estuviera muy metido en la faena. El toque sutil lo encaraba al natural, alargando la embestida, para después girarle la muñeca y devolverlo a la muleta, muy despacio, con series más que medidas. Logró lo que tanto buscaba, el salto de la rana, culminado con un desplante. Mató con aseo aunque dejando la espada algo perpendicular que le llevó directo al descabello.
“Faltón” cerraba la tarde, Emilio de Justo no lo dejó correr y le saludó en su capote estirándose a la verónica, abriéndole el compas. El inicio de faena fue un tira y afloja entre la clase y la torería y la sosería del de Juan Pedro Domecq, que en ocasiones, se mostraba ajeno a la muleta. Le faltó motor, pero Emilio, se encajó y lo toreó con cadencia, acoplándose con verdad y determinación al compás que “Faltón” marcaba. El toreo al natural del diestro era una delicia que embellecía las escasas condiciones que el animal seguía portando, no estaba pleno. Emilio lo llevaba con el pico de la franela, encauzándole, jugando con el brazo, siguiéndolo con la mirada y dejándolo pasar con dominio, temple y determinación. No le ayudó y la suerte suprema apagó la faena.
Plaza de toros de Sanlúcar de Barrameda. Toros de Juan Pedro Domecq. Enrique Ponce, palmas, en ambos; El Cordobés, oreja y vuelta al ruedo; Emilio de Justo, dos orejas y palmas.
FOTO: EMILIO DE JUSTO
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