Madrid
Juan Enrique Denamiel en el tentadero de El Batán I GUARISMO DEL OCHO |
PATRICIA PRUDENCIO MUÑOZ
El segundo tentadero organizado por Tauromaquias integradas ha sido variado y complicado. Los novilleros fueron los mismos que en la mañana de este sábado. Muchos se quedaron a las puertas de expresar su Tauromaquia, ya fuera por la “impaciencia de Arranz” o por las condiciones de los del Tajo y La Reina, no todos tuvieron las mismas oportunidades.
Este domingo, juan Ortega ha vuelto a dirigir los tentaderos en la plaza de tientas del Batán. Ha sido muy comedido en su labor, dejando a los astados a disposición de los espadas, sin excederse.
La primero de la mañana humillaba, con buena condición por abajo, razón por la que Ortega comenzó con la muleta genuflexo, para después probarla en los medios. Tenía fijeza, pero algo corta y pegajosa, había que darle más salida y prolongar la embestida. El animal estaba dotado de soberbia y bravura, pero había que dominarla y templarla, algo que muchos no lograron. Paso atrás y uno nuevo, solo así con calma y con despaciosidad, se extraía algo de ella. Tuvo que salir Juan Ortega, con él sí, pero… había que llevarla y guiarla sin dejar que perdiera la perspectiva.
La segunda pasaba, había que llevarla con el vuelo y obligarla a volver, para mantenerla encelada, aunque obedecía con prontitud. Salía en largo, sin una continuidad ligada. La ataron en corto en los medios trazando una tanda con determinación. Había despaciosidad y una buena mano templada que la llevó muy metida. Por abajo y dejando los vuelos bajaba la cara. Al final marcó su querencia.
La tercera era nerviosa e incierta, hubo que mimarla, pues si se le hacían bien las cosas dejaba embestidas con profundidad por abajo. Dejaba que se lucieran. El maestro se estiró sin dejársela plana, le citaba con el pico y con él le guiaba. Respondía menos por el pitón izquierdo, pero con la misma calidad, lo que le dejó a Ortega expresarse. La mantuvieron en los medios con tandas ligadas por abajo, dejándola salir alargando y ralentizando los muletazos. Tiempo y espacio era lo que necesitaba, lo intentaron uno a uno, con un toque fijador y envolviéndola en la tela.
La cuarta era una vaca muy templada pero escasa de fuerzas. Pasaba por encima del estaquillador, pero no se le podía obligar por abajo, humillaba levemente. Ortega la llevó en largo, dándole tiempo, pero luciéndose. Además, tenía muy marcada su querencia a tablas por lo que había que elegir muy bien los terrenos. Carla volvía a demostrar temple y determinación con un gran juego de cuerpo y brazos, toreando por derecho. Sin embargo, el animal se metía y en los últimos compases había que torearle en paralelo a las tablas, pero muchos se la pasearon.
La quinta era una vaca de arrancada alegre que se paseaba por alto, metiéndose por dentro, era difícil. Era necesario perderle pasos y después encontrar los terrenos, para lograr unos naturales ligados, pero sin agobiarla ni llevarla la contraria. Obediente a ratos, tenía genio y la probaron por el derecho, pero era pegajosa y había que estirarla y someterla por abajo, adaptándose al ritmo que el animal marcaba.
La sexta había que sujetarla con mimo y delicadeza dándole los naturales largos y sin acusarla por abajo. Perdía las manos con facilidad, dificultando la labor a los novilleros participantes. Mucho tiempo y espacio había que darle, pero sin dormirla. El animal sacaba destellos muy de vez en cuando pero sin dejarse llevar. Hubo alguna que otra tanda lenta y suave en la que algunos lograron el lucimiento, pero seamos claros no debió contar para concurso.