jueves, 14 de noviembre de 2024

La determinación de Navalón abre la Puerta Grande en Las Rozas

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PATRICIA PRUDENCIO MUÑOZ/FOTOS EMILIO MÉNDEZ

Las Rozas ha celebrado su segunda corrida de toros en la que Miguel Ángel Perera, Ginés Marín y Samuel Navalón se midieron a los ejemplares de la ganadería de Buenavista. Los animales se dejaron llevar, teniendo sus teclas que tocar, planteando más de un tira y afloja en la tela, pero permitiendo, en su mayoría, la expresión e incluso el triunfo. Perera desarrolló una faena a media altura sobre el pitón derecho, con alguna que otra pincelada, en un tira y afloja en la que faltó acople. No tuvo demasiadas opciones con el toro de marcaba querencia al que no hubo forma de sujetar en la tela. Ginés Marín derrochó entrega y actitud ante una faena compleja con un toro que marcó su querencia desde el inicio. Ginés se impuso con su toreo de clase y gusto ante el quinto. Navalón se entregó ante el tercero en una faena de muchas teclas y con momentos de peligro sordo. Cuajó por el pitón derecho al sexto hasta que se rajó.

Perera, faena sin acople no expresión con el abreplaza

Perera saludó al abreplaza, un toro desentendido al que enceló para bregrarlo y llevarlo, ganándole terreno con suavidad. Se lució en el quite por chicuelinas.  Se alcanzó la faena de muleta y Perera lo recibió en la franela genuflexo, probándolo por ambos pitones, sin poder bajarle la mano en exceso. Continuó por el derecho, a media altura, todavía con una embestida irregular y deslucida en la salida, que además perdía las manos con facilidad. El diestro le dio largura, encontrando armonía en un toro que seguía bien la tela. Al natural tuvo que darle tiempo y sitio, pero sin acoplarse, con embestidas abruptas. Recuperó el pitón derecho en una faena de tira y afloja por las distancias, sin terminar de encontrarse Perera con el de Buenavista. Le metió la mano con habilidad, encontrando acierto con el descabello.

Ginés Marín, actitud y entrega deslucidas por el acero

Ginés Marín se estiró por verónicas ante el primero de su lote. Brindó desde los medios e inició su faena ante un toro con una marcada querencia. Volvió a recibirlo en la muleta a pies juntos,  pasándolo por ambos pitones, sin rectificar. Aquel inicio gustó en los tendidos. Siguió por el derecho, llevándolo en largo en una tanda pausada en la que trató de sujetarlo. Cambió al natural, envolviéndoselo, echándole los vuelos a la cara, ayudándolo a media altura. Fue el empeño de Ginés Marín el que se impuso a un toro que se vino a menos muy rápido y totalmente desentendido. Recuperó el pitón derecho, tratando de limpiar el muletazo e una serie en la que derrochó actitud, incluso en los terrenos en los que ya había designado el animal, en toriles. Ginés se metió en tablas para arrancarle las embestidas. El de Buenavista no le ayudó y falló con la espada.

Navalón, entrega y determinación con la muleta y la espada

Navalón se dispuso de rodillas para saludar al primero de su lote con dos largas cambiadas. El toro terminó por desarmarlo, dejando en apuró al diestro. En los medios lo bregó y pasó para después, una vez que pasara por el caballo, se luciera en el quite por chicuelinas. Brindó desde los medios e inició la faena pasándolo en largo entre probaturas, sacándolo a los medios. En aquellos terrenos siguió por el derecho, dejando pases de sabor y profundidad. Se la dejó puesta, le corrió la mano y se lo envolvió. Le dio tiempo y sitio antes de retomar la serie, que le siguió luciendo por el mismo pitón, dándole salida. La faena parecía enfriarse a pesar de la determinación de Navalón. Cambió al izquierdo, se le metió por dentro y lo prendió sin consecuencias. No siguió al natural, cambió directamente al pitón derecho, con un toro que ya no pasaba, muy venido a menos, pero que tuvo matices. Culminó por bernadinas muy ceñidas y un estocadón.

Perera, sin opciones con el cuarto

Perera saludó al segundo de su lote, bregándolo y pasándolo sin poder estirarse con el. Tiró del animal para iniciar su faena en los medios, alejando de querencia. Eligió el pitón derecho para seguir, dándole tiempo y sitio. Lo citó y dejándosela en la cara encontró la ligazón con un toro que se movía y seguía el engaño. Hubo muchas pausas antes de volver a encontrar la continuidad y se le acababa yendo a tablas después de los tres primeros pases. Lo pasó y lo movió, llevándoselo de nuevo a los medios. Sin definirse, lo trasteó, pero sin lograr sujetarlo en el tercio. Finalmente, optó por matarlo, cambió la ayuda por la espada, trató de sacarlo por abajo, lo colocó en suerte y lo pasaportó. Hundió el acero al segundo intento.

Ginés Marín corta una oreja al quinto

Ginés Marín se estiró a base de verónicas con el quinto, un toro que perdía las manos. Se alcanzó la faena de muleta y el extremeño lo pasó por ambos pitones, por alto. Se definió por el pitón derecho, uno a uno, teniendo que insistirle a base de voz y firmeza en la cara. Encontró expresión por el derecho, asentándose con el, dejando pases profundos y de sabor. Hizo una faena lenta, basada en la suavidad con un toro que pasaba a media altura. Cambió al natural, uno a uno, ordenando y templando, sin desordenar. Tenía una embestida deslucida a la que Ginés le puso todo lo que le faltaba. Le apuró la distancias, imponiéndose al de Buenavista. Mató de un espadazo.

La firmeza y determinación de Navalón corta una oreja al sexto

Navalón no le dio tiempo al sexto, lo frenó en su capote, llevando aquella embestida deslucida que pasaba por alto. Se lució en el quite. La faena de muleta la inició por alto y por bajo, ganándole terreno, sacándolo al paso hasta los medios. El animal tenía prontitud y fijeza, así que Navalón aprovechó la inercia para ligarlo, llevándolo por abajo, cuajándolo por el pitón derecho. Cambió al natural, dándole sitio y tiempo antes de continuar con una tanda de trazo largo en la que lo llevó hasta el final, con profundidad y determinación. Se gustaba y gustaba en los tendidos. Siguió por el pitón izquierdo, pero sin encontrar esa armonía, desarmándole. Cambió al pitón derecho, toreándolo entre los «olé» del público ante aquella tanda asentada y de poder. Lo volvió a desarmar después de que el animal pisará la tela. Se recompuso y siguió en largo con un toro que cada vez costaba más sujetar. Lo mató de una única estocada.

Las Rozas. Toros de Buenavista. Los animales se dejaron llevar, teniendo sus teclas que tocar, planteando más de un tira y afloja en la tela, pero permitiendo, en su mayoría, la expresión e incluso el triunfo. Miguel Ángel Perera, saludos y saludos; Ginés Marín, silencio tras aviso y oreja; Samuel Navalón, oreja y oreja.

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