sábado, 4 de mayo de 2024

Tomás Campuzano: “Mi vida es el mundo del toro”

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 Entrevista

PATRICIA PRUDENCIO MUÑOZ


  

Tomás Campuzano se ha mantenido siempre sincero, transparente, tanto en la plaza como con sus aficionados. Es capaz de entregarse hasta las últimas consecuencias, mostrándose tal y como es, hablando claro y directo. Sabe que el toro es su vida y que no puede ser de otra forma. Él mismo se forjó su futuro, y es que el que trabaja desde el alma y tiene las ganas para conseguirlo, alcanza la meta. Tomás Campuzano ahora transmite su sabiduría, su conocimiento, entre los más jóvenes, entre los que dentro de unos años serán figuras del toreo. Está comprometido en cuerpo y alma con el futuro de la fiesta y considera que la unión del mundo taurino es más que necesaria para que todos podamos andar el mismo camino.

¿Qué te llevó hasta el mundo del toro?

Me llevó hasta el mundo del toro el querer salir del campo, del trabajo como jornalero, porque desde que tenía 12 años trabajaba. Llevaba un jornal a casa y ayudaba a mi familia, además, éramos muchos… El primero en probar suerte fue mi hermano, apuntándose a una escuela taurina en Alcalá del Río. hasta llegar a matador de toros, así que yo también decidí probar fortuna. Es cierto que me costó mucho trabajo, porque me daba mucho miedo, pero seguí hacia delante, siendo capaz. Al cabo de los años y después de todo lo que he toreado, ni yo mismo sé cómo tuve tanto valor para torear esas corridas de toros y aguantar tanto.

En definitiva, me metí en el mundo del toro para salir de jornalero diario, que es muy digno, pero veía el futuro muy negro, con un jornal muy cortito. Yo quería algo más y soñaba con otras cosas, con el mundo, conocer gente y ser conocido… Gracias a Dios fue un gran acierto.

¿Cómo te definirías? ¿Cuál es tu concepto?

Definirme no es fácil, me han catalogado como un torero poderoso, además, he sido un torero que, durante una época, con el capote, toreé muy bien. También tuve la suerte de cruzarme con el maestro Escudero y él me corrigió. Debo añadir, que como torero era muy constante y muy seguro con la espada, mataba muchos toros y los mataba bien, por arriba y con estocadas extraordinarias. De hecho, tengo trofeos de Bilbao, de la Feria de Pamplona, de la de Madrid.

Me definiría como un torero muy regular y muy constante. Yo siempre he querido estar bien delante de todos los toros, quería triunfar, aun siendo malo nunca daba por perdida una faena, los muletazos que pudiera tener el toro se los busca y se los sacaba. Eso es lo que a mí me ha mantenido 20 años como matador de toros, manteniéndome arriba muchos años, pudiéndome codear con todas las figuras del toreo y estar en las ferias un año tras otro. 

¿Dista mucho la figura de matador de toros de tu persona?

No, porque yo en la plaza era un torero muy sincero, muy transparente y lo que hacía, lo hacía siempre con mucha verdad. Creo que Tomás Campuzano, en persona, es así, sincero y entregado en las cosas que realiza.

En tus 20 años como matador de toros, tuvo que haber alguna tarde, un toro, un paseíllo que te marcara especialmente ¿Cuál fue?

No es fácil que sea un toro, una tarde o un paseíllo en concreto… Es verdad que mi carrera ha habido mucha constancia y una lucha constante por querer ilusionar. Cuando terminaba la faena, la tarde, y llegaba al hotel, me quitaba el traje de torear y nunca me quedaba contento con lo que había hecho. Siempre me daba cuenta de que podía haber estado mejor.

No he disfrutado como se supone que debería haberlo hecho, como torero he disfrutado poco en la plaza. Aunque es cierto, que el último año, el año de mi retirada, sí lo hice, porque me preocupé de torear para mí y por ello de aquel 1999 tengo recuerdos de tardes extraordinarias.

