jueves, 2 de mayo de 2024

Alejandro Peñaranda, cuatro orejas y rabo en Munera

Facebook
Twitter
WhatsApp

Crónica

PATRICIA PRUDENCIO MUÑOZ



  
Borja Escudero y “Palillero” abrían el festejo. El saludo capotero fue laborioso, ante un animal al que le costó encelarse, pero repitió en la tela metiendo la cara. Genuflexo aunque sin terminar de estirarse, lo obligaba por abajo, así empezaba la faena. El aire no facilitaba las cosas, aún así el eral acometía con prontitud, aunque los terrenos no eran los más acertados. Le daba salida, para después darle continuidad al buen ritmo del astado en el baile con la franela. Le obligó por abajo, templándolo, aunque en ocasiones a través del uno a uno era la mejor técnica para configurar las tandas. Trazo en largo, llevado con los vuelos, sin retirarle la muleta del morrillo, así lo ligaba. El animal hizo por él, fue prendido, sin gravedad, en la suerte suprema.
Manuel Casado decidió recibir a porta gayola, muy ajustada, con el capote de paseo y dos largas cambiadas de rodillas desde el tercio, esas sí, con el capote de brega. Una labor medida en la que frenó, recogió y templó. Lo recibió en la franela con la rodilla en el albero, tanteándolo. Con el paso atrás, enlazó los naturales, dejándolo pasar, sin agobiarle, adaptándose a los ritmos, dándole salida y dejándolo respirar. Requería atención, era necesario un cite fijador y una referencia a la que volver para que no se dispersara. Aunque el animal atendía por ambos pitones. A Manuel Casado no le faltó un amplio repertorio de desplantes que captaron la atención del público. Se tiró sin muleta y metió la espada hasta la bola.
El tercero de la terna era Alejandro Peñaranda, que se encargó de recibir a un eral con repetición y que intentaba bajar y colocar la cara, al tiempo que calaba en los tendidos. Lo sacó, al paso y muy despacio, hacia los medios, el animal salía del natural por arriba y con bruscos cabeceos, desluciendo. El tiempo y el sitio fueron claves, para terminar de templar su embestida y terminar de pulirla. Toreándolo en largo, adaptándose a las condiciones del eral, con cambios de ritmos que requerían mucha cancha. Sin agobiarlo, respetaba la distancia, dejándosela muerta, obligándole por abajo, sin dejar que se saliera de la franela. Mucha torería y calidad en las tandas que poco a poco fue configurando, a base de despaciosidad y suavidad. La espada quedó caída.
“Carretero” marcaba el ecuador del festejo. Borja Escudero recogió su embestida, estirándose. El animal salía por alto, sobre todo por pitón derecho. Tocando por alto, le tomó la delantera el novillo, siendo este quien dominara al espada. Cambió los terrenos y empezó a dibujar una tanda al natural en el que el recorrido era amplio, aunque no continuado. Abstraído, sin interés en la franela salía totalmente fuera de la faena. Se paseaba sin lucimiento ni condiciones, quedó emplazado en los medios y no se dejó someter, mostrando un comportamiento aleatorio con una embestida recta. Alargó una faena innecesaria. Le costó cuadrarlo y se perfiló muy en largo, pinchó, la muerte del animal se prolongaba.
Llegaba el turno de Manuel Casado, quien recibió al quinto con dos largas cambiadas de rodillas en el tercio, para después encelarle, aunque con una repetición pausada, en el capote. Inició la faena de rodillas dándole amplitud, aunque comiéndole los terrenos, por lo que se levantó y culminó ese inicio. El novillo entraba rectilíneo, aunque curvando y abriendo la embestida en su paso. Salía por alto y con ligeros cabeceos de cabeza, buscando el cuerpo. Tenía que llevarlo ligado pero sin agobiarle, respetando el sitio y el tiempo. No faltaron los adornos, para que el público siguiera atento a la faena. Descompuesto y sin orden llegaban los últimos compases. Cerró por molinetes y mató sin engaño.
Cerraba Alejandro Peñaranda y “Lagartijo”. En el saludo capotero captó rápido la atención del animal, luciendo buenas maneras y el buen manejo de la tela. Ayudado, sacándolo al paso y sin perder el ritmo iniciaba la faena. Había obediencia y pulcritud en la embestida del de La Quinta, algo que supo ver y entender Peñaranda, pues lo aprovechó para alargar los naturales, el recorrido lo permitía. Lo citaba, recogía, guiaba y lo daba salida, sin deslucir, algo que la fijeza y prontitud le permitieron. Lo aguantó y mimó, para que mantuviera sus fuerzas en la faena. Naturales delanteros que el brazo de Alejandro llevaban hasta el final, parecían no terminar nunca, había profundidad y determinación. La salida se la daba por los vuelos, con un ligero giro de muñeca que lo llevaba hasta el siguiente. Mató con una estocada entera.
Munera. Novillos de La Quinta para Borja Escudero, aplausos, aplausos tras aviso; Manuel Casado, oreja, dos orejas; Alejandro Peñaranda, dos orejas y dos orejas y rabo.

Entradas Relacionadas

Scroll al inicio