En su 96° edición
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Plaza de toros de Chinchón | GUARISMO DEL OCHO |
Leonardo Hernández jugó a encontrar el movimiento y lucimiento de un astado que poco a poco lo fue llevando. Buscó la ligazón ayudado por la grupa, llevándole hacia los adentros con trasmisión. El suelo estaba mojado y el caballo no agarraba. Aún así logró dejarle hasta tres palos largos y cuatro cortos, siendo los últimos de cada suerte los más lucidos. Pasó en falso hasta que logró meter la espada trasera y contraria.
Jesulín de Ubrique recibió al primero de Bañuelos, con un saludo ameno en una primera toma de contacto. En la muleta se notaba el sector que lo apoyaba. Ralentizó una embestida que dejaba pequeños cabeceos al final de cada natural. Lo cuidó y supo llevarlo, toreó adornándose y gustándose. Había dudas en el cite pero tambien había movilidad, por lo que aprovechó para estirarse y dejarle la mano atrás y ligar. Cerró con una estocada trasera pero efectiva.
Curro, simplemente, Curro saco a relucir una vez más esa Tauromaquia lenta, mimosa y repleta de temple. No le importó el tiempo ni el piso. Toreó, dejándosela puesta y tirando de él en un sin fin de naturales en los que ambos parecían incombustibles. Lo supo llevar y el astado puso mucho de su parte, entrando al cite con una embestida limpia y obediente. Mató con aseo.
José Garrido tuvo que medirse al de Bañuelos y a la lluvia. Aún así sacó adelante una faena templada en la que sometió al astado por abajo. Además el animal se quedaba corto y buscaba lo que dejaba atrás. Paró la lluvia y los olés se apoderaron del silencio. Fue una faena de técnica en la que la experiencia sumaba. La espada quedó tendida, sería con el descabello con el que doblara.
Álvaro Lorenzo estuvo comedido, sacó todo lo que el astado le dejó. Había obediencia y fijeza, pero la embestida era muy diferente en la entrada y salida del muletazo. Se adaptó a sus condiciones y lo sometió, con un toreo pausado, supo cuando parar. No quiso emborracharlo y aburrirle, por lo que le dio tiempo y sitio. Sin deslucir, ejecutando un último tercio merecedor de su oreja.
Aitor Fernández lo llevó metido, arriesgando y buscándole las vueltas. Pero sin alargar o deslucir, decidió desarrollar una faena justa que caló en los tendidos. El inicio del último tercio era un buen preámbulo de lo que sería el resto. Lo esperó y templó a buen ritmo. Le dejaba la muleta muerta, tirando de él, dibujando una embestida curvilínea en que había ligazón y continuidad. Cerró por bernardinas muy ajustadas para dar paso a la suerte suprema, donde intentó matarlo a recibir, falló. Sería al tercer intento y un mar de descabellos lo definitivos. Llegó a sonar el segundo aviso.
Álvaro de Chinchón desarrolló una actuación corta y medida en la que el astado se empezó a rajar. Lo intentó llevar en corto y bien metido, dejándole los vuelos de la muleta en el morrillo para tirar de él y adentrarlo en un nuevo natural. Los últimos compases se llevaron en el tercio y en las tablas, sin llevarle la contraria, con muletazos largos y continuados. Culminó con media estocada y único descabello.