PATRICIA PRUDENCIO MUÑOZ

Consuegra celebró el pasado domingo 22 de septiembre una interesante corrida de toros de El Ventorrillo en la que hicieron el paseíllo Uceda Leal, El Cid y Raúl Rivera. No defraudaron, la terna cortó un total de siete orejas, a los astados bien presentados y de juego variado de El Ventorrillo. Raúl Rivera, rotundo y determinante, se aseguró la Puerta Grande al desorejar a su lote. Salió en hombros acompañado de El Cid, que las cortó de una en una con un toreo suave y templado. Uceda Leal bailó con el cuarto, al que llevó con gusto y le cortó una oreja. 

Abrió plaza un toro zancudo, despegado del suelo, desagradecido e incómodo que salía buscando el cuerpo y daba tornillazos bruscos y descarados. Uceda Leal abrevió con la muleta y dio paso a la suerte suprema, en la que dejó cuatro pinchazos y una estocada, cuyo resultado fueron los pitos.

El segundo de la tarde era un toro negro listón con el que El Cid se estiró a la verónica con gusto. El astado fue a menos y empezó a defenderse en la muleta. El diestro, que con solera y experiencia, solventó la faena, templando y suavizando las desenclasadas embestidas del animal por el pitón izquierdo. Tapó sus carencias. La estocada fue buena y obtuvo la oreja.

Raúl Rivera recibió a un toro castaño con peso y buenas hechuras que se emplazó en los medios desde su salida. Sin embargo, el diestro lo esperó desde el tercio para, ahora sí, recibirle con una larga cambiada de rodillas, a la que siguió con cuatro verónicas de ejecución exquisita hasta rematarlo por una media que terminó de calar en el tendido. Un quite por chicuelinas y el tercio de banderillas fueron la materialización del arte con tres pares de banderillas en el sitio. Los primeros compases de la faena se definieron por los muletazos de trinchera templados. El torero se gustaba y el toro respondía con obediencia a la mano baja y poderosa. Todo ello ayudó a configurar tandas de cinco y seis muletazos culminados con el de pecho. Desmayo, gusto y verdad era lo que desprendía Rivera toreando, lo que levantó al público. La suerte suprema la ejecutó a la perfección dejando un estoconazo fulminante que le valieron las dos orejas y la vuelta al ruedo para el de El Ventorrillo.

Marcaba el ecuador del festejo un toro bajo de buenas hechuras. Uceda lo recibió a pies juntos para guiarlo y abrir el compás con gusto y torería hasta rematarlo con una media, también a pies juntos, en los medios. Lo encauzó en la muleta con buen son, bailando con una embestida templada que le permitió a Uceda llevarlo con manos de seda. La faena fue de más a menos, pero lo remató con una estocada que le otorgó la oreja.

El Cid tuvo en suerte a un toro castaño que salió suelto, sin embargo, logró meterlo en el capote luciendo siete lances y dos medias muy toreras. En el último tercio el toro entraba por abajo y embestía con clase, con recorrido y buscando la tela. Cerró por ayudados, sometidos por abajo, y una estocada. Cortó otra oreja.

Cerraba el festejo un ejemplar de El Ventorrillo, quizá el más serio del encierro, hondo y bien rematado. Raúl lo recibió ejecutando seis lances culminados con una revolera. El diestro volvió a protagonizar el tercio de banderillas con tres pares de poder a poder, creando el alboroto en el tendido. En la faena de muleta el astado era difícil, miraba y soltaba la cara, por lo que Rivera le apretó por abajo y cruzado, se hizo con él. Un espadazo en la yema cerraba la tarde y cortaba dos orejas más.