lunes, 6 de mayo de 2024

Emilio de Justo, rotundidad y determinación

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Crónica

@DIEGOALCALDE1

PATRICIA PRUDENCIO MUÑOZ



  
“Viperino” esperaba reservón a que Enrique Ponce le citara y encelara, por lo que resultó un saludo intermitente y poco lucido. Iniciaba la faena, sin brindis precio, en los tercios, probándolo y sacándolo, ante la respuesta desmedida del astado. No se le podía exigir, pues el animal perdía las manos o entraba con brusquedad, no parecía existir el término medio. El valenciano decidió llevarlo a media altura, midiéndole, buscando el temple y la despaciosidad que tanto le característica. El astado se quedaba corto sin continuidad ni brillo en su embestida. La obediencia no existía, aunque Ponce se esmeró. Mató con aseo, dejando la espada caída.
Emilio de Justo lo dejó correr antes de recibirlo. Le costaba entrar, pero la suavidad y el buen compás al encuentro facilitaron el lucimiento de sus condiciones. Lo sacó al paso, mientras lo tanteaba por ambos pitones. Paciencia y delicadeza, cruzándose, marcándole el compás del uno a uno, para que poco a poco le metiera en la tanda. El animal escondía algo en su embestida y así lo demostraba cuando se envolvía en los naturales, por ello Emilio de Justo practicó el toreo de vuelos para poder citarle, guiarle y sacarle para repetir en el siguiente. No se le debía retirar el engaño de la cara, había que sacarle la continuidad, pero tampoco se debía exceder en el número de pases, contados y muy medidos. No merecía la pena endurecer las tandas, era el momento de poner punto y final. Estocada en lo alto.
“Seductor” repetía con genio y movilidad en la tela, colocando la cara por el pitón derecho, aunque con embestidas descompuestas. Retomaba la franela Enrique Ponce para iniciar las tandas de tanteo genuflexo. Tenía prontitud y continuidad, seguía el engaño con habilidad aunque ante un animal descompuesto, que entraba por abajo, sin excederse, y salía por alto con cabeceos por arriba. Se cruzaba, buscando el punto, una vez encontrado, con gusto y desmayo empezó a dibujar la tanda. El animal se echó al suelo, desluciendo, algo que el valenciano remedió rápidamente, muy atento a sus exigencias. Le abría y le dejaba salida, sin agobiarle. Deslucía, su naturaleza, sin nada que pudiera hacer. Culminó de la misma manera que empezó, a lo que añadió un ligero abaniqueo. Se le fue la suerte suprema.
Marcaba el ecuador del festejo un toro de nombre “Venezolano”, al que Emilio de Justo no dejó esperar. Se estiró a la verónica en una gran labor de brega, captando, metiendo, guiando y luciendo su embestida. Muy dispuesto y con ganas de más, Emilio de Justo lo probó genuflexo, obligándole por abajo y llevándolo en largo. La Amplitud, el recorrido, la movilidad, la longitud, el temple y la suavidad empezaban a dar forma a la faena que poco a poco iba diseñando. Lo cierto es que el de El Torero no se encontraba muy cómodo, pero solo debía seguir lo que el diestro le dejaba, la franela. El animal intentaba salir ajeno al natural, quedándose corto por el pitón izquierdo, añadiendo un plus de peligrosidad. Culminó por manoletinas para colocarlo y darle muerte, aunque pinchó.
Enrique Ponce recibió al último lote, “Portugués”, un castaño buscón, aunque suelto y sin dejarse ver. Lo probó con torería, dejándolo pasar. La primera tanda no se haría esperar, la cual vino acompañada de suavidad y mucha paciencia. La sosería impregnaba la faena, así que Ponce tiró de mano baja, franela delantera y un efectivo desmayo lento que lo llevara ligado. Le costaba entrar al cite y había que perderle pasos para continuar, pues era pegajoso, quedándose encima. Justo, muy justo y mermado de fuerza a Enrique Ponce le costaba hilar una faena notable. Aunque recurrió a la raza, la técnica y el poso propio del valenciano, ajustándose a las circunstancias. No estuvo certero con los aceros.
Cáñamo y Emilio de Justo cerraban el festejo de Plasencia. Llevaron a cabo un saludo capotero laborioso en el que el animal evidenciaba su embestida. También genuflexo lo recibía en el engaño. El animal reunía mejores condiciones por el pitón derecho, colocando la cara y siguiendo la franela sin pausas, con naturales dotados de profundidad y determinación, pases infinitos que no que no tenía final. Había faena y había transmisión, sabía que tenía en sus manos lo mejor de todo el festejo. La técnica de Emilio de Justo fue un punto clave. Por el izquierdo se mostraba más reservón, más parado aunque sin quedarse atrás, aprovechó todo su cuerpo para dejársela puesta y tirar de él hasta el siguiente. Empezaba a mirar, pero el diestro estaba cómodo, ambos encontraron el compas al que bailar. Aún perdiendo las manos el animal, Emilio de Justo dejó una muy buena estocada, aunque ligeramente trasera.
Plasencia. Toros de El Torero para Enrique Ponce, aplausos, división de opiniones, división de opiniones; Emilio de Justo, oreja, oreja, dos orejas.

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