lunes, 6 de mayo de 2024

Distintos niveles del escalafón igualados en el ruedo

Facebook
Twitter
WhatsApp

Crónica 

PATRICIA PRUDENCIO MUÑOZ


  
La plaza de toros de Ubrique colgaba el cartel de no hay billetes, con el aforo máximo permitido, a las 16:00 horas. Pablo Aguado y Rafael Serna se daban cita para hacer el paseíllo en la penúltima corrida de toros de la Gira de Reconstrucción. Una tarde desalineada en comportamiento, los de Jandilla mostraron condiciones, pero no se excedieron. El mejor de la tarde le tocó en suertes a Pablo Aguado, que dejó degustar a aquel matador de toros que salió por la puerta del Príncipe. Se repartieron un total de tres orejas, recibiendo el doble trofeo Aguado, por esa faena con “Jamargo” de gusto exquisito, con un toreo de la escuela sevillana. Rafael Serna cautivó, no quizá por el lucimiento, pero sí por su declaración de intenciones. Trazó una faena para demostrar que a pesar de las condiciones de sus adversarios, se puede crear con despaciosidad, temple y elegancia. Distintos niveles del escalafón, igualados en el ruedo, pisando con determinación al primer toque de clarines.
Abría la tarde “Oficial” de Jandilla, al que Pablo Aguado recibió, genuflexo, con suavidad en el capote. El animal salió suelto, pero el de Sevilla lo esperó paciente, intentando encelarlo, al tiempo que lo iba sacando, con ritmo, buscándole por abajo, pues el animal humillaba. Lo sujetó. Aguado realizó un quite muy sutil rematado con una media. En la muleta, los primeros compases llegaron con el matador genuflexo, tanteándolo, buscando el pitón y sacándolo del tercio. Le tocaba la tela, pero Aguado lo llevó a media altura, sin excederse, con naturales más que justos y medidos, en los que el torero puso más que el toro. Venía vencido, aunque tenía calidad, por el pitón izquierdo se abría. Por el derecho atendía a la tela hasta la muerte del natural, pero sin una embestida regular. El Jandilla requería un trato muy sutil, algo que Aguado lleva como seña en su Tauromaquia, la despaciosidad, la elegancia y el temple. Culminó por ayudados bajos muy toreros. Tardó en cuadrarlo, pero dejó una estocada entera, algo caída, pero certera.
Rafael Serna recibió a “Frívolo”, el segundo de la tarde, un ejemplar, muy vivo y buscón, rematando con movilidad en el capote, aunque le costaba algo más por el pitón izquierdo. Una brega más que ligera, sin suavizar ni pulir su embestida. Brindó en los medios para después comenzar la faena por abajo, con la rodilla flexionada. Muy despacio, dándole su tiempo, dejándole respirar. Lo llevó cosido, aunque sin evitar que le tocara la tela. El animal se dejaba llevar, pero sin ese punto de transmisión. Atendía, pero no se le podía llevar la contraria, todo por abajo o a media altura, por alto, levantaba las mano y soltaba algún que otro cabeceo. Rafael lo llevó en largo con el pico de la franela, mostrándole la salida, pero sin dejar que se fuera. No se podía ver podido, tenía los naturales contados, siendo algo más generoso por el pitón derecho. Empezó a quedarse corto, empezando a protestar y deslucir, sin regularidad. Alargó la faena, dejándolo en las tablas. En la suerte suprema dejó la espada algo contraria, pero tirándose a matar.
“Jaramago” marcaba el ecuador del festejo, un astado que salió rematando en tablas. Entró con gracia en el saludo capotero de Aguado, que intentó templarlo, abriéndole la embestida. Ejecutó unas lucidas chicuelinas al paso hasta llevarlo al caballo. Abrió la primera tanda de muleta genuflexo, tanteándole por abajo, muy suave, coordinando los naturales y la embestida del animal. Tenía prontitud y una arranca uniforme, de calidad y buen remate. Levantaba ligeramente la cabeza al salir de la muleta. Aguado se envolvió con él, expresando ante la profundidad del de Jandilla. El diestro le abría el natural una vez iniciado, ampliando y abriendo su recorrido. Estaba cómodo, acoplado, con armonía. Tocaba y con cadencia, torería y desmayo, se dejó llevar por las condiciones de “Jamargo”. Los vuelos lo devolvían a la franela, sin alterar el compás. Aguado toreó con gusto y sentimiento hasta llegar a la suerte suprema, donde dejó media estocada. Tuvo que recurrir al descabello, único y acertado.
Cerraba la tarde “Camelia”, en las manos de Rafael Serna. Un saludo firme, con una declaración de intenciones, querer triunfar. El toro salió con las manos arriba, pero metiendo la cara por el derecho, cuando se le hacían las cosas con suavidad y despaciosidad. El animal parecía arrastrar una lesión. La suavidad se prolongaba en el inicio de la faena, no había otra manera. El animal marcaba sus exigencias y Rafael se debía adaptar a ellas, sin brusquedades. No le bajó la mano en exceso, ni tampoco lo sometió. Sí que optó por el tiempo y sitio, para que el de Jandilla se recuperara. Pasaba sin expresión, llevando la cara por encima del estaquillador a su salida. Le costaba atender y parecía tener mayor fijeza en el cuerpo que en la tela, iba justo de fuerza. Consiguió llevarlo por el izquierdo, dejando ver las condiciones del animal, metiendo la cara. Fue una faena de calidad, en la que midió las tandas, ajustándolas, ralentizando el tiempo, marcando un trazo firme. Una faena para demostrar y no para lucirse. Pinchó en varias ocasiones y escuchó el primer aviso hasta que logró hundir el acero.
Ubrique. Penúltimo mano a mano de la Gira de Reconstrucción. Toros de Jandilla para Pablo Aguado, petición y dos orejas; Rafael Serna, oreja y aplausos.

FOTO:ASOCIACIÓN NACIONAL DE FOTÓGRAFOS TAURINOS

PUBLICIDAD




Entradas Relacionadas

Scroll al inicio