Aunque no se puede generalizar, los toreros suelen ser creyentes y muy supersticiosos. José Miguel Arroyo “Joselito” afirmaba siempre no ser supersticioso, pero un día cambio de opinión.

Ocurrió el 15 de agosto de 1987, estaba anunciado en la plaza de toros de Las Ventas de Madrid y en los chiqueros le esperaban toros de Peñajara. Joselito siempre que toreaba en Madrid tenía la costumbre de vestirse en su casa, ubicada en la calle de Santa María de la Cabeza. 

Durante las horas previas al festejo, Adela, su madre adoptiva, le preparó la habitación, y completamente ajena a las típicas supersticiones taurinas, colocó la montera sobre la cama. El mozo de espadas, que se percató del detalle, corrió hacia la cama y colocó la montera sobre la silla en la que descansaba el vestido de torear. “Joselito” sin dar mayor importancia a la situación explicó a ambos que no era supersticioso, que le daba igual donde estuviera la montera.

Aquella tarde, su primer toro, de nombre “Molinero” y de 697 kilos de peso, le propinó una tremenda cornada en el cuello que a punto estuvo de costarle la vida. Tras aquella experiencia, no volvió a permitir que se colocara la montera sobre la cama en las horas previas a la corrida.

¿Casualidades o superstición?

Hay que recordar las famosas medias que el mozo de espadas colocaba a Belmonte. Unas medias sucias que llevándolas debajo de otras limpias, protegía al torero de la cornada y hacían que todas las tardes triunfase.

Hasta que una tarde Belmonte sufrió una tremenda cornada con las medias puestas, y, dirigiéndose a su mozo de espadas camino de la enfermería le dijo:

FOTO: COLECCIÓN LUIS MUÑOZ