Si te tengo que decir un día, un paseíllo muy emocionante, fue el día de mi alternativa, que tenía a un lado a Curro Romero y al otro a El Viti. Era una tarde de la Feria de Abril de 1979, ese día yo iba hecho un flan de los nervios, además de la emoción de verme junto a ellos, cada uno de ellos con un corte distinto. Fue tremendo.

Hubo un toro muy decisivo en 1980… Fue un toro de Murteira Grave, un Domingo de Resurrección en Madrid, que, sin cortar oreja, di tres vueltas al ruedo. Aquel toro marcó mi carrera porque de ahí vinieron más contratos para torear tres tardes antes de San Isidro, tres en feria y una séptima en la Feria de Otoño. Toreé siete tardes en Madrid, gracias a ese toro y gracias a esa faena, que fue muy corta, pero aquella vuelta al ruedo me llevó de vuelta a Madrid. Me abrió las puertas de muchísimas plazas.

Otra tarde clave, yo ya llevaba 10 años como matador de toros, fue en Bilbao con una corrida de Miura en 1989 que corté tres orejas y salí en hombros. Lo cierto es que no estaba anunciado en la Feria de Bilbao, pero hubo una sustitución y fui a matar la de Miura sustituyendo a maestro Manili, que estaba herido. Aquella tarde me sirvió para coger oxígeno. Aquella tarde fue decisiva en mi carrera como torero, porque volví a creer en mí y el público volvió a creer en Tomás Campuzano e incluso las empresas. A partir de ahí, aguanté otros diez años más. 

Hay muchas tardes bonitas de triunfos e indultos como en Venezuela, algo que fue grandioso.

Después de 20 años en lo más alto decides retirarte ¿A qué decides dedicar tu vida?

No fue fácil tomar la decisión de la retirada, mi vida es el mundo del toro. Desde que tenía 14 años estaba metido en él, queriendo torear. Cuando me retiro no tenía nada pensado, me metí a restaurador, con un restaurante en Sevilla, en el centro de Los Remedios. Era un restaurante muy bonito, con todos mis recuerdos, cabezas de toros, carteles, etc. 

Me di cuenta de que aquello no era lo mío, aquello me desconectó totalmente, pensaba que me iba a llenar. Un día llegó un amigo al restaurante y me hizo ver que aquello no era para mí y me ofreció irme con él, con el empresario Paco Dorado, de veedor en sus plazas. Además, me ofreció acompañar a un torero que él apoderaba, Javier Conde y después a José Luis Moreno.

En ese momento me di cuenta que mi vida seguía siendo el toro y sobre todo donde más cerca de él estaba, de lo que ha sido mi carrera, era como apoderado. Estar al lado de los toreros, viajando con ellos, en el callejón, en los sorteos, los nervios en el hotel las horas antes del festejo. Mi vida como torero ha sido esa, pero como apoderado es donde lo disfruto y lo siento. Es donde creo que puedo aportar mi granito de arena a todos los que están empezando o ese consejo que les pueda ayudar.

Es fundamental, lo vivo y me siento como pez en el agua.

¿Cómo te sientes al otro lado, en el callejón?

Me veo que sufro mucho, me lo tomo muy en serio, siento que me quiero meter en la faena de cada chaval. A lo mejor les exijo más de lo que ellos puedan dar, porque yo cuando les estoy viendo me pongo en la tesitura del torero como si fuera yo, pensando en que yo haría tal cosa. Entonces intento corregirlo desde fuera, pero sufro muchísimo y paso mucho miedo. Me doy cuenta de que cómo he sido capaz de matar tantas corridas de toros y cogerles la mano izquierda en Bilbao, Pamplona, Madrid o Sevilla. Vamos, que me doy cuenta del valor que tiene ser torero y triunfar como tal.

Me pasa lo mismo los días de corrida, cuando verdaderamente disfruto son los días que voy al campo, entrenando, con lo chiquillos, corrigiéndoles en los detalles y explicándoles los pases, los terrenos de los animales. Lo disfruto muchísimo, la verdad, me encanta explicarles todo esto, lo vivo.

¿Cómo es un día a día con Tomás Campuzano?

