jueves, 2 de mayo de 2024

Leandro Gutiérrez, determinación en su debut

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Crónica


PATRICIA PRUDENCIO MUÑOZ 

  
Rompía en la plaza Cacereño, un novillo de San Isidro aplaudido en la salida, con presencia incuestionable. Montero lo recibió en la tela con intento de larga cambiada de rodillas, pues lo desarmó con acierto. Le enseñó el camino, siempre por abajo e intentándole colocar la cara, respondiendo con garbo, pero aquerenciado. Doblegándole por abajo lo sacó al paso, sin embargo, quedó en la querencia, jugando a su favor. Embestía lento, muy cruzado, sin prontitud, saliéndose ajeno y contrario. Se aproximó a tablas, pero Montero siguió en su empeño de llevarle la contraria, lo buscaba bajándole la mano, muy cosido, llamándole, pero sin cuajarlo en los medios. El de San Isidro pedía tablas, allí lo intentó sobre la derecha, ajustándose y arriesgando. Los aceros no fueron certeros.

Rubén Fernández firmaba una declaración de intenciones, lo recibió a porta gayola para después seguir de rodillas con dos largas afaroladas. Remató a “Difusor” muy lucido en los medios, sin dejar que se fuera. Brindó al público para después llevaro a pies juntos, enganchándole sin dejar que se fuera. Acometía con obediencia, muy suave a las exigencias de Rubén. Colocaba la cara y aunque salía sin intención de repetir, el diestro supo dejársela puesta y ligar. Apariencia de manso, pero tenía motor y se dejaba guiar acometiendo, al tiempo que lo abría, se cruzaba y lo recogía. Un frenesí de naturales que encontraban la continuidad en la mano baja y el toreo al natural con la izquierda de Rubén. Lo desarmó, pero había transmisión en la faena. Muy despacio, con un cite delantero no dejó que la movilidad cesará. La suerte suprema deslució una faena de enganchones.

El tercero derrochaba humillación y colocación por ambos pitones en las manos de Leandro Gutiérrez. En el quite ya tenía a todo el público de su parte. Genuflexo, por abajo, lo recibió en la franela, al tiempo que le exigía y sacaba al paso. El novillo tuvo una buena respuesta . Había que jugar con la media distancia, aprovechando la inercia y recorrido lo llevó en largo. Sin embargo, la tandas no eran limpias, le citaba por alto para después bajarle la mano y someterle. El animal acudía a tablas y Leandro tenía que tirar el, no permitía despistes, necesitaba la muleta en la cara ligando de inicio a final y de final a inicio. Lo intentó en sus terrenos jugando a su favor, pero por el derecho se metía por dentro y no dejaba que la faena rompiera. Quiso probar por abajo, por el izquierdo, donde pudo sacarle destellos. El animal dobló tras varios intentos.

Marcaba el ecuador del festejo un buen recibo por abajo de Montero, con un astado que embestía con abajo a buen ritmo y movilidad. El inicio de de faena fue muy despacio, el animal rompió en la tela. Solo deslucían sus salidas, algo que Montero supo ver y suavizar. Había que exprimirle por abajo, el animal lo tenía todo, echándoselo atrás ligaba un natural tras otro. Revolucionó la tarde y es que el de San Isidro tenía motor, parecía insaciable, se enroscó con el. Acortó las distancias y sin perderle la cara lo llevó cosido, hasta el final. Deslucían los continuos enganchones en la franela. Había fijeza, aunque de vez en cuando soltaba la cara feamente. Montero le exigió mucho, pero el novillo también le exigió, tenía buenas condiciones y era muy defensivo por delante, con la cara muy abierta. Acertó en la suerte suprema. 

“Taquillero” se dejó llevar, a su manera, en la labor de brega del saludo de Rubén Fernández. El diestro intentó llevarlo toreado, muy torero con mucho poso y valor. Enganchándole con un cite delantero que lo encauzaba en el natural, intentando recoger la embestida en la salida con un exgerado giro de muñeca para llevarlo de vuelta a la tanda. Tiró del animal, evitando que este se quedara en sus terrenos. Con la mano izquierda, se mostró lucido, encontrando la continuidad y pulcritud. Había que estar muy encima, pero sin asfixiarle, dándole su sitio y si tiempo. Le llamaba y con firmeza tocaba abajo. También jugó con las distancias y con la mano derecha donde derrochó suavidad y despaciosidad. No le quiso abrir en exceso. Avanzaban los últimos compases de la faena y lo terminó toreando en el tercio, acercándose a tablas, pero sin desmerecer. Falló con el estoque pero acertó con el golpe de cruceta.
Cerraba la tarde el saludo exquisito y bien acompañado de Leandro Gutiérrez, rematado por chicuelinas. Lo tanteó genuflexo, siempre sacándolo hacia los medios, sin pausa. Muy plana y delantera se las mostraba, citándole siempre con un toque fijador, llamándole para mantenerle dentro sin embargo en las distancias cortas, se venía por dentro y lo volteó sin consecuencias. Requería mucha tela, no quitársela del morrillo, muy ligado. Sin tiempo para que pensara. Le perdía pasos y se cruzaba para después engancharle y llevarlo en corto, pero hasta el final. Siempre apuntando al hocico, sometiéndole por abajo. La querencia era clara, por ello los vuelos fueron imprescindibles, tapándole la cara. Le dio el pecho, se expuso y le aguantó otro tanto. Muy de verdad, con las cosas bien hechas. Estuvo siempre por encima del de San Isidro, derrochando raza y torería. El animal se veía poderoso en tablas, embestía y volvía a repetir el aviso anterior, prendiéndole. Rápidamente, retomó la cara. Cerró con aseo y mató dejando un bajonazo que le hizo daño.

Añover de Tajo. Toros de San Isidro para Francisco Montero, aplausos en ambos; Rubén Fernández, silencio y silencio; Leandro Gutiérrez, ovación y dos orejas.

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