Prácticamente estamos entrenando todos los días. Yo tengo tres o cuatro chavales que vienen a entrenar conmigo, también tengo un novillero con caballos, Jesús Díez “El Chorlo”, que este año ha evolucionado una barbaridad. Se preparó a conciencia durante la pasada temporada, durante la pandemia. 

Mi día a día está en el campo, viendo toros, de hecho, el pasado sábado estuve viendo novillos. El domingo estuve entrenando después de varios días de lluvia. Es cierto que, normalmente, los fines de semanas descansamos, pero este no ha sido el caso. Lo hago con mucho gusto, porque creo que es una profesión a la que hay que dedicarle las 24 horas del día.

¿De dónde surge la idea de desarrollar “Las Raíces del Toreo”? ¿Tuvo algo que ver el coronavirus?

La pandemia tuvo un poco que ver, la falta de proyección de los chavales y el tiempo que hemos estado confinado… Me dio tiempo a pensar muchas cosas y tenía la necesidad de apoyar al mundo del toro. Tenía que apoyar a los más necesitados y en este caso son los novilleros y sobre todo los novilleros con caballos, porque no se celebran novilladas. 

No pueden torear, que les hacía falta para abrirse camino y darse a conocer. De ahí nace la idea de Las Raíces del Toreo que hice en Carmona. Fue todo un éxito, muy bonito, además que triunfó El Chorlo y no porque lo llevara yo, sino porque estuvo extraordinario. Hubo mucha competencia. 

A partir de ese momento me llamaron muchos chavales preguntándome por un certamen sin caballos y que contara con ellos. Tenía una lista infinita. Entonces, se podría decir que de ahí surge esa segunda edición de Las Raíces del Toreo, de la cual ya estamos prácticamente en la final, se celebrará el próximo sábado 13 de febrero.

No ha sido fácil, pero lo hemos sacado hacia delante. La final se llevará a cabo sin público, por las restricciones sanitarias, pero con la intención de que la gente lo pueda seguir a través de la plataforma Toroflix. La audiencia tendrá la suerte de poder ver la final de esos seis chavales que han quedado como los mejores. Es cierto que los había con muy buenas condiciones pero que no han tenido suerte con los animales y no han podido triunfar.

¿Qué supuso para ti, al margen del plano profesional, la pandemia?

Para mi fue un palo tremendo, estuve encerrado en mi casa sin poder salir, encerrado entre cuatro paredes, solo salía a las 20:00 horas para aplaudir, como todo el mundo, por aquella gente que se estaba jugando la vida por nosotros, que eran los sanitarios. La verdad es que se me hizo eterno.

Ha sido la única vez que yo he parado en mi vida, que he parado en los entrenamientos, en el campo, básicamente, en todo. Fue un frenazo en seco, pero me di cuenta de las posibilidades que ofrecía internet, ya que podía llegar a mucha gente. Me pedían todos los días mis recuerdos y yo los subía a Facebook, recuerdos de faenas, de tardes, de plazas y empezaron a mandarme fotos amigos, seguidores y eso me dio vida porque todos los días pensaba en algo bueno que hubiera ocurrido para ponerlo. Me ocupó mucho tiempo, porque los primeros días fueron duros.

¿Cómo ha sido tu trato con los aficionados? Siempre se ha definido como muy cercano.

Siempre he pensado que en gran medida es el aficionado el que mantiene el mundo del toro. Por eso siempre he tenido tiempo para una tertulia, para ayudar a cualquiera que me haya pedido algo, para saludar, para un autógrafo o para dedicarle una foto a cualquier seguidor, porque, insisto, son los que mantienen esto. Si los toreros y los taurinos no nos preocupamos de los aficionados, nos va a ir muy mal. 

Tenemos que preocuparnos y estar pendientes de ellos, a mi es lo que me ha permitido estar ahí tanto tiempo, porque los aficionados han encontrado en mí una persona muy cercana, no era difícil llegar a mí, saludarme. Nunca he negado el saludo a nadie y la afición está conmigo porque le he dado mucho cariño y les he dado lo que todos los toreros estamos obligados a hacer.

Quizá ahora todo se ha vuelto mucho más frío

Sí, con todo el respeto del mundo, cada uno puede ser como quiera, pero eso de irte a vestir a 10 kilómetros de dónde se torea o en un hotel que nadie sabe dónde está… La gente tiene que ver al torero salir vestido de torero, esperarlo en la puerta del hotel, que haya ambiente y generar la curiosidad a la gente de saber qué estará pasando ahí. Eso, por ejemplo, es lo que pasa en el fútbol. 

Tenemos que dejarnos ver, dejar que la gente te pegue una ovación y llegues caliente a la plaza. Sé que son momentos muy duros, pero eso hace que los chiquillos vayan con los padres a ver a los toreros y se lleven la ilusión de haber podido saludarlo o que le ha firmado un autógrafo, por ejemplo. Es importantísimo para mantener la ilusión de la juventud y del aficionado.

Con todo mi respeto, hoy en día muchos toreros se tapan y no quieren hacer eso. Pero lo cierto es que hacerlo ni te roba dinero ni nada, al revés, te da el cariño del público, te das a conocer y un poco el apoyo que requiere tu profesión.

¿Cómo ves la actualidad que atraviesa la Tauromaquia? ¿Cuál es la solución que plantearías para erradicar todos esos problemas?

La situación del toro ya venía grave, malherida, el mundo del toro ya venía herida antes de toda esta pandemia. Pero esta ha ayudado a que se pierdan muchas cosas del toro, encima tenemos un gobierno que no está aportando nada ni está ayudando o colaborando. Lo que queremos es que nos respeten y nos den sitio para que podamos desempeñar nuestra profesión y que nos tenga el mismo que a cualquier otro ciudadano. 

Es cierto que teniendo un gobierno en contra el mundo del toro, tenemos que seguir luchando y viviendo desde lo que somos y queremos ser. Somos un sector importantísimo en la sociedad, entiendo que como en todos los ámbitos habrá gente a la que no les guste, pues que no vaya. 

Sin embargo, también hay muchísima gente que vive de esta profesión, no solo como torero o subalterno, que aporta muchísimo a través de las ganaderías o la gente que se lleva un sueldo a casa después de un espectáculo, ya sea el que vende la Coca-Cola o el que está en el quiosco vendiendo pipas. El toro aporta muchísimo a la economía del país.

Somos conocidos mundialmente, no entiendo porqué nos quieren eliminar de esta manera. Eso me duele mucho. 

No sé cuál sería la forma, el mundo del toro tiene ingresos suficientes y podríamos ser capaces de canalizarlo para que exista por sí solo, sin ayuda de nadie. Muchos dicen que el toreo vive de las ayudas, pero no es verdad. Si toda la riqueza que genera el toro fuera para el toreo, de otra manera nos iría.

Creo que sería importantísimo que todos estuviéramos unidos, que remáramos hacia el mismo puerto. En definitiva, crear una federación taurina en la que todos vayamos cogidos de la mano, así como todo el dinero que generase el toro, fuera para el toro, en todo. Si lo que dan las empresas a los municipios, se revirtiera todo en una preparación para los chavales o incluso en que las entradas fueran más baratas… Habría dinero para todo el mundo y tenemos que luchar para que todo esto sea una auténtica federación taurina con gente que esté preparada y que sepa dirigir una empresa como es esa. Somos muchos y todos nos tendríamos que poner de acuerdo. Es una tarta muy grande que se puede repartir entre todos para que todos nos beneficiemos.

Es lo más lógico, pero hay muchos intereses creados, hay intereses políticos y todo eso tiene que desparecer para tomar todos el mismo camino, al igual que la prensa que debe apoyar tanto a las figuras, a los empresarios, las plazas… como a todos los que están empezando y que luchan por torear y por montar sus espectáculos. Estos últimos son el futuro y algún día ellos serán figuras del toreo.

Esto sería lo ideal para sacar la fiesta adelante y, por supuesto, defendiendo y cuidando al toro en la plaza. Buscar espectáculos que sean buenos, que la gente salga con buenas sensaciones. Con ello, tendremos más credibilidad, más seguidores y nos respetarán más.